Versos para que de una vez por todas hable Telémaco, el hijo al que Ulises y Penélope no prestaron atención

El poeta argentino Daniel Mecca acaba de publicar “Troya, aparta de mí este cáliz”. Casi treinta siglos después de “La Odisea” se ocupa de un personaje que, en el relato clásico, permanece en la sombra.

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Daniel Mecca acaba de publicar su quinto libro de poesía. Foto: Pedro Lázaro Fernández
Daniel Mecca acaba de publicar su quinto libro de poesía. Foto: Pedro Lázaro Fernández

En el espacio “Cómo lo escribí” de Infobae Leamos autores y autoras cuentan el detrás de escena de los libros que acaban de publicar. Por qué eligieron los temas o historias que terminaron en sus páginas, cómo organizaron su trabajo, qué revelaciones aparecieron en el proceso de escritura, qué sensaciones hubo a medida que ese proceso ocurría.

Esta vez, quien cuenta en primera persona su experiencia de escritura es Daniel Mecca, periodista, poeta y gestor cultural argentino. En Troya, aparta de mí este cáliz, libro editado por el sello La Conjura, el autor le da voz a quien considera “un personaje deslucido por la sombra de su padre”. Hablá de Telémaco, el hijo de Ulises y Penélope, personajes centrales de La Odisea.

El punto de partida de Mecca es que su protaognista creció en medio de los viajes heroicos de su padre, que Telémaco sentía a la vez como un abandono. Casi treinta siglos después de la publicación de las historias presuntamente escritas por Homéro, le llegó la hora de hablar, a través de versos poéticos, a ese personaje al que nadie miró demasiado. Al parecer, tiene cosas para decir.

Cómo escribí “Troya, aparta de mí este cáliz”

La Odisea es uno de los libros más punk de la literatura. “Háblame, ¡oh, Musa!, de ese ingenioso héroe que viajó de aquí para allá después de saquear la famosa ciudad de Troya”. Ese comienzo poderoso del libro —atribuido a Homero, pero con incertidumbre sobre la autoría real— marca el serpentoso trip del héroe Ulises para regresar a Ítaca donde lo esperan su mujer Penélope y su hijo Telémaco, detalle de la mitología, apéndice de Ulises, centro de mi nuevo libro de poesía Troya, aparta de mí este cáliz. Este libro es el magic and mistery tour de Telémaco. La historia se escribe en los márgenes.

"Troya, aparta de mí este cáliz", editado por La Conjura.
"Troya, aparta de mí este cáliz", editado por La Conjura.

“La poesía no es personal”, sentencia Wallace Stevens en el extraordinario libro Adagia. Esa orientación es el punto de partida de Troya, aparta de mí este cáliz, mi quinto libro de poesía: en épocas de fuerte presencia de la poesía del yo, el propósito de esta obra fue salir de mi “yo” poético para entrar en la voz de Telémaco, hijo de Ulises y Penélope, un personaje deslucido por la sombra del padre —héroe clásico de Troya— y, al mismo tiempo, agobiado por el peso de su abandono, heroicidad y literatura.

El Telémaco pagano de este libro —que busca a la vez trabajar con la tradición en lo contemporáneo — sale desde Ítaca a buscar a su padre, pero el viaje, sobre todo, es la búsqueda de sí mismo, de su propia mitología.

Así, el libro —organizado en poemas que proponen una versión clásica y moderna de La Ilíada y La Odisea desde la óptica monologada de Telémaco— habla del deseo, del poder de las figuras femeninas (Palas Atenea, Penélope), de la política, de dioses embusteros, de la familia y la violencia y, en definitiva, de la literatura reescribiéndose, deseándose.

De hecho, ya en el primer poema del libro —cuyo título hace un guiño a César Vallejo— aparece el monólogo desesperado de Telémaco, detective mitológico de su padre y de sí mismo: “¿Dónde estás, padre? /¿Dónde estás, Ulises? / Soy Telémaco. / Tu hijo Telémaco. /¿Cómo llamarte? /¿Ulises, Odiseo, héroe, padre? / Mi dolor / no necesita esfuerzo. / Todo viaje empieza / con un abandono”.

Y luego: “Esto que me rodea es Ítaca. / Son los azules oleajes / de tu voz, / pero también es tu ausencia, padre. / Ítaca es tu ausencia. / Tu cuerpo / es el mito de mi infancia”. Y también: “¿Qué tienen que ver los dioses / con que no estés conmigo? / No te ocultes en la historia. / Nadadores de esa madre, / eso somos”. Un Telémaco que tiene sed de madre, de padre y de patria. Que resume: “¿Qué soy / sino el hijo de un fantasma? / Le hablo al aire / para que vuelva”.

"Ulises y las Sirenas" (1909) de Herbert James Draper.
"Ulises y las Sirenas" (1909) de Herbert James Draper.

Por otra parte, Troya, aparta de mí este cáliz quiere producir sentido sobre la base de corregir una “injusticia”: darle mayor voz, mayor imaginación, al episódico Telémaco. No es ninguna novedad. Lo hace Edgar Allan Poe con el detective C. Auguste Dupin en “Los crímenes de la calle Morgue” —cuento que inaugura el género y el lector policial—. La aparición de Dupin se debe precisamente a que se estaba cometiendo una injusticia con un sospechoso de ese crimen. Es el mismo mecanismo que utiliza Borges con “Pierre Menard”, cuando el narrador de este cuento publicado en 1939 comienza su relato porque considera que el catálogo de homenaje que le hicieron a Menard tras su muerte —personaje apócrifo por cierto— no le hacía justicia a su obra. En definitiva, toda literatura tiene la estética de una versión. La idea de texto definitivo, como bien dice Borges en su genial ensayo Las versiones homéricas, pertenece a la religión o al cansancio.

Un tercer aspecto: la poesía es ficción tanto como cualquier otro género y no, como suele referirse, que toda poesía es testimonial. Incluso cuando el estilo es frontalmente testimonial, la poesía no deja de ser una ficción. No podría ser de otra manera por la propia naturaleza del lenguaje. Ya lo dijo el poeta Eduardo Mileo: “Uno se apropia del lenguaje para escribir poesía. Como nadie nace hablando, lo propio del lenguaje es ser ajeno”.

En otras palabras, cualquier testimonio cuando se escribe se ficcionaliza. Se escribe lo que uno inventa de los sucesos que vivió. Nadie lo dijo mejor que Pessoa: “El poeta es un fingidor / finge tan completamente / que hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente”. No es que la poesía no esté basada en las propias circunstancias de una vida, sino que la emoción de esa vida es un recurso técnico y no un fin en sí mismo. El poema empieza cuando termina de escribirse. Se escribe con la emoción, se corrige con la distancia. De una u otra manera, la ficción es inevitable.

La voz de Telémaco, en este caso, es una ficción inevitablemente mía. Télemaco not dead.

“Troya, aparta de mí este cáliz” (fragmento)

Helena relató las proezas de mi padre,

asolador de ciudades,

en la enemiga Troya.

Ulises,

para entrar secreto en la ciudad,

se deformó la piel.

Estadista del engaño,

esteta del artificio,

padre,

solo sé de vos

como un cronista de guerra.

“Troya, aparta de mí este cáliz” será presentado este sábado a las 19 en la sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551). Daniel Mecca dialogará con Luis Gusmán, Ana María Shua y Eduardo Mileo, y habrá lecturas y jazz en vivo.

Quién es Daniel Mecca

♦ Nació en Buenos Aires en 1986. Es periodista, poeta, docente y gestor cultural.

♦ Es creador del festival #BorgesPalooza, del newsletter Poesía por WhatsApp y del Centro de Atención al Lector, que fue elegido como uno de los proyectos ganadores del Fondo Metropolitano 2022.

♦ Es autor de los libros de poesía Ahorcados en la felicidad (2009), Lírico (2014), Haikus periodísticos (2016), Música de incendios (2021) y Troya, aparta de mí este cáliz (2022).

♦ Da seminarios sobre Borges y organiza el recorrido “#BorgesTour, una caminata guiada por la Buenos Aires de Borges”.

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