“Los delincuentes” y “La calma”, dos nuevas películas argentinas que descuellan

El film de Rodrigo Moreno sobre un robo y sus consecuencias; y el de Mariano Cócolo centrado en una joven mujer que regresa a su pueblo, resaltan con peso propio entre los estreno de esta semana

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Trailer de de "La calma", de Mariano Cócolo

No todas las semanas se estrenan dos películas argentinas de gran potencia cinematográfica un mismo jueves. Menos aún se da que, además de las comerciales, hayan tenido por estos días una intersección en la sala Leopoldo Lugones, del Teatro San Martín, templo de la cinefilia porteña. “La Lugones”, así conocida por sus habitués, suele programar ciclos que repasan la cinematografía de determinadas naciones, retrospectivas de los autores consagrados o joyas restauradas. Durante los últimos días se proyectó en esa sala La calma, el debut del mendocino Mariano Cócolo, que ahora integra la programación del complejo Gaumont INCAA. Mientras que Los delincuentes, la consagratoria película de Rodrigo Moreno, está programada en la sala situada en el décimo piso del teatro de la avenida Corrientes, además de haberse estrenado en una gran cantidad de pantallas comerciales de todo el país.

Son días bondadosos para el público que ansía conocer en qué anda el nuevo cine nacional.

Tania Casciani es la protagonista de "La calma"
Tania Casciani es la protagonista de "La calma"

Honrar al padre

La calma, premiada por la crítica en el Festival de Toulouse, es una vigorosa película filmada en un blanco y negro. De una gran sofisticación y belleza, narra una historia sencilla y, a la vez, plena de energía fílmica y política. La cámara se sumerge en la vida de una mujer joven, obrera en una fábrica de botellas de vidrio. Su trabajo como supervisora de calidad consiste en ver desfilar frente a sí, en una cinta transportadora, centenares y centenares de botellas recién salidas del horno; detectar las fallidas y separarlas de la línea de montaje, estar atenta a cuál está bien y cuál está mal. La operaria se llama Nancy, quien luego de esa tarea rutinaria, asiste a clases de derecho en la universidad y ensaya frente a sus compañeras de pensión las leyes del derecho comercial, que conoce de memoria, frente a la cercanía de los exámenes. Durante una clase, una secretaria interrumpe su atención frente a la lección del profesor. Tiene una llamada telefónica. Algo ha pasado. Debe volver a su pueblo.

Nancy comienza de este modo una melancólica odisea, consecuencia de un accidente cerebrovascular que ha sufrido su padre, un puestero que vive en la soledad del desierto mendocino, junto a los chivos que se ocupa de criar. Allí hay una vecina que lo encontró caído en el piso, unas gallinas, una yegua, un paisaje natural majestuoso que cobija a una vivienda despojada en el abandono.

"La calma" muestra la problemática de los campesinos en Mendoza
"La calma" muestra la problemática de los campesinos en Mendoza

Los puesteros, se debe recordar, pertenecen a los sectores campesinos que habitan las alturas de las zonas de Cuyo o aquellas cercanas a las montañas, en otras provincias, que se caracterizan por reproducir el método de crianza del ganado caprino como lo hacían sus abuelos y los abuelos de sus abuelos. Un método que proviene de las épocas previas a la conquista y que sobrevive en la actualidad, aunque cada vez en menor medida, debido al crecimiento de las fronteras latifundistas. Así era el trabajo del padre de Nancy, que no puede hablar y casi ni puede moverse, inútil ya para el oficio que desarrolló toda la vida.

Por decantación, Nancy se hace cargo del puesto, en medio de los cuidados del padre y la lectura de la revista La Ley que llevó para continuar sus estudios. Atiende las necesidades humanas del progenitor enfermo, su alimentación, su higiene, el cuidado de los animales que, un amigo de la infancia le recuerda, aprendió de chica: “Las mañas nunca se pierden”. Otras cosas se pueden perder.

El filme tuvo su premiere mundial en el Festival de Cinélatino de Toulouse 2022
El filme tuvo su premiere mundial en el Festival de Cinélatino de Toulouse 2022

El latifundista que le compraba a su padre la producción, le hace a Nancy una oferta por las tierras. El interesado va en su camioneta acompañado a todos lados por hombres fornidos y amenazantes. El padre de Nancy no mejora. En medio de un paisaje de hermosura hiriente, ella debe decidir qué está bien y qué está mal, como cuando era operaria y supervisaba la calidad de las botellas. En esa tensa calma, sobrevendrá la decisión.

El film cuenta con una factura técnica irreprochable y se sostiene con la actuación inmensa de Tania Casciani, a quien la cámara atrapa durante toda la película (sólo en algún plano ella no está presente). Nancy es parca y sus gestos denotan una intranquilidad interior que contradice el silencio del que se rodea —salvo en momentos emotivos como cuando trata de consolar al padre, que intenta hablar, decir algo, sin poder hacerlo, aunque tal vez ella comprenda. El debut de Cócolo merece ser visto, ya que mediante una elegancia cinematográfica sin estridencias, revela un sincero trabajo fílmico y de una narratividad política enérgica.

Trailer de "Los delincuentes", de Rodrigo Moreno

Honrar la vida

Los delincuentes es probablemente la gran película del año, junto al documental El juicio, y ambos concurren actualmente a la etapa previa a que se conozcan las nominaciones a los Oscar: el film de Rodrigo Moreno fue postulado para el premio a “Mejor Película Extranjera” de la Academia de Hollywood por la Argentina y el documental de Ulises de la Orden está en la long list para “Mejor Documental”.

En Los delincuentes el espectador asiste a una inusual exhibición de la felicidad del cine durante las tres horas de su duración que, debe señalarse, no resultan pesadas ni difíciles de llevar, sino todo lo contrario.

"Los Delincuentes" es una travesía cinematográfica única
"Los Delincuentes" es una travesía cinematográfica única

Una sobreimpresión anuncia el comienzo de la primera parte de la película, en donde el espectador asiste a las rutinarias jornadas de un banco (aunque no tan rutinarias: una clienta, por ejemplo, es impedida de hacer una extracción bancaria porque la cajera se da cuenta de que su firma es exactamente igual a la de otro cliente, ya fallecido: ¿qué posibilidades en el mundo hay de que dos personas realicen exactamente la misma firma en una misma entidad bancaria, además?). Pero la vida es rutinaria, al fin: las cajas, el guardia de seguridad, las filas ante los trámites bancarios, el director, etcétera. Morán, uno de los bancarios, sale de su casa confiado en cambiar las cosas. Así, en el momento de guardar los dineros en la caja central, aprovecha un bolso entrado al descuido y se lleva del banco una exacta cantidad de billetes.

Ya fuera del banco, llama un compañero para hacerle “una oferta que no podrá rechazar”. La propuesta es que guarde el dinero del botín. Morán sabe que irá a la cárcel y que saldrá de ahí en tres años: ha dejado todos los rastros para dar con el culpable del robo. El razonamiento es sencillo: tres años de cárcel y después, el resto de su vida, en la libertad, no tener que volver jamás a ese trabajo. En medio de dudas y de angustia, su compañero acepta. Morán va a pasar los pocos días de libertad que le quedan en algún paraje azaroso de Córdoba.

Son unos pocos días de felicidad, alquilando una habitación a una pobladora, cabalgando, escuchando “Adónde está la libertad”, ese himno rockero de Pappo. Es como el haberse desprendido de (la alienación) del trabajo y del dinero convocara una fluida felicidad. En cambio, Román vive con el miedo del dinero en el placard. Su pareja percibe ese gesto ahondado de neurosis y de angustia, sabe que le oculta algo. Román sufre. Luego, llega la cárcel para Morán. Y el comienzo de la segunda parte.

Daniel Elías y Margarita Molfino, dos de los personajes centrales de "Los delincuentes"
Daniel Elías y Margarita Molfino, dos de los personajes centrales de "Los delincuentes"

Román se encamina al mismo paraje azaroso de Córdoba para cumplir con una misión y esconder el dinero del robo. Y allí estallará el hechizo que se incubaba en la primera parte cuando Morán llegaba a ese mismo lugar agreste, con lagunas entre las sierras, con personas amigables, con la posibilidad del amor y la participación en una película que ruedan desde hace un largo tiempo sus nuevos amigos en el poblado. Sin el dinero, desaparece la alienación y esto se traduce en unas imágenes fílmicas hermosas, en una narración de lo pequeño, pero tan hondo, de la nouvelle vague en las serranías.

Esta mixtura de géneros que comienza como una película de suspenso, primero; para luego explotar en la pura felicidad del cine, producen una película maravillosa, con los papeles protagónicos de Daniel Elías (Morán) y Esteban Bigliardi (Román) insuperables y con el resto del elenco a la altura, como Germán Silva que interpreta un doble papel: director del banco y capo de la cárcel (”Garrincha”), a quien Morán debe rendir cuentas. Resaltan hasta los pequeños pero lindísimos papeles interpretados por Adriana Aizenberg, madre del director, y los propios hijos de Moreno, muy pequeños, primero, ya más grandes, después. Es que la película tardó en filmarse cinco años y ese paso del tiempo también se observa en los protagonistas de la historia, con un elemento que le aporta un sentido realista a una fábula fílmica.

Rodrigo Moreno, director de "Los delincuentes"
Rodrigo Moreno, director de "Los delincuentes"

En películas anteriores como El custodio la alienación del hombre se expresaba de una forma extrema -en el rol de ese guardaespaldas que perdía todo resquicio de vida propia en función de custodiar al presidente- y en Reimon la alienación del trabajo se manifestaba en el día a día de una trabajadora doméstica: desde que su día comenzaba en un tren del conurbano y atravesaba limpiando varias casas, con sus personajes. En Los delincuentes se presenta el fenómeno utópico de la desalienación al alcanzar una vida natural, alejada de la mercancía “dinero”. Se trata de un film ambicioso y que alcanza exitosamente cada palmo de esa ambición y que produce, finalmente, esa dichosa felicidad del cine, objetivo abierto y secreto de todo espectador.

En medio de alienadas circunstancias contemporáneas, que dos películas de estas naturalezas alejadas una de la otra, pero eficaces y bellas, cada una con sus propias armas, producen una buena excusa para ir a verlas. Al fin y al cabo, qué mejor ingresar en la realidad del cine para descansar un poco del tembloroso contexto argentino actual.

[Fotos: Gentileza Mubi y Cinetren]