La vivienda es un drama. La escalada de los precios del alquiler en las grandes ciudades europeas se ha convertido en una amenaza silenciosa para miles de inquilinos con ingresos bajos, y este fenómeno afecta a qué partido decidimos votar. Un reciente estudio publicado en Comparative Political Studies por Tarik Abou-Chadi, Denis Cohen y Thomas Kurer revelan que el aumento del coste del alquiler, lejos de motivar una búsqueda de soluciones progresistas, incrementa el apoyo a partidos de extrema derecha entre quienes más temen quedar excluidos de sus comunidades. El temor a perder la vivienda y verse obligados a abandonar el barrio en el que se han criado, en el que vive su familia y en torno al que han hecho su vida, lleva a los sectores vulnerables a refugiarse en opciones políticas que cuestionan con dureza al establishment y alimentan el descontento anti-élite.
Según el análisis liderado por Abou-Chadi, profesor de la Universidad de Oxford, la relación entre el encarecimiento de la vida y el giro radical no se basa simplemente en la imposibilidad de pagar el alquiler, sino en el miedo latente de futuro desarraigo. “Incluso cuando el alza de los precios aún no afecta a la renta que paga cada familia, el entorno envía señales de alarma sobre posibles aumentos y la amenaza de expulsión”, señalan los investigadores en Comparative Political Studies. Este clima de inestabilidad golpea a los inquilinos de ingresos bajos y que llevan tiempo viviendo en el mismo barrio, especialmente en áreas urbanas donde la transformación demográfica y la gentrificación avanzan de forma acelerada.
“El entorno envía señales de alarma sobre posibles aumentos y la amenaza de expulsión”
En estas circunstancias, crece la probabilidad de que un residente de bajos recursos opte por el voto a la derecha radical más de cuatro puntos porcentuales tras una subida local de 1 euro por metro cuadrado, una tendencia que evidencia la fuerza del componente emocional y de estatus frente a las promesas de redistribución tradicionalmente asociadas a la izquierda.
La investigación puntualiza que este fenómeno se manifiesta con especial nitidez en localidades densamente pobladas, donde el acceso a la vivienda se vuelve más competitivo y la presión simbólica respecto al “lugar en la escala social” aún más acuciante. Así, el estudio recoge que el voto radical surge menos de la privación material inmediata y más de la inquietud existencial por el riesgo de convertirse en un outsider en la propia ciudad: “El sentimiento de amenaza a la estabilidad cotidiana, y no el empobrecimiento factual, activa el respaldo a propuestas populistas y anti-elitistas”, explica el trabajo firmado por los académicos de la Universidad de Oxford, la Universidad de Mannheim y la Universidad de Zúrich.
La sensación de amenaza continua
Según los autores, el “riesgo del mercado de alquiler” no es solo el miedo a no poder pagar un alquiler más alto, sino también la preocupación de que cosas fuera del control del inquilino —como que el barrio cambie, que se muden personas con más dinero o que crezcan los negocios inmobiliarios— puedan modificar toda la vida diaria en el lugar donde ha vivido mucho tiempo. Ver todos los días nuevos avisos de alquiler caros, vecinos que se mudan seguido y escuchar que los precios pueden seguir subiendo hace que las personas se sientan aún más inseguras. Este miedo a perder sus costumbres y su entorno empuja a la gente a rechazar a los políticos tradicionales y a acercarse a propuestas que prometen detener esos cambios, cuidar “lo de siempre” y culpar a otros por la situación.
La evidencia estadística presentada por Abou-Chadi, Cohen y Kurer confirma la especificidad de este mecanismo psicológico. Entre los propietarios de vivienda —incluso en zonas de fuerte revalorización urbana— no se observa ningún efecto positivo asociado a subidas del precio del alquiler sobre el apoyo a la derecha radical. Por el contrario, el estudio señala que, para los propietarios de vivienda, cuando el valor de sus casas sube (por ejemplo, porque su barrio se revaloriza), ellos experimentan una sensación de bienestar y seguridad: sienten que su patrimonio es más valioso y que su situación económica mejora. Esto les da más confianza en cómo funcionan las cosas en la sociedad y en la economía. Por eso, resultan menos propensos a apoyar a partidos políticos que se presentan como anti-sistema o que quieren romper con las reglas establecidas.
La paradoja del caso alemán
La paradoja salta a la vista en el caso alemán, país con la mayor proporción de hogares inquilinos de la Unión Europea y marcado por contrastes territoriales notorios. Mientras la extrema derecha logra sus resultados más altos en regiones rurales deprimidas donde los alquileres se mantienen bajos, en los núcleos urbanos que experimentan auge económico el malestar generado por el mercado de alquiler puede convertirse en semilla de radicalización. Abou-Chadi y sus colaboradores subrayan que, al observar dinámicas intraurbanas, grupos en riesgo de ser desplazados en barrios de renta ascendente representan una reserva desapercibida de votantes radicales.
Estos individuos, por lo general con ingresos situados en el tramo inferior de la distribución, muestran un fuerte apego a sus entornos residenciales y enfrentan la doble amenaza de perder arraigos personales —amistades, costumbres, redes educativas— y descender en la escala simbólica del éxito social. “Para quienes disponen de menos recursos, el aumento del alquiler significa no solo una carga financiera, sino la posibilidad real de perder el sentido de pertenencia”, sostienen los autores en su estudio para Comparative Political Studies.
En el trasfondo cultural, la investigación advierte que el “riesgo de estatus” se convierte en terreno fértil para discursos políticos que apelan a la restauración, la protección frente a minorías o forasteros, o la denuncia de élites supuestamente indiferentes. De hecho, los autores puntualizan que la AfD, principal exponente de la derecha radical en Alemania, no ofrece políticas particularmente favorables a los inquilinos vulnerables (lo mismo ocurre en España con Vox), sino que canaliza el malestar mediante una retórica anti-élite y hostil al cambio. Esta diferencia entre lo que ofrecen los partidos y por qué la gente los vota muestra que las personas no eligen a la extrema derecha solo porque crean que va a mejorar su situación económica. Más bien, buscan sentirse protegidas y valoradas cuando tienen miedo de quedarse afuera o de perder su lugar en la sociedad.
El fenómeno hallado por Abou-Chadi, Cohen y Kurer trasciende la coyuntura alemana y apunta a la transformación política de las grandes ciudades europeas. El riesgo de perder la vivienda y el lugar en la jerarquía local alimenta sentimientos de ansiedad que no encuentran respuesta en discursos progresistas convencionales. Frente al desarraigo inminente, la alternativa radical se presenta como defensora de “los que siempre han estado aquí”, dando voz electoral al pánico de los que sienten el suelo moverse bajo sus pies. El estudio anticipa la necesidad de repensar las políticas urbanas y la competencia política en un continente donde el alquiler, cada vez más, define a los desplazados de la nueva economía.