Los veranos en Finlandia atraen a un invitado que tiene un “regalo no deseado” para las playas: “Hay que tener cuidado con cada paso”

Los finlandeses asumen con humor y paciencia los obstáculos que trae la llegada de los gansos, transformando una simple jornada playera en una experiencia única

Finlandia, el país más feliz del mundo... y el más cagado en verano. (Alexander Kuznetsov/Reuters)

Con apenas dos meses de temperaturas agradables al año, cada día soleado en Finlandia es un acontecimiento excepcional. Pero junto al sol y la arena, los habitantes de Helsinki conviven con un tercer invitado inevitable: el ganso barnacla cariblanca y su rastro de excrementos.

“Donde hay sol, habrá caca de ganso”, resumía con ironía Pauli Puirava, empresario y farmacéutico, mientras acomodaba su toalla en la playa de Hietaranta. “El verano es muy corto. Tenemos que aprovechar al máximo, aunque haya que esquivar cacas todo el tiempo”, señala al diario The New York Times.

Una invasión imparable

Según el Instituto Finlandés del Medio Ambiente, solo en Helsinki se contabilizaron 5.300 gansos en julio, una cifra que crece durante la primavera y el otoño con la llegada de aves migratorias desde el Ártico. Estas aves han colonizado parques, avenidas y, sobre todo, las playas.

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Para el director de las playas públicas de Helsinki, Jukka Lundgren, la batalla contra los excrementos se ha convertido en su día a día desde hace 15 años. “Puede haber una cantidad alarmante de excrementos. En algunas playas recogemos hasta 20 kilos de heces al día”, afirma.

La imagen se repite cada verano: veraneantes inspeccionando la arena antes de extender la toalla, deportistas de vóley-playa rezando para no aterrizar en un charco marrón, y padres vigilando que sus hijos no confundan el estiércol con piedras. “Hay que tener cuidado con cada paso. No hay ningún sitio al aire libre en Helsinki sin excrementos de ganso”, advierte Puirava.

Ganso barnacla cariblanca. (Imagen: Página Web)

Un desafío sanitario y estético

Más allá de la incomodidad estética, la presencia masiva de excrementos plantea riesgos sanitarios. Las heces de ganso pueden contener gérmenes como E. coli y salmonela, contaminando tanto la arena como el agua.

En parques y avenidas, el césped queda tapizado de heces, que se adhieren a zapatos, ruedas de bicicleta y carritos de bebé. Los gansos cruzan pasos de peatones y carriles bici con la misma naturalidad que los humanos.

Familia de gansos cruzando por un paso de cebra en Finlandia. (X/ Awais Khan)

Soluciones fallidas

El Ayuntamiento de Helsinki ha intentado contener la plaga con creatividad, pero con poco éxito. Se probaron grabaciones de águilas marinas para asustar a los gansos, pero las aves se acostumbraron rápidamente.

Se intentó mezclar las heces con arena, pero el agua resultó contaminada e incluso se valoró la contratación de perros patrulla especializados, como hacen en otras ciudades, pero el elevado coste y la falta de animales adiestrados lo hicieron inviable.

La última esperanza fue una máquina diseñada por el propio equipo de mantenimiento: una especie de tamiz con ruedas, similar a un cortacésped manual, para filtrar la arena. “Pronto descubrimos que era demasiado pesada y que se atascaba en la arena humedad”, cuenta Minni Aakko, líder del equipo de limpieza. “Ahora, la máquina que se suponía sería que era la solución se encuentra prácticamente abandonada en el almacén”.

El precio de tener sol

A diferencia de otros países como Canadá o California, donde se opta por trasladar o sacrificar a las aves, la legislación finlandesa prohíbe medidas drásticas en zonas urbanas.

En cambio, la ética de la convivencia con la naturaleza es una cuestión de identidad. “No podemos cazar ni reubicar de manera masiva a los gansos. Son parte del paisaje urbano, aunque sean incómodos”, afirma Lundgren.

Así, el método más efectivo sigue siendo el más rudimentario: pala, guantes de goma y paciencia. “No es un mal trabajo. Pero no es mi trabajo favorito aquí”, reconoce Aakko.

A pesar de todo, los finlandeses no están dispuestos a renunciar al verano. Con humor y estoicismo, han asumido que el disfrute de la playa siempre tendrá un precio. “Sabemos que el invitado no invitado siempre estará ahí: el ganso y su rastro inevitable”, dice Puirava.

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