
“¿No tienes otra cosa mejor que hacer que entrevistarme a mí?”, dice Steve McCurry desde la ventana de Zoom. “Deberías estar escribiendo una novela o un poema. ¿De verdad vas a entrevistar a un fotógrafo? ¡Hablemos de Messi!”
Aunque su nombre no sea tan conocido, McCurry es una de las personas más influyentes para nuestra forma de mirar el mundo. Con decenas de portadas de revistas y libros, es el autor del ya legendario retrato de la niña afgana Sharbat Gula en 1984, que fue portada de la National Geographic. Además, simulando ser un muyahidín cruzó la frontera que estaba cerrada por los soviéticos y consiguió mostrar las primeras imágenes del conflicto en Afganistán.
El miércoles 15 se inaugura en el Pabellón Frers de La Rural, la exposición Icons que, con más de 100 fotografías de gran formato, presenta las imágenes más representativas de su carrera. Permanecerá abierta hasta el domingo 19 de marzo.

Amigo de Henri Cartier-Bresson y con un archivo de más de un millón de imágenes, McCurry recibió la Medalla de Oro Robert Capa, el National Press Photographers Award, y ha ganado cuatro veces el primer premio del concurso World Press Photo. Entre otros reconocimientos.
Pero ahora está más interesado en hablar de Lionel Messi. “Creo que es un ser humano excepcional y un talentoso”, dice. “Es como una gema rara. Solo hay que sentarse y apreciarlo. Lo que hace es magia, es belleza. Se trata del amor, se trata de la vida. Es simplemente increíble”.
—¿Puede haber arte en el deporte?
—No lo sé. Pero tal vez lo que él hace sea aún algo más grande. ¿Einstein era un artista? Yo terminé cautivado por lo que ha hecho con su vida y su carrera, lo que ha logrado. Es un hombre milagroso. Está más allá de las descripciones.
—¿Y usted es un artista?
—Puede llamarme como quiera. Yo me veo como un fotógrafo y me veo como un artista. Integro la tradición de lo documental. La gente siempre necesita poner etiquetas. Yo creo que el trabajo debe destacarse por sí mismo. Principalmente, me considero un artista.

—Lo vi en el agua, tirado en el suelo, bajo la lluvia: ¿hay algo que no haría por una foto?
—Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa, pero siempre brindando la seguridad y el respeto a hombres y animales. Tengo la determinación y la voluntad para soportar las dificultades. La vida está llena de luchas y, aunque tengas un trabajo fantástico, si no estás dispuesto a entregarte con pasión, tu vida será insatisfactoria. Sí: si no estás dispuesto a trabajar duro, deberías quedarte en la cama y dormir la siesta.
—Los protagonistas de sus fotos son siempre personas anónimas. ¿Qué excepcionalidad muestra la persona común?
—Mire a sus amigos, a su familia. Son gente maravillosa y ni son famosos ni conocidos. La gente que camina por la calle es tan interesante como cualquier presidente. Yo fotografío los lugares y las personas que me interesan y de las que necesito aprender más. Hay otros fotógrafos que hacen desnudos o son fotógrafos de aves, de insectos, de deportes, de moda, de lo que sea. Me parece genial. Sería muy aburrido que todos hiciéramos exactamente lo mismo. Cuando alguien me dice: “Por qué no hiciste esto o aquello”, yo le respondo: “Bueno, porque no quería. No es tu puto problema”. Cíteme textual: “¡No es tu puto problema!”. La vida es demasiado corta para que yo te diga cómo vivir tu vida.
—Hay fotos que se han vuelto tan icónicas que hasta podría decirse que cambiaron el curso de la historia. Pienso en la de la nena de Vietnam que sacó Nick Ut, por ejemplo. En su caso, la foto que mostraba una realidad a la que no le prestábamos atención, es la de la niña afgana. Sabemos que a ella le cambió la vida, pero ¿cómo te afectó esas fotos?
—No estoy seguro. Pero sí que cambió la de ella. Pudo escapar de los talibanes y su hija tiene la oportunidad de educarse. Como sabe, en Afganistán se les niega la educación a las niñas. Afortunadamente, ella y sus hijos podrán decidir su futuro sin que sea dictado por un gobierno.
—¿Qué intenta mostrar en un retrato?
—Quiero mostrar algo de su humanidad, algo en lo que nos podamos identificar. Creo que es fascinante reconocer nuestras emociones en otras personas. Miramos a otras personas y nos vemos a nosotros mismos. Yo me veo reflejado en ellos.
—Con más de cuarenta años de trayectoria y viajes continuamente, ¿cómo ha cambiado el mundo desde la caída de las Torres en 2001? Ahora que han pasado más de veinte años, ¿puede notar sus efectos?
—Creo que el mundo se volvió más inseguro. Están todas las restricciones en los aeropuertos y esas cosas. Pero el atentado a las Torres fue la muestra de una maldad indiscriminada que mató a 3.000 personas. A lo largo de la historia han ocurrido atrocidades: el holocausto, la esclavitud… Desafortunadamente, la naturaleza humana tiene a menudo una especie de maldad brutal y destructiva. Pero permítame aclarar que todas estas cosas fueron perpetradas en su mayoría por varones, no por mujeres. Y, así y todo, los hombres siempre tratamos de subyugarlas. Aunque creo que ahora está cambiando: creo que el varón se siente amenazado por la mujer. Y probablemente tenga razón en sentirse así porque las mujeres son muy inteligentes. Los varones vamos a tener que mejorar nuestro juego.
—Hay fotógrafos más romantizados que odian la cámara en el smartphone. Y hay otros más modernos que la aman. ¿Cómo se siente con la idea de tener un ojo ubicuo?
—Me causa gracia que alguien critique la cámara de teléfono celular, como si antes hubiera criticado la cámara de 8x10, la del rollo de película, la digital, la estenopeica, la cámara de plástico. Vuelvo a mi declaración anterior: todo depende de lo que quiera hacer el fotógrafo. Juzgar la forma en que alguien quiere expresarse es ignorancia encubierta. Si alguien quiere hacer arte con un celular, ¡bendito sea! Yo creo que la fotografía con celular es genial. Yo uso mi celular todos los días. Tengo algunas cámaras Leica, que son las mejores jamás hechas. Y también uso la cámara de mi teléfono celular. Soy un hombre feliz.
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