Sentirse ágil y hábil después de los 40 años puede estar al alcance de todos. Un grupo de científicos de los Estados Unidos descubrió que el ejercicio regular activa la dopamina, una sustancia del cerebro clave para moverse, recordar y tener buen ánimo.
La sorpresa es que esa ventaja también se obtiene en la mediana edad. Este hallazgo prueba que cualquier persona adulta puede ganar coordinación y velocidad con actividad física. No se trata solo de fuerza muscular.
El secreto está en cómo se recupera la agilidad al moverse cuando pasan los años, según el estudio que publicaron en la revista NPJ Parkinson’s Disease.
Según los investigadores, el impacto del ejercicio sobre la salud cerebral y la movilidad no es exclusivo para los jóvenes y cada etapa de la vida puede disfrutarse con más libertad de movimiento.
La investigación fue realizada en el centro Langone Health de la Universidad de Nueva York, dirigida por Guendalina Bastioli, doctora y hoy parte de la Universidad Vita-Salute San Raffaele.
Margaret Rice, doctora y profesora en neurocirugía y neurociencia en Nueva York, integró el equipo junto a colegas de la Fundación Marlene y Paolo Fresco para el Parkinson.
Cómo envejece el cerebro con movimiento
A medida que cumplen años, las personas y los animales suelen notar que moverse cuesta cada vez más.
Los científicos sabían que el “ejercicio aeróbico”, como correr, nadar o bailar, favorece la salud cerebral, pero nadie había explicado cómo funcionaba esto en cerebros envejecidos.
La gran pregunta era si el ejercicio puede aumentar la dopamina también cuando envejecen las neuronas encargadas de producirla. Los investigadores quisieron saber si la actividad física sigue brindando ventajas después de la juventud.
Buscaron comprobar si moverse todos los días ayuda a restaurar la facilidad de movimiento y la agilidad, que son cualidades que suelen debilitarse con el envejecimiento, tanto en humanos como en animales.
Eligieron ratones de laboratorio que equivalen a personas de mediana edad para observar mejor las diferencias en el sistema encargado del movimiento, regulado por la dopamina.
Querían saber también si estas mejoras dependían de ganar fuerza muscular o de la coordinación. Por eso, analizaron varios aspectos asociados a movilidad, reflejos y energía física antes y después del ejercicio.
El objetivo clave fue averiguar si el movimiento diario fortalece el cerebro incluso cuando las neuronas dopaminérgicas, responsables de generar dopamina, disminuyen con los años.
Desde el inicio, la hipótesis fue concreta: si los cerebros jóvenes producen más dopamina al ejercitarse, ¿podrá el mismo proceso devolverle agilidad a los que ya cruzaron la juventud?
Rueda, esfuerzo y cerebro: así se hizo el estudio
El equipo trabajó con dos docenas de ratones, algunos con acceso libre a una rueda para correr y otros con una rueda bloqueada para mantenerse sedentarios.
Tras un mes de ejercicio, todos los animales pasaron pruebas para bajar de un poste, moverse rápido por una arena y demostrar la fuerza de sus patas.
Los expertos hallaron que los corredores de mediana edad podían bajar más rápido y moverse con mayor agilidad que los animales de la misma edad sin acceso a una rueda que funcionase.
Lo curioso fue que los corredores no aumentaron su fuerza muscular, lo que demostró que la coordinación y la agilidad, y no la fuerza, explicaban la mejora. Las mejoras resultaron únicamente del aumento de la coordinación motora y no por la fuerza.
También encontraron que los ratones que hacían ejercicio liberaron un 50% más de dopamina que los sedentarios, una diferencia muy marcada en la zona del cerebro llamada estriado, una estructura esencial para el movimiento y la motivación.
En esa etapa, los científicos vieron que aunque las hembras corrieron el doble que los machos, ambos grupos ganaron los mismos beneficios en dopamina y agilidad.
Esto indicó que una vez se alcanza una “dosis” necesaria de ejercicio, no hay más mejora sumando tiempo o intensidad.
El experimento mostró que la cantidad de actividad física, y no el sexo ni la fuerza, es lo que activa a la dopamina para mejorar la movilidad. Se demostró así que con el esfuerzo justo, el cerebro cambia.
Otra observación clave fue que estos resultados se obtuvieron solo con un mes de movimiento voluntario. Ese período permitió comprobar efectos tan directos sobre el cerebro y la forma de caminar y moverse.
La investigación, basada en métodos rigurosos y comparativos, fue financiada por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos y la Fundación Parkinson, con la meta de entender si el mecanismo descubierto será igual en humanos.
La doctora Rice afirmó: “Estos resultados aportan evidencia neuroquímica de por qué el ejercicio mejora desde la memoria hasta el movimiento y el estado de ánimo, dimensiones que se ven afectadas en personas con enfermedad de Parkinson”.
Los científicos aconsejan hacer ejercicio con regularidad para conservar la agilidad y facilidad de movimiento superados los 40 años, mientras se avanza en estudios sobre los seres humanos.
El principal límite fue que el experimento solo se realizó en ratones. Falta confirmar si en personas el ejercicio produce igual aumento en la dopamina cerebral.
Los próximos pasos serán probar en modelos animales con enfermedad de Parkinson antes de trasladar estos hallazgos a la clínica.
El mensaje es claro para cualquier edad: moverse ayuda a mantener la química cerebral en forma y puede ser clave frente a enfermedades como Parkinson. Los expertos esperan que futuros estudios lo confirmen y abran nuevas puertas para mejorar la vida al envejecer.