Ahí lo tenemos, algunos, muchos, pocos, infinidad, pero ahí está: el libro es un objeto físico, tapas, páginas, letras, historias, conocimiento, algo concreto, muy concreto. Sin embargo, describirlo así sería faltar ala verdad. ¿Qué más tiene adherido, guardado, escondido?
“Un libro es un sueño que usted tiene en sus manos”, dijo Neil Gaiman. J.K. Rowling, la autora de la saga Harry Potter, tiene una idea similar: “Algo muy mágico puede suceder cuando se lee un buen libro”.
Pero si hay que citar un escritor, solo a uno, ese es Borges, y es argentino: “De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”.
Hablamos de ese objeto mágico, de instrumento asombroso, porque hoy, 15 de junio, se celebra en Argentina el Día del Libro. Muchos recuerdan más otra fecha, el 23 de abril, Día Internacional del Libro. Acá estamos hablando de una fiesta nacional.
Y decimos fiesta porque así se llamó desde 1924, cuando el entonces presidente Marcelo T. de Alvear declaró la fecha como “Fiesta del Libro”.
En su origen hay mujeres. Muchas, muchísimas, todas grandes lectoras que entendían la importancia de la lectura en la vida social y política de un país que, recordemos, aún no había cumplido su centenario. Fue en el año 1808, cuando se entregan por primera vez los premios de un concurso literario organizado por el Consejo Nacional de Mujeres, que comenzó un festejo anual.
El decreto presidencial decía que “es del mayor valor educativo consagrar un día especial del año a la recordación del libro como registro imperecedero del pensamiento y de la vida de los individuos y las sociedades, y como vínculo indestructible de las generaciones humanas de todas las razas, lenguas, creencias, etc.”.
Desde 1924 fue Fiesta del Libro, y en 1941 se decidió el cambio definitivo: Día del Libro. Lo resolvió el Ministerio de Educación de la Nación. Es una fecha muy singular: dos días antes, el 13 de junio, es el Día del Escritor, y el 17 de junio, el Día del Editor. No parece para nada casual que entre estas dos grandes figuras, el escritor y el editor, esté el libro. Faltan otras dos, igual de importantes, el librero y el lector. El primero tiene su día el 26 de abril y el segundo, el 24 de agosto.
Todas estos oficios, todos estos trabajos, no son otra cosa que planetas que giran en el firmamento de la literatura. En el centro, como un gran sol radiante y cálido, el libro. A ese objeto mágico y asombroso celebramos hoy en Argentina. Feliz Día del Libro.