El estrés de la mediana edad podría estar asociado al Alzheimer: “Hay un impacto duradero en la salud cerebral”

Según un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona en el que han participado más de 1.200 personas con antecedentes familiares de esta enfermedad, el estrés podría estar asociado a un mayor riesgo de demencia y deterioro cognitivo

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Un señor sentado de espaldas mira por la ventana (Shutterstock)
Un señor sentado de espaldas mira por la ventana (Shutterstock)

Las personas que hayan padecido experiencias estresantes en la mediana edad o durante la infancia, como la muerte de un ser querido, el desempleo o una enfermedad, pueden estar asociadas a un mayor riesgo de desarrollar Alzheimer y neuroinflamación, respectivamente. Así lo refleja un estudio publicado en Annals of Neurology que ha sido liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) en colaboración con el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall.

“Sabemos que la mediana edad es un periodo en el que empiezan a acumularse las patologías relacionadas con la enfermedad de Alzheimer. Es posible que estos años representen un periodo vulnerable en el que experimentar estrés psicológico pueda tener un impacto duradero en la salud cerebral”, explica Eleni Palpatzis, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio. Los análisis estadísticos han revelado que la acumulación de acontecimientos estresantes durante la mediana edad se asociaba a niveles más elevados de proteína β-amiloide (Aβ), un factor clave en el desarrollo de esta enfermedad neurodegenerativa progresiva.

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El objetivo de esta investigación, en la que han participado más de 1.200 personas con antecedentes familiares de Alzheimer, era evaluar si la acumulación de acontecimientos vitales estresantes a lo largo de la vida podría influir en el desarrollo de patologías relacionadas con esta enfermedad en etapas posteriores. Además de las entrevistas para analizar el número de acontecimientos vitales estresantes, a los participantes se les realizaron punciones lumbares y resonancias magnéticas para estudiar distintos biomarcadores relacionados con este trastorno.

El equipo de investigación también descubrió que los niveles más altos de experiencias estresantes en la infancia estaban asociados con un mayor riesgo de desarrollar neuroinflamación en edades más avanzadas. La inflamación se ha reconocido como una respuesta molecular clave en las enfermedades neurodegenerativas y estos resultados están en consonancia con las nuevas pruebas que sugieren que los traumas infantiles están relacionados con un aumento de la inflamación en la edad adulta.

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Células nerviosas del cerebro (Shutterstock)
Células nerviosas del cerebro (Shutterstock)

Diferencias por sexos

La acumulación de acontecimientos vitales estresantes a lo largo de la vida se asoció con mayores niveles de proteína β-amiloide (Aβ) sólo en los hombres. En las mujeres, sin embargo, los investigadores observaron que un mayor número de experiencias estresantes a lo largo de la vida se asociaba a menores volúmenes de materia gris, lo que implica que el estrés puede tener efectos específicos según el sexo. ”Nuestros resultados sugieren que los mecanismos a través de los cuales los factores estresantes de la vida afectan a la salud cerebral de hombres y mujeres son diferentes: acumulación de proteína amiloide en los hombres y atrofia cerebral en las mujeres”, señala por su parte Eider Arenaza-Urquijo, investigadora de ISGlobal y última autora del estudio.

Las autoras del estudio también encontraron que los acontecimientos vitales estresantes en personas con antecedentes de enfermedades psiquiátricas se asociaron con mayores niveles de proteínas Aβ y tau, neuroinflamación y con un menor volumen de materia gris, lo que sugiere que esta población podría ser más susceptible a los efectos de los acontecimientos vitales estresantes, por ejemplo, debido a una menor capacidad para afrontar el estrés que podría hacerles más vulnerables. No obstante, las investigadoras recuerdan que aún se necesitan más estudios para replicar y validar estos hallazgos iniciales.