Una investigación pone fecha a la muerte de Doñana: las temperaturas, las escasas lluvias y la mala gestión del agua como causantes

La degradación de este enclave de gran importancia para la biodiversidad lleva décadas siendo alertada por la comunidad científica y diversos colectivos

Imagen de archivo de las vistas de la finca "Veta La Palma", en el Parque de Doñana. (Rocío Ruz/Europa Press)

Doñana es uno de los espacios naturales más valiosos de nuestro país. Reconocido internacionalmente por su biodiversidad y por ser refugio de numerosas especies, este gran humedal se convierte en un enclave vital. Allí se reproducen, escalan e invernan numerosas aves acuáticas y viven animales en peligro de extinción, como el lince ibérico o el águila imperial ibérica.

Sin embargo, el equilibrio de Doñana, designado Patrimonio Mundial de la Humanidad y Humedal de Importancia Internacional, peligra desde hace décadas. El uso excesivo de agua subterránea, la sobreexplotación por parte de la agricultura intensiva y el consumo humano o el declive progresivo de especies de plantas acuáticas amenazan este enclave único en el mundo.

Una reciente investigación de monitoreo de los recursos hídricos de Doñana, llevada a cabo por la Universidad de Sevilla, ha dado fecha a la muerte de su marisma. A través de las imágenes del satélite Sentinel-2 y el desarrollo de un algoritmo innovador basado en aprendizaje automático que permite detectar la presencia de agua superficial, el estudio cifra en 61 años su desaparición.

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Una investigación con imágenes satelitales apunta a la desaparición de marisma de Doñana en 61 años. (Universidad de Sevilla/Europa Press)

El trabajo —liderado por Emilia Ramírez Juidias, investigador del Departamento de Ingeniería Gráfica, y las estudiantes Clara Isabel González López y Paula Romero Beltrán, adscritas al programa de Altas Capacidades Intelectuales— toman los datos desde el 2005. El equipo ha observado que desde entonces hasta 2024 se ha perdido cerca del 15 % de la superficie húmeda media, de volumen de agua y profundidad; además, de esa cifra, más de un 13 % ha sido a partir de 2010. Ramírez Juidias destaca que esto coincide con “un aumento de las temperaturas y sobre todo un descenso acuciante en las precipitaciones”.

De la investigación no se desprende únicamente la cifra de 61 años. El estudio contempla un cálculo más pesimista, 45 años, según la evolución de las condiciones de temperatura y precipitaciones, y uno más optimista, 175.

Posibles soluciones al problema de Doñana

El objetivo principal del estudio —desarrollado en el marco del proyecto Aplicación del tratamiento digital de imágenes para el monitoreo de recursos hídricos en línea con la Agenda 2030— es ofrecer una herramienta tecnológica que permita seguir el estado hídrico en entornos naturales vulnerables, no solamente en Doñana. Así, se emplean la teledetección y el tratamiento digital de imágenes satelitales.

Imagen de archivo de Doñana. (Europa Press)

La clave, sin embargo, no es únicamente el monitoreo, sino permitir que sea más fácil tomar decisiones sobre la conservación de estos ecosistemas, que enfrentan un significativo deterioro ecológico a consecuencia del cambio climático, la escasez de agua y la presión humana.

Ramírez Juidias, además, aporta algunas estrategias que podrían servir para minimizar la pérdida de las marismas. La principal es el cierre definitivo de pozos ilegales y el control efectivo del uso del agua, algo que determinados colectivos y asociaciones llevan reclamando años.

También debe modificarse el modelo actual, dirigiéndonos hacia una agricultura más sostenible y que demande menos agua. Así, de los cultivos intensivos e “incompatibles con la disponibilidad real de recursos hídricos”, debería pasarse gradualmente a cultivos de bajo consumo hídrico y técnicas de riego eficientes, como el goteo.

Casi dos años y tres elecciones después, la Junta de Andalucía y el Gobierno central han enterrado el 'hacha de guerra' sobre Doñana.

Otra de las estrategias fundamentales que recalca el investigador es recuperar y restaurar las zonas húmedas que ya están degradadas por la desecación. Para ello, serían necesarias obras de reconexión hidrológica con el acuífero y la reintroducción de vegetación autóctona que retenga el agua.

Ramírez Juidias contempla, además, la reutilización de aguas depuradas para usos agrícolas y forestales, así como la adaptación al cambio climático mediante una planificación hidrológica integrada. Esto es fundamental en el escenario actual y futuro de nuestro país, protagonizado por la reducción de las precipitaciones, la subida de las temperaturas y un enclave cuya gestión hidrológica requiere un cambio.

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