La belleza de la semana: Buenos Aires, 6 pinturas, mil historias posibles

De un neerlandés que pintó por primera vez el puerto argentino en 1628 hasta ¿una ciudad voladora? El imaginario porteño que propone el arte está lejos de agotarse

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Buenos Aires, 6 pinturas, mil historias posibles
Buenos Aires, 6 pinturas, mil historias posibles

Entre el Río de la Plata y ese borde zigzagueante que es la General Paz tenemos de todo: el Microcentro, los bosques de Palermo, el Obelisco, Caminito, los rascacielos de Puerto Madero, las plazas, los clubes de fútbol, las iglesias, el skyline... todo en Buenos Aires está sumergido en una atmósfera artístico. Hay historia y hay vanguardia, hay clasicismo y hay modernismo, hay tradición y rupturas. Esta ciudad, capital de la Argentina, tiene de todo. Y los pintores nos lo han hecho saber.

¿Y cuándo empezó esta historia de amor, este romance entre el arte y la ciudad? Podría decirse, quizás, que desde que Johannes Vingboons pintó por primera vez el puerto de Buenos Aires. Al menos es el primer registro que tenemos. La acuarela fue realizada en 1628 por este pintor neerlandés. En su parte superior escribió: “Así aparece la ciudad de Buenos Aires, ubicada en el rio de la Plata”.

Lo que en la postal se aprecia es la iglesia de San Francisco, el primitivo Fuerte, las casas de la Catedral, la iglesia de la Merced y la ermita de San Sebastián, que fue levantada en la actual Plaza San Martín. Abajo a la izquierda se halla fondeada una nave con la bandera corsaria y la de Holanda, imagen que fue agregada en el taller de Vingboons. Éste era el aspecto que presentaba la ciudad cincuenta años después de su fundación. Acá, podríamos decir, nace el mito.

Pintura del puerto de Buenos Aires, año 1628, de Johannes Vingboons
Pintura del puerto de Buenos Aires, año 1628, de Johannes Vingboons

Al cumplirse un siglo de la Revolución de Mayo, se le encargó a Francisco Fortuny un óleo especial. El resultado es una postal histórica que ilustra manuales de historias. No es para menos: aquel mes, Buenos Aires dejó de ser la capital del virreinato del Río de la Plata, dependiente del rey de España, y las Provincias Unidas formaron su Primera Junta de gobierno. Fortuny, que era un pintor argentino de origen español, aceptó con gusto. Tituló a su obra La Revolución de Mayo.

“La Revolución de Mayo” (1910) de Francisco Fortuny
“La Revolución de Mayo” (1910) de Francisco Fortuny

Un clásico del arte porteño es Benito Quinquela Martín. Bastará con decir que nació y murió en Buenos Aires, que pintó como nadie los puertos, la vida diaria junto al río, La Boca —en 1968 declaró a la revista Esquiú: “La Boca es un invento mío—, y que logró gran reconocimiento internacional y cariño local. Una muestra de su sensibilidad es Puente de Barracas, óleo sobre tela que se encuentra en el Museo de Bellas Artes “Benito Quinquela Martín”.

“Puente de Barracas” de Benito Quinquela Martín
“Puente de Barracas” de Benito Quinquela Martín

En una línea bastante directa ubicamos Manifestación, de Antonio Berni, de 1934, que hoy está en el Malba. Según una aguafuerte que integra la carpeta Unidad, publicada en Buenos Aires durante 1936, se trata de una protesta que efectivamente ocurrió y que parece inspirarse en los personajes que miran hacia lo alto en el Expolio de Cristo del Greco. Los manifestantes observan a un orador que está fuera de la escena y situado más alto que la multitud.

Escribe el crítico Guillermo Fantoni: “En Manifestación, Berni dispone figuras en poderosos primeros planos que se suceden hacia el fondo conformando un mar de cabezas; sin embargo, no se trata de una masa indiferenciada, ya que cada componente del conjunto –que experimenta una situación de huelga y ha acudido a una concentración portando carteles– exhibe rasgos y actitudes que lo tornan singular”.

"Manifestación" (1934) de Antonio Berni
"Manifestación" (1934) de Antonio Berni

La Ciudad de Buenos Aires no sólo es una postal preciosa o la senda hacia la esperanza, también es horror. Lo fue, por ejemplo, durante la última dictadura militar, incluso en los años que precedieron. Un buen ejemplo es Paisaje urbano de Diana Dowek, un acrílico del año 1971 que utiliza la metáfora y la lleva hacia la literalidad. “Sigo entendiendo la pintura como un campo de batalla en el que se dirimen los conflictos y las contradicciones”, dijo en una entrevista a Infobae Cultura.

“Las pinturas de Diana Dowek (...) resultan ingenuas a primera vista, pero la contemplación nos da cuenta de los conflictos sociales que marcaron a la Argentina en ese momento. El paisaje que parece ingenuo se vuelve el representante de una época infausta. Como si fueran documentos históricos, estas imágenes-testimonio de gran realismo indagan temas como la violencia y la censura”, se lee en un artículo de 2019 de la revista digital Obras Bellas Artes.

“Paisaje urbano” (1971) de Diana Dowek
“Paisaje urbano” (1971) de Diana Dowek

Pero, ¿existe Buenos Aires más allá de sí misma? La literatura todo lo puede. La imaginación todo lo permite. En 1936 Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, más conocido como Xul Solar —pintor, escultor, escritor, músico, astrólogo, esoterista, inventor y lingüista argentino— pintó Vuel Villa. Lo que ofrece en ese cuadro es una ciudad que vuela gracias a globos aerostáticos y hélices con motores. ¿Podrá Buenos Aires volar algún día, dejar su territorio, duplicarse, multiplicarse?

Vuel Villa es una inverosímil máquina voladora que forma parte de toda la fantasiosa iconografía de Xul Solar. Esta acuarela sobre papel de 34 por 40 centímetros integra la Colección Museo Xul Solar, de la Fundación Pan Klub, en la ciudad de Buenos Aires. Cerca de 1959 escribiría el texto “Vuelvilla”, donde propone una ciudad volante como solución a un mundo superpoblado. Todo parece indicar que el imaginario de esta ciudad está lejos de agotarse.

"Vuel Villa" (1936), de Xul Solar
"Vuel Villa" (1936), de Xul Solar
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