Las novelas de Eduardo Perrone, más allá del mito

La valoración del escritor tucumano, muerto en 2009, resurge tras la reedición de una obra que estaba descatalogada y permite apreciar sus valores literarios más allá de la romantización del “autor maldito”

Compartir
Compartir articulo
Las reediciones de las novelas del escritor tucumano Eduardo Perrone permiten apreciar el rasgo distintivo de sus relatos

Eduardo Perrone (1940-2009) ha escrito una serie de novelas ubicadas en la provincia de Tucumán y en la ciudad de Buenos Aires considerando los entornos ligados a la pobreza y la exclusión. Los libros narran personajes que viven en los márgenes económicos, las situaciones fuera de la ley y el destino trágico o fruto del inevitable fracaso. Debido al esfuerzo editorial de La Papa y Falta envido ediciones, podemos leer o releer este autor que había quedado descatalogado –mientras su figura crecía como un mito– ya que sus libros habían sido publicados en los años setenta y ochenta del siglo XX (por Ediciones de la Flor y Galerna) y no habían sido editados nuevamente hasta el 2021.

Las circunstancias vitales de Eduardo Perrone –infancia pobre, existencia errática, éxito editorial en la capital argentina y muerte en la marginalidad– han sido objeto de reflexión: algunos críticos y autores se han pronunciado sobre la creación y la perpetuación del mito del escritor maldito. Me abocaré a revisar las novelas bajo la premisa de separar el análisis de los textos de las fulguraciones del mito.

Una lección moral

Días de reír, días de llorar (1976) puede ser leída cómo una novela de iniciación al desencanto. El personaje narrador, Antonio, cuenta los pormenores de su infancia, su adolescencia y su juventud entre la miseria, el alcohol de los vecinos, la mugre, la precariedad material que inunda los espacios y los tiempos, la ruindad de las casas, la amistad con el Rengo y con los otros chicos, la tristeza frente al asesinato de su perro por parte de la “perrera” de la Municipalidad. También leemos el rol del chisme como sistema de comunicación –Doña Melchora y sus oraciones en los velorios–, las articulaciones sentimentales entre los vecinos (el curita aprueba un pesebre hecho con casi nada), las visitas al cine –la frustración al no entrar por falta de dinero–, el primer encuentro sexual con la Muda, la visita al prostíbulo de doña María Chiflada, y los robos pícaros que cometen Antonio y el Rengo.

Conocemos las vicisitudes en la escuela primaria, el cambio de barrio y los deseos de volver a tratar a los chicos más pobres en lugar de codearse con los hijos de los burgueses. Antonio habla descarnadamente de las circunstancias en las que se hace adulto y corrobora lo que era esperable en el barrio marginal de una ciudad pequeña y corrupta, entre los años cuarenta y setenta: el capitalismo no sigue la ética del imperativo kantiano ni la política se hace según el principio de la justicia. Algunos capítulos están enhebrados con un sarcasmo poderoso y el narrador consigue que nos riamos frente al dolor y la violación a los derechos más elementales de los niños y los adultos.

"Días de reír, días de llorar" (Falta envido ediciones)

Destaco la secuencia narrativa en la que Antonio presenta la peregrinación a una virgencita, evento conducido por una chica que hace milagros. Circula como un rumor de fuego (en San Cayetano, uno de los barrios más pobres de antes y del presente) la idea de que la muchacha cura a enfermos que cubren todo el arco de situaciones desgraciadas. Estas escenas describen, con cierta habilidad e ironía, los comportamientos de un sector de la población en una ciudad católica y supersticiosa. Podríamos decir que, quizás, uno de los logros del libro es presentar en pocas páginas las formas de las prácticas sociales. Hábil observador, Eduardo Perrone pone en escena el presente de las precariedades y las mezquindades y, también, los deseos imposibles de los excluidos.

En uno de los capítulos, Antonio narra el viaje que realizan con Daniel para conseguir sapos en un pueblo de la provincia, en el límite con Santiago del Estero. El viaje en tren desnuda los entretelones, las expectativas y las posibilidades rituales de los obreros y de los desocupados. Antonio describe las acciones de los pueblerinos y de los animales en el campo. Entre el miedo y el deseo de conseguir dinero a través de la venta de sapos, Daniel (y su improvisado ayudante Antonio) cifran en ese oficio la posibilidad del sustento. En el paseo obligatorio por el pueblo, un turco (forma coloquial de designar a un inmigrante árabe) despliega su arsenal de vocablos y su ingenuidad pueblerina.

Eduardo Perrone (1940-2009)

En esta novela de iniciación ubicada en una ciudad arrasada por la corrupción, Perrone brinda un instrumento de reflexión sobre cómo y quién construye el dispositivo de la narración novelesca. Sabemos que nunca hay neutralidad a la hora de pensar el yo del narrador. ¿En qué casos el narrador y lo que narra manifiestan de forma más nítida el grupo social del escritor? Quizás las novelas de Perrone conformen un caso claro de la relación más directa entre clase social y escritura.

Se podría decir que sus novelas evidencian una falta de oficio o el desinterés en el trabajo con las posibilidades de innovación compositiva. Alguien podría sugerir que este descuido o rechazo surge como efecto de las circunstancias materiales y sociales de los medios de producción literaria. Aunque acordemos con estas consideraciones sobre el trabajo literario de Perrone, podemos admitir que esta novela nos hace pensar en las imposibilidades de clase y nos entrega el fresco de un grupo de chicos que aprenden que la amargura no es un arte gratuito sino el resultado de la cruel pedagogía de la calle. En este contexto narrativo, frente a las atrocidades vividas y por vivir, el narrador se confiesa, y en esa confesión nos brinda una escéptica lección moral y política: “Empieza una nueva etapa en mi vida. La de no creer en nada”.

"Los pájaros se van a morir a Buenos Aires" (Falta envido ediciones)

Una novela sentimental

En Los pájaros se van a morir a Buenos Aires (novela editada en 2022 por Falta envido ediciones), el personaje es diferente a los personajes de las novelas publicadas en años anteriores. Pablo es un escritor que vende en las calles productos de consumo. Sus papeles de autor ignoto están tirados en un rincón de la pieza. Nacido en Uruguay (aquí hay un desplazamiento del origen autobiográfico del personaje), vive en un hotel barato de la ciudad de Buenos Aires y busca editor para sus libros (Pablo es el escritor fracasado al modo de Roberto Arlt). Al poco de empezar la peripecia planteada por la novela, Pablo conoce a una chica griega en un bar de la avenida Corrientes. La posibilidad de encontrar una novia se frustra al principio y es el primero de los fracasos. Un libro que ella lleva entre sus manos es un índice del concepto de amor trillado que trabaja la novela: el narrador cuenta que ella lee a Gustavo A. Bécquer. El hilo que enhebra los versos del autor español se expande en ciertas escenas ligadas al amor ingenuo y elemental; en cambio, el encuentro sexual con una mujer mayor en el cuartito de un departamento céntrico se liga a lo soez y lo burdo.

Como una forma de distraerse de la vida rutinaria y miserable (sus zapatos destruidos son una sinécdoque de la pobreza material) frecuenta el bar de Paco, un exiliado español que atiende las mesas sucias, plagadas por los sujetos de la calle. Esa barra de amigos sostiene, de alguna manera, la existencia desangelada de Pablo. Santiago, uno de los miembros de esa fauna callejera, lo invita a apostar en una carrera de caballos. Con Roque, un anciano que ocupa un rol paternal, y con Santiago, viajan a Rosario con la esperanza de ganar una suma millonaria que los salve del abismo vital. Como era de esperar, Pablo y Santiago pierden y se vuelven a la ciudad con los bolsillos vacíos. Otro amigo lo invita a una reunión de espiritistas. Aquí despunta ese humor que caracteriza a las novelas de Perrone: el amigo está convencido del emprendimiento ético de los espiritistas; Pablo, en cambio, se burla de las pretensiones adivinatorias y termina comiendo una manzana, apartado, expresando su escepticismo frente a la tarea salvífica del grupo.

En líneas generales, la novela brinda un cuadro de costumbres de los lúmpenes de la sociedad argentina de los años setenta. En este sentido, Los pájaros van a morir a Buenos Aires hace un aporte más etnográfico que literario sobre la variedad social que vivía en la miseria por esos años. Desde el punto de vista de la estructura narrativa y de la construcción temporal, la novela sigue los parámetros de la novela realista y no propone variaciones ni hace aportes estéticos. En todo caso, elabora un cuadro referencial y vivencial de la situación de este tipo de personajes en las circunstancias antes descriptas.

Hay una serie de escenas que rozan los lugares comunes de la representación social. Hacia la mitad del libro, Pablo cae preso por un error de percepción sobre una posibilidad de trabajo (es engañado por un ladrón de fósforos). Evangelía, la chica del desencuentro inicial, lo rescata: el reencuentro se produce en el contexto de una narración cursi, vulgarizada. Pablo representa, con frases trilladas y machistas, un modo del amor ligado a los folletines y las telenovelas. En otra situación nocturna y callejera, Pablo protege a una chica rica, suicida, y la lleva al departamento de otro amigo. Pablo narra una noche de amor exageradamente repentino y cariñoso: la escena repite el estereotipo trivial del enamoramiento rápido. En este sentido, el libro no logra salir del cliché. Incluso, se podría decir que la novela sigue el férreo parámetro de las posibilidades del modelo costumbrista.

Quizás la escena más memorable sea la que leemos en el capítulo dedicado a la entrega de los premios Casa de las Américas. Allí, Pablo se coloca al lado de un parrillero y se burla de las pretensiones de los escritores que dicen estar en la vanguardia política. Pablo desliza una serie de opiniones sazonadas con un sarcasmo afilado y la novela exhibe uno de sus momentos más logrados desde el punto de vista compositivo: el personaje brilla con una chispa sarcástica a través de observaciones políticas y antropológicas. Esta escena es un indicador de uno de los aspectos más destacados del libro: la descripción del desencanto de los personajes. Pablo pasa por situaciones que le provocan desencuentros, fracasos, falsas ilusiones, expectativas infundadas. El mundo es una trampa para Pablo y tarde o temprano eso que sale bien se vuelve un pozo cruel o el inicio de una caída. Eduardo Perrone elabora con un humor corrosivo una atmósfera que se inicia en una ambición ingenua y un desencanto como eco de una pérdida irreparable.

Los pájaros van a morir en Buenos Aires cumple con el protocolo de la novela realista. Y es, en algunos pasajes, kitsch y sentimental, en el sentido más simple. Tal vez sea el humor de Pablo –y ciertas observaciones de los personajes sobre la realidad circundante– lo que más repercuta en el lector del siglo XXI.

"Visita, francesa y completo" (Falta envido ediciones)

El punto más alto

En Visita, francesa y completo, Gervasio Moreno sale de la cárcel y se ubica en un conventillo abarrotado de prostitutas que trabajan bajo las órdenes de Chico y la Gorda Julia. Gervasio no quiere volver a vivir con su madre y su hermana: prefiere instalarse allí hasta que los vientos de su nueva vida se acomoden. A medida que trascurren los días y las noches, Gervasio se habitúa a los desórdenes rutinarios y fervorosos. Conoce a una serie de personajes del bajo fondo, una runfla hecha de alcohólicos, cafiolos, prostitutas y drogadictos. Gervasio entra lentamente en los hábitos del conventillo y de los negocios con la droga. Se podría decir que de a poco internaliza los códigos y el aprendizaje lo convertirá en un habitué de la noche más negra. En los sucesivos capítulos asistimos a la conversión de Gervasio en cafiolo: con las caídas y las recaídas será un conocedor de los pormenores de la noche prostibularia y de los negocios sucios.

Con la autobiografía a cuestas, Perrone arma un fresco nítido y harapiento de un conjunto de seres que trafican con sus cuerpos con el único propósito de sobrevivir. Chicho, la Gorda Julia, Alejandro, Andrés, entre otros, buscan el sustento como otros lo hacen a través de actividades menos cuestionadas por un sector de la sociedad. En este sentido, Perrone no enjuicia la moral de los personajes sino que logra plasmar el submundo de ese grupo social ligado a la trata de blancas y la venta ilegal de droga. ¿Qué lugar tienen la policía y la política en este abismal y oscuro submundo prostibulario? Visita, francesa y completo plantea las relaciones conflictivas entre los supuestos defensores de la ley y los que viven fuera de la ley. La novela pone en jaque las reglas del sistema y denuncia el incumplimiento de las mismas por parte de los que ostentan el poder. Uno de los personajes le cuenta a Gervasio que el cafisho mayor es el jefe de policía. De este modo, la sociedad burguesa y amable se convierte en el mundo al revés:

“…Todos los quilombos tienen que poner el arreglo semanalmente… Las timbas, ladrones de autos, quinieleros, punguistas y ladrones, todos ponen. Los traficantes de cocaína, los grandes por supuesto, están en la onda, también. Por ahí, a la larga, agarran un pobre infeliz que anda con cuatro o cinco papeles para rebuscárselas y que no está bajo la tutela de EL PATRÓN. Lo hacen para hacer teatro…”

En ese mundo al revés, los justos se unen a los injustos, los doctores cometen delitos como los pobres, los ricos son tan corruptos como los lúmpenes miserables. Dice el narrador a propósito de un baile en el conventillo: “Y en la pista codo a codo, bailaban el hijo del policía, la Gorda Julia, la chica de la vuelta, el farmacéutico de la esquina, las putas y el doctor de la otra cuadra”.

Eduardo Perrone en su juventud, objeto de una nota publicada en la revista Gente: "Primero preso durante casi 3 años, ahora absuelto de culpa y cargo"

En este orden invertido, Perrone ubica a Gervasio (¿un alter ego?), un personaje que disfruta de la nueva vida prostibularia una vez que ha asimilado los códigos de la nocturnidad más rastrera y sufrida. Cuando ya se ha convertido en un proxeneta entrenado, mira desde esos ojos las vidas arruinadas de las mujeres, e incluso de los hijos de las prostitutas. Pareciera que lo que le interesa a Gervasio (y a Perrone) es describir cómo transitan la existencia aquellos que desconfían de los procedimientos de la ley. Es decir, la novela expone la rutina de trabajo de las prostitutas, los cafiolos, los vendedores de droga, los crotos; ningún personaje –ni el narrador—aspira a cuestionar ni a cambiar el sentido de los sucesos. Todo ocurre como si las acciones, las decisiones y los logros de los personajes siguieran un orden prefijado, una especie de férreo destino.

Quizás por esto es una consecuencia esperable que los personajes manifiesten una actitud pesimista frente al entorno y a las cuestiones éticas planteadas en las distintas circunstancias. “El mundo no iba a cambiar “, dice Gervasio. El ambiente prostibulario tiene algo que atrae a los personajes. En ese imán irreversible escuchamos cierto determinismo sugerido en los ánimos y las actitudes. Dice el compadre: “Cada vez que me voy de acá pienso no volver nunca más, no tengo alma de rufián, pero pasan unos días y me falta algo; no sé, es imposible de explicarlo... (sic).” Alejandro sostiene que Liliana no tiene otra salida que la vida como puta: “La vida de ella es esta. No sabe hacer otra cosa, no tiene otro lugar en este mundo, no es tu culpa ni la mía, los culpables de esto son otros”.

Perrone cuestiona el sistema de explotación capitalista desde la acción ilegal y cruenta de los personajes. La gorda Julia dice a Gervasio: “¿Un muchacho joven, buen mozo, y busca trabajar? ¿Para que lo tengan cagando y le paguen un sueldo de mierda? ¿Para que de viejo deba vivir con esa limosna que les dan por jubilación? Perdone, pero usted es muy pelotudo m´hijo”.

En esta novela –y en las otras– Perrone introduce algunos episodios sórdidos, ligados a una estética grotesca, escenas que se podrían relacionar con lo que he denominado el “gótico del norte argentino”. Gervasio pone en boca de Juan, su compadre, la historia de Mercedes. Al enterarse de que el cafiolo se va con otra mujer, se siente despechada y planea un encuentro para vengarse:

“Mercedes lo escuchó sin alterarse, le dijo que comprendía y que le devolvería su libertad a condición de que al día siguiente saliesen juntos por última vez y visitaran los mismos lugares del día que se conocieron… cuando estuvieron en el mismo lugar, desierto y oscuro, se afirmaron contra un árbol. Mercedes le desabrochó el pantalón y sacándole la pija afuera empezó a acariciársela hasta sentirla bien dura en sus manos, la inclinó un poco hacia abajo… y con una navaja que había sacado con su mano derecha se la cortó a ras de un solo tajo”.

Eduardo Perrone en una imagen publicada en el documental "Maestros del Norte", dirigido por el realizador tucumano Álvaro Medina

En una de esas noches acaloradas, Gervasio conoce a Liliana, quien está casada con un cafiolo inútil y alcohólico. A pesar de las dotes negativas del marido, Gervasio no quiere acercarse a Liliana. Sin embargo, ella está dispuesta a todo. Y pronto se entrega a Gervasio y él la adopta como su mujer. De este modo, Gervasio atraviesa el primer escalón en su carrera de Cafiolo. La novela muestra las etapas de la conversión de Gervasio. Pasan frente el lector los momentos que jalonan la existencia: la venta de droga en el boliche, la fiesta de carnaval, la enfermedad de la madre, la muerte de Pío (un amigo sibarita y cínico), el enfrentamiento entre Alejandro (una especie de mentor de Gervasio en la arena de la noche) y Andrés.

Abundan en la novela los comportamientos signados por la violencia machista y la triste sumisión de las mujeres. “Está bien, no me pegués más, sí iré. ¡Por favor, no me pegués más!”, dice Liliana ante la orden de Gervasio de que vaya a trabajar en otro lugar. En este sentido la novela es una radiografía de una época, de la atmósfera social en una provincia católica, supersticiosa y patriarcal.

Una de las secuencias que merecen destacarse es aquella vinculada con el viaje de Liliana a una ciudad vecina. Ante la falta de trabajo y los conflictos locales, Gervasio decide llevar a su mujer a los prostíbulos de la provincia vecina. Perrone se vale de su cáustico sentido del humor para retratar las actitudes exageradas de los catamarqueños. El autor llama a la ciudad “Santíguate”. Los cafiolos de Catamarca se persignan ininterrumpidamente.

Desde el punto de vista compositivo, esta es la novela más lograda del autor. Aunque se notan ciertos saltos abruptos y fisuras en la textura de los diálogos, percibo que Perrone ha conseguido un orden adecuado para la trama ficcional, algo que en los otros libros no está del todo bien armado.

Como ha hecho notar Verónica Juliano en el Epílogo de la trilogía novelística (publicada por editorial La Papa en 2021), la lengua de los personajes es clave y configura lo que podríamos denominar una zona, ese espacio y ese tiempo pergeñados por el autor a partir de ciertos rasgos detectados en el lugar como punto de partida para sus ficciones. Perrone toma los modismos locales y construye con esas herramientas una zona lingüística y simbólica hecha de un fraseo y de un léxico que se podría llamar “perroneano”.

Visita francesa y completo es, quizás, el punto más alto de su producción narrativa, ya que expone una zona que ha sabido captar y que ha sabido narrar con tono propio, con esos personajes que están en el límite. Aunque algunos diálogos –un poco arrebatados y flojos– son la versión más esquemática de la lengua que Perrone forcejea, el zumbido lingüístico y escéptico del narrador resuena en el lector como una música pesimista que serpentea más allá del tiempo de la escritura.

Seguir leyendo

Últimas noticias

Ley Bases: aprobaron las privatizaciones, las facultades delegadas, la reforma laboral y se incorporó el capítulo Tabaco

La Cámara Baja inició pasado el mediodía del lunes el tratamiento que se prolongará hasta las primeras horas de la mañana de este martes. Francos y Karina Milei estuvieron en el Congreso

Cierra Antigua Casa Nuñez, la casa de guitarras que marcó a los porteños y que inspiró a Gardel y Atahualpa Yupanqui

Fue fundada en 1870 y sus instrumentos fueron el debut musical de varias generaciones. El local no logró recuperarse del estancamiento por el cierre compulsivo en pandemia, aunque la marca deslizó que es un “hasta luego”

Un ministro de Lula da Silva deberá declarar ante la Policía de Brasil por un caso de corrupción

Se trata del titular de Comunicaciones, José Juscelino Filho, quien prestará testimonio el próximo 10 de mayo. Se investigan supuestos desvíos de dinero público

Instagram, Facebook y Threads alertará si tu contenido fue hecho con inteligencia artificial

Este tipo de publicaciones ya no serán eliminadas de Instagram, Facebook y Threads, sino que se etiquetarán para hacerlas más reconocibles

Putin mantiene su bombardeo de desgaste contra Kharkiv: otro ataque contra infraestructuras ucranianas mató a un civil

La segunda ciudad del país sufre desde hace semanas el deterioro de las condiciones de la población por los misiles rusos. Mientras tanto, las fuerzas de Kiev intentan detener los avances de Rusia en Donetsk