Victoria Ocampo y Albert Camus: una amistad amenazada por la enfermedad y el peronismo

La editorial Sudamericana acaba de publicar un volumen con la correspondencia que la intelectual argentina y el autor de “El extranjero” mantuvieron entre 1946 y 1959. El libro se abre con un texto de Eduardo Paz Leston, miembro del consejo de administración de la Fundación Sur, que aquí reproducimos.

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Por Eduardo Paz Leston.

Victoria Ocampo y Albert Camus
Victoria Ocampo y Albert Camus

Así recordaba Victoria Ocampo el verano de 1946: "El corredor que rodea mi casa es como la cubierta de un barco, un barco que navega en todos los verdores de la tierra. Yo iba y venía por esa cubierta dictando. José Bianco escribía a máquina. Era verano. Acababa de leer —de descubrir con entusiasmo— Calígula, obra de un desconocido. Pero ya me parecía conocerlo y lo estaba traduciendo. Así me encontré con Albert Camus en Mar del Plata, hasta donde nunca tendría tiempo él de llegar, físicamente".

¿Qué significaba Calígula para Victoria Ocampo? En primer lugar era una alegoría de la dictadura. (Los argen­tinos ya tenían experiencia de los gobiernos de facto y de las democracias aparentes. Ese año comenzaba la más prolongada y más cínica de todas.) En segundo lugar, la creación de un personaje obsesionado por lo absoluto. Ese lado metafísico del personaje era lo que la atraía en T.E. Lawrence, el escritor inglés a cuya compleja per­sonalidad había dedicado un ensayo, un retrato moral,más exactamente, que sería publicado en Francia al año siguiente.

En su prefacio a la edición norteamericana de sus obras teatrales, dice Camus: "La pasión de lo imposible es, para un dramaturgo, un objeto de estudio tan válido como la codicia y el adulterio". Y aludiendo a determinados as­pectos de su personaje, añade: "Sin embargo tengo poca estima por cierto arte que elige chocar, a falta de no saber convencer. Y si, por desgracia, resultara yo ser escandalo­so, sería únicamente a causa de esa afición desmedida por la verdad que un artista no podría repudiar sin renunciar a su propio arte".

Victoria Ocampo y Albert Camus: Correspondencia (1946-1959)
Victoria Ocampo y Albert Camus: Correspondencia (1946-1959)

Cuando Victoria Ocampo pidió los derechos de traduc­ción a Gallimard, fue Roger Caillois quien los gestionó. "Con respecto a Calígula —le dice Caillois en una carta— te envié un cable indicándote el precio de publicación en una revista. Camus está encantado. Te estima mucho. Co­noce Sur y ha leído tu Lawrence."

Calígula apareció en la revista Sur en los números de marzo y abril de 1946. También en su número de junio Sur publicó "Cartas a un amigo alemán". Por entonces, Victoria Ocampo se encontraba en Nueva York preparan­do su largo viaje a Europa —estuvo allí alrededor de diez meses—, para entrevistarse con editores y escritores ingle­ses y franceses con el fin de obtener colaboraciones para dos números especiales de su revista dedicados respectiva­mente a las letras inglesas y francesas. Cuando supo que Camus daba una conferencia, asistió a la misma y fue luego a saludarlo: "Soy su traductora —le dijo—. Sur. Buenos Aires".

¿Habrá pensado Camus —asediado por mujeres de diferentes edades a lo largo de su viaje— que la atracción que [Victoria] sentía por él no era exclusi­vamente intelectual?

Victoria Ocampo cuenta que se vieron varias veces du­rante ese viaje. Salían a caminar, almorzaban juntos, iban al teatro, etc. En recuerdo de aquellos días Camus le dedicó su melancólica evocación de esa ciudad titulada "Lluvias de Nueva York". Sin embargo, en su detallado diario de viaje de aquel año, que abarca su gira por los Estados Unidos y Canadá, Camus no la menciona. ¿Habrá pensado Camus —asediado por mujeres de diferentes edades a lo largo de su viaje— que la atracción que sentía por él no era exclusi­vamente intelectual? Es probable. También es probable que Victoria Ocampo no fuera consciente de lo que sucedía. De todos modos volvieron a encontrarse en París unos meses más tarde y la amistad entre ellos fue muy fructífera para ambos.

Victoria Ocampo, foto de Gisele Freund, unos años antes de conocer a Camus
Victoria Ocampo, foto de Gisele Freund, unos años antes de conocer a Camus

A su regreso recrudeció la tuberculosis de Camus, que no cuidaba de su salud, puesto que no quería o no podía dejar de fumar. En una carta del 20 de julio escrita desde París, Victoria le cuenta a su hermana Angélica: "Comí con Camus el jueves. Es de verdad una de las mejores veladas, en realidad la mejor que pasé en París. Me parece inteligente, humano, honesto, encantador. Mi idea es hacer un libro sobre Lawrence (solicitar ensayos a los que están impresio­nados con el personaje a través de la obra y que ven en él algo que es particular de nuestra época), le gusta tanto que quiere publicarlo en Gallimard, en la colección que él dirige". Y más adelante agrega: "Camus tiene muchos deseos de publicar libros argentinos y le he prestado varios. Vendrá a Buenos Aires".

Durante su estadía en París, Victoria Ocampo hizo de intermediaria entre las editoriales Emecé y Gallimard para conseguir los derechos de traducción de L'Étranger en la Ar­gentina a pedido de Bioy Casares, su cuñado.

El anunciado número de Sur dedicado a las letras fran­cesas apareció finalmente en el verano de 1947. Entre las colaboraciones de ese número memorable había una de Camus titulada "Desterrados en la peste". Se trataba de la primera versión de un capítulo de La peste. La peste saldría en Francia en junio de ese año. Además del texto de Camus el sumario incluía el Teseo de André Gide, "La rosa y la re­seda" de Aragon, "La ley del desierto" de André Malraux —capítulo de un libro sobre Lawrence que quedó incon­cluso—, poemas de Éluard y Francis Ponge, "El existencialismo es un humanismo" de Jean-Paul Sartre y ensayos de Jean Paulhan y Julien Gracq.

Al año siguiente la Editorial Sur publicó La peste. Otras colaboraciones de Camus siguieron apareciendo en las pági­nas de Sur durante 1949: "El artista es testigo de la libertad" y "Lluvias de Nueva York" ya mencionada. Así, la fama de Camus quedó cimentada en la Argentina.

El equipo de la revista Sur comandado por Victoria Ocampo. A su lado, con bastón, Jorge Luis Borges
El equipo de la revista Sur comandado por Victoria Ocampo. A su lado, con bastón, Jorge Luis Borges

En junio de 1949, Camus le anunció su postergado viaje a América del Sur, pero le dijo que el viaje estaba signado por la mala suerte. Acababa de enterarse de que El malenten­dido había sido prohibido por la censura argentina. Por un lado, no estaba convencido de que ese viaje fuera oportuno, por el otro, era atacado en la prensa por su posición anti­totalitaria que no se prestaba al juego de los comunistas y necesitaba ausentarse de París por un tiempo.

Camus hizo el viaje en barco porque evitaba el avión. Le pidió a su amiga que lo esperara en Brasil. Pero ella no pudo hacerlo. Camus permaneció cerca de un mes en Brasil. Dejó apuntes muy detallados de su estadía que incluían la crónica de una macumba que utilizó para "La pierre qui pousse", uno de sus mejores cuentos

Después de haber estado dos días en Montevideo donde dio una conferencia organizada por Susana Soca, directora de la revista bilingüe La Licorne, Camus llegó a la mañana temprano a Buenos Aires, donde permaneció el 12 y 13 de agosto y parte del 14 en que tomó el avión a Santiago de Chile.

Contrariamente a lo que le habían aconsejado, Camus se soli­darizó con Victoria Ocampo y los escritores del grupo Sur, opositores al gobierno peronista

Al aceptar la propuesta del Quai d'Orsay de hacer una gira de conferencias en América del Sur, se le advirtió a Camus que tuviera una actitud distante con Victoria Ocampo y sus amigos. Cuando el agregado cultural de la embajada de Francia le preguntó cuál sería el tema de su conferencia, Camus contestó: "La libertad de expresión". En ese caso el diplomático le advirtió que el texto tendría que ser aproba­do previamente por la censura argentina. Camus no sólo se negó a dar la conferencia anunciada sino que no quiso que su visita tuviera carácter oficial.

Villa Ocampo
Villa Ocampo

Contrariamente a lo que le habían aconsejado, se soli­darizó con Victoria Ocampo y los escritores del grupo Sur, opositores al gobierno peronista. Dice Victoria en el artícu­lo ya citado: "Camus sabía perfectamente a quién daba su adhesión y por qué; aquí como en otras partes del mundo. Y su adhesión fue siempre abierta, clara. No pactaba. Com­prendía muy bien, además, que nosotros estábamos ya ma­duros para el simbolismo de La peste y que 'éramos un país paralizado por una creciente plaga; una plaga que minaba nuestro organismo moral'".

Las dos noches que pasó en Buenos Aires, Camus vivió en Villa Ocampo. El día de su llegada hubo una recepción a la tarde, probablemente en la embajada de Francia. Camus no lo especifica. En su diario de viaje cuenta, en cambio, que "aterrizó" en casa de Victoria Ocampo, "una casa grande y agradable, en el estilo de Lo que el viento se llevó. Gran lujo antiguo. Tengo ganas de acostarme y de dormir hasta el fin del mundo".

Al día siguiente recibió cartas que su anfitriona le es­cribió desde su cuarto como acostumbraba a hacerlo con algunos de sus huéspedes. Cuando leyó los diarios, Camus advirtió que la prensa peronista omitió o suavizó sus decla­raciones del día anterior.

Almorzó con el director del diario La Prensa y a la tarde Victoria Ocampo le organizó en su casa una reunión con cuarenta intelectuales argentinos. Esa última noche comió a solas con Victoria. Conversaron, escucharon una ópera de Britten y algunos poemas de Baudelaire grabados por Vic­toria cuya interpretación Camus calificó de "admirable". Y agregó en sus Diarios de viaje: "Primera velada de distensión real desde mi partida. Debería quedarme aquí hasta el día de mi regreso —para evitar esa lucha continua que me ex­tenúa. Hay una paz, provisoria, en esta casa".

Albert Camus (foto: STF/AFP/Getty Images)
Albert Camus (foto: STF/AFP/Getty Images)

Camus regresó muy enfermo a París. Otra vez sufría de tuberculosis. Siguió enviando colaboraciones a Sur, entre otras, capítulos inéditos de L'homme révolté —erróneamente traducido en la Argentina como El hombre rebelde— y su ar­tículo sobre Oscar Wilde titulado "El artista preso". Camus, no está de más recordarlo, era un notable crítico literario. Basta mencionar su "Introducción a las Máximas de Cham­fort" y su artículo sobre las novelas de Roger Martin du Gard. Junto con el artículo mencionado le dice a su amiga en una carta: "Estoy contento de que le haya gustado 'El artista preso'. Estoy apegado a ese texto porque en él he puesto instintivamente lo que tengo, por el momento, de más re­cóndito. Hay hasta una confidencia (indirecta, desde luego) en una frase que describe bastante bien el tormento que no logro dominar desde hace un año (la que se refiere a la des­dicha del artista que conoce a partir de ahora los caminos de la gran obra, pero ya no tiene la fuerza o la capacidad de emprenderla)". La frase aludida es ésta: "Wilde no produjo nada después de la 'Balada' y conoció sin duda la indecible desgracia del artista que sabe cuáles son los caminos del ge­nio, pero no tiene ya la fuerza de tomarlos".

En el mismo número en que salió "El artista preso" —ma­yo-junio de 1953—, Sur incluyó el artículo de Thierry Maul­nier, "El problema moral del comunismo", en solidaridad con Camus. Camus había sido atacado por Jeanson y luego por Sartre en Les Temps Modernes a raíz de la publicación de L'homme révolté. En lo que respecta a la supuesta debilidad de sus argumentos, Camus respondió a Jeanson: "La verdad que hay que rescribir y reafirmar frente a su artículo es que mi libro no niega la historia (negación que carecería de sentido) sino que critica solamente la actitud que tiende a hacer de la historia un absoluto".

En realidad, el distanciamiento público con Sartre data de 1946. En su carta al director de La Nef dice Camus: "El existencialismo es una filosofía completa, una visión del mundo que supone una metafísica y una moral. Si bien per­cibo la importancia histórica de este movimiento no tengo suficiente confianza en la razón para entrar en un sistema. Tan cierto es esto que el manifiesto de Sartre, en el primer número de Les Temps Modernes, me parece inaceptable. La tarea de una revista no consiste en confundir (los diarios ya lo hacen muy bien) sino en matizar".

Homanaje a Camus en Buenos Aires
Homanaje a Camus en Buenos Aires

Cuando Camus se dedicó a hacer adaptaciones teatrales como un medio de salir de su bloqueo, Victoria Ocampo, cuya primera vocación había sido el teatro, tradujo dos de ellas: Réquiem para una reclusa y Los poseídos sobre sendas nove­las de Faulkner y Dostoievski. Con fecha 1 de abril de 1953, Camus le anunció en una carta "he vuelto al español". "Tra­duzco La devoción de la Cruz de Calderón. Ya ve que traba­jo en medio del milagro. ¿Conoce usted el final de la obra, la admirable invocación de Eusebio a la Cruz? Cuando uno piensa que un sacerdote ha escrito esta obra de incesto y de monja violada, uno se dice que nuestros mezquinos ateos de bistrot son tímidas niñas que hacen su primera comunión."

Además de su adaptación de la novela de Faulkner, la Editorial Sur publicó Bodas y El verano. Sabemos, por otra parte, que Camus revisaba personalmente las traducciones al español de sus libros y que no autorizaba la representa­ción de sus obras teatrales si no aprobaba el punto de vista del director. En una carta fechada en octubre de 1953 le explica a su editora: "El travestismo me produce horror. Calígula debe ser interpretado virilmente. Es una mezcla de Hamlet y de Stavroguin (guardando las distancias). Nada que ver con Lafcadio ni con Dorian Gray. Lo lamento por sus jóvenes actores pero la idea de ellos es descabellada y no puedo autorizarles, por su propio interés, que representen Calígula".

Tanto Albert Camus como Victoria Ocampo practica­ron la honestidad intelectual sin medir las consecuencias

Después de la muerte de Camus, Victoria Ocampo se ocupó de revisar las traducciones a pedido de Francine Camus y mantuvo con ella una correspondencia que duró hasta la desaparición de la escritora argentina.

Tanto Albert Camus como Victoria Ocampo practica­ron la honestidad intelectual sin medir las consecuencias. Se negaron a pactar. Prefirieron la soledad.

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