La felicidad alcanza su punto más bajo a los 47 años, pero hay esperanza tras la crisis: esto es lo que dice la ciencia

El estudio revela que, tras la caída de felicidad en la mediana edad, la satisfacción vital comienza a repuntar a partir de los 50, un patrón que también se observa en España

Un estudio recoge la pérdida de bienestar general a los 47 años, con un repunte en bienestar y salud mental posterior (Infobae Argentina)

La felicidad alcanza su punto más bajo a los 47 años. Ese es el dato central que arroja un estudio elaborado por la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER). Según el análisis, el bienestar personal sigue una curva en forma de U a lo largo de la vida. Esto quiere decir que es alto en la juventud, desciende progresivamente hasta la mediana edad y vuelve a repuntar a partir de los 50 años.

La investigación, llevada a cabo por el economista David G. Blanchflower, señala que el mínimo de bienestar se sitúa en torno a los 47 años. A partir de ese momento, la satisfacción vital comienza a recuperarse y mantiene una tendencia en progresión.

Los datos muestran que, desde los 18 años, la percepción de felicidad va disminuyendo de forma gradual. El descenso se prolonga durante casi tres décadas hasta alcanzar ese punto crítico en la mediana edad.

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Lejos de tratarse de un fenómeno puntual, el patrón se repite de forma consistente en personas de distintos países. Además, según la investigación, esto sucede en grupos sociales con niveles de renta diferentes, lo que indica que no es un rasgo cultural aislado.

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La relación entre edad y felicidad

Blanchflower explica que esta relación entre edad y felicidad ha sido uno de los hallazgos más importantes de las ciencias sociales. Durante años, la llamada “curva de la felicidad” fue objeto de debate entre economistas y psicólogos, pero los datos terminaron reforzando su solidez. Según el investigador, incluso estudios realizados con simios han detectado un patrón similar.

La caída del bienestar en torno a los 47 años suele asociarse a lo que popularmente se conoce como crisis de la mediana edad. En esta etapa las presiones de la cotidianeidad adulta se concentran con presión. Responsabilidad laboral elevada, conciliación familiar, preocupaciones económicas, mayor estrés y carga mental en el día a día. Todo ello contribuye al deterioro de la satisfacción personal, aumentando esa percepción de incomodidad en la vida diaria.

El aumento de las responsabilidades cotidianas aumenta la percepción de la pérdida en calidad de vida (istock)

Sin embargo, el estudio subraya que lo más relevante ocurre después. A partir de los 50 años, la curva cambia de sentido. La felicidad comienza a aumentar de forma sostenida y se mantiene en niveles elevados durante años. Personas de 60 y 70 años registran niveles de bienestar comparables a los de etapas mucho más tempranas de la vida, como la adolescencia.

La investigación también destaca que este comportamiento se reproduce en España. Según recoge elEconomista.es, los datos no presentan diferencias significativas entre países, lo que refuerza la idea de que se trata de un fenómeno generalizado. La edad del mínimo de felicidad y el posterior repunte se repiten con precisión.

El estudio invita, por tanto, a interpretar la mediana edad no como un punto de no retorno, sino como una fase transitoria. Aunque el descenso del bienestar es real, también lo es la recuperación posterior, que llega de forma natural con el paso del tiempo.

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