Un hombre ofrece una cena gratis de Acción de Gracias para todos los que quieran

Por Cathy Free (Especial para The Washington Post)

Compartir
Compartir articulo
Scott Macaulay compra las cosas en un supermercado y prepara la cena de Acción de Gracias en su comunidad (Cortesía wickedlocal.com/The Washington Post)
Scott Macaulay compra las cosas en un supermercado y prepara la cena de Acción de Gracias en su comunidad (Cortesía wickedlocal.com/The Washington Post)

La primera vez que Scott Macaulay pasó solo el día de Acción de Gracias fue en 1985. Pensaba calentar un pavo congelado y ver un partido de fútbol para sofocar el silencio de su apartamento cerca de Boston.

Sus padres se acababan de divorciar y veía que en aquel lugar "nadie estaría hablando con nadie". "Sería un día de Acción de Gracias bastante nefasto. Y odio comer solo", confesaba.

Entonces, Macaulay, un reparador de aspiradoras divorciado, tuvo una idea: ¿qué pasaría si pusiera un anuncio en el periódico de su ciudad, el Melrose Free Press, e invitara a 12 desconocidos a unirse a él para celebrar el día de Acción de Gracias? Parecía un buen número para hospedar en la Primera Iglesia Bautista a la que asistía, y sí, estaba un poco loco, pero eso tenía que ser mejor que estar solo.

"Sabía que no podía ser el único en esta situación", comentaba. "Tenía que haber, al menos, una docena de personas que no quisieran pasar el día de Acción de Gracias solos".

En realidad, había más personas.

Scott Macaulay revisando fotografías de otras celebraciones de Acción de Gracias que ha organizado en la iglesia (Cortesía: wickedlocal.com/The Washington Post)
Scott Macaulay revisando fotografías de otras celebraciones de Acción de Gracias que ha organizado en la iglesia (Cortesía: wickedlocal.com/The Washington Post)

Desde que esos 12 extraños se reunieron alrededor de su mesa para comer pavo, relleno y pastel de calabaza hace 33 años, Macaulay ha hecho de su banquete gratis un evento anual, invitando a muchas personas a hacer una reserva llamando al número de teléfono de su oficina. No tiene teléfono celular ni computadora. En todos estos años, ha dado de comer a viudas, viudos, personas sin hogar, estudiantes universitarios que no pueden volver a sus casas, incluso a una mujer que se escondió debajo de la mesa durante toda la cena. Todos son bienvenidos.

En esa ciudad de unos 27.000 habitantes, situada a unos 18 kilómetros al noroeste de Boston, Macaulay da de comer a entre 60 y 100 personas cada año. Cuando se rompió el horno de la iglesia para el día de Acción de Gracias, llevó la comida al sótano de la Iglesia Bautista, que ahora dona su espacio para la cena cada año.

Aproximadamente una semana antes del día de Acción de Gracias, Macaulay, de 57 años, compra todo él mismo, aunque prefiere no decir cuánto le cuesta porque "eso le quitaría el espíritu". Sin embargo, admite que el banquete supera los USD 1.000.

El menú incluye cuatro pavos grandes, cinco tipos de pastel (calabaza, manzana, carne picada, cereza y el popular helado Hershey's), batatas, relleno, puré de papas con salsa, arándanos, frutillas y rollos con mantequilla. Lo almacena todo en refrigeradores de la iglesia hasta la mañana de la fiesta.

El hombre coloca sofás y chimeneas artificiales para convertir el espacio en un auténtica sala de estar (Cortesía: Pat Fish/The Washington Post)
El hombre coloca sofás y chimeneas artificiales para convertir el espacio en un auténtica sala de estar (Cortesía: Pat Fish/The Washington Post)

Unos días antes, él lleva sofás, sillones reclinables, alfombras orientales e incluso un par de chimeneas falsas para asemejar el espacio a una acogedora sala de estar. En las mesas se colocan candelabros y servilletas de tela, se cuelgan cortinas en las ventanas y se establecen salas contiguas para que los huéspedes se relajen y se conozcan entre sí acompañados de varios aperitivos. En una sala hay patatas fritas con salsa y, en la otra, quesos y galletas.

"Sin embargo, esto no se trata de comida", apuntó Macaulay. "Se trata de tener un lugar a donde ir. El silencio es insoportable, especialmente en Acción de Gracias. Mi objetivo es siempre replicar la sensación de tener una buena cena en casa de alguien".

Las reservas, por lo general, llegan en el último minuto "porque todos esperan una mejor oferta". Después de celebrar durante 32 años ese particular día de Acción de Gracias, Macaulay puede reírse de esto sin ofender a nadie. Ha hecho docenas de amigos y, en su memoria, guarda muchísimos recuerdos.

"Un año, hubo un hombre que acababa de perder a su esposa. Después de la cena, se puso su viejo delantal y me ayudó a lavar los platos".

En otra ocasión, una anciana pagó USD 200 por una ambulancia para que la llevara a la iglesia desde su asilo. Llegó ataviada con ropa elegante. Le dijo a Macaulay que no había salido de allí en siete años. Lloró cuando terminó la cena.

El año pasado, dos personas se presentaron con perros de servicio.

Otro año, Macaulay llevó un plato a una mujer que vivía en su auto y que se sentía avergonzada ante su complicada situación.

"Ella vino a buscar algunas sobras. Cantó Amazing Grace con una voz increíble. ¡Qué gran año aquél!", recuerda.

Llegó el momento en que sus padres también hicieron acto de presencia. La madre de Macaulay se estaba muriendo de cáncer de mama y quería estar con la familia. Su padre también lo hizo.

"Ahí estaban, sentados en el sofá, tomados de la mano, años después de su divorcio. Todavía puedo verlos sentados allí. Es un recuerdo feliz", comenta.

Algunas personas regresan años tras año para relajarse con extraños frente a una chimenea artificial.

Geoff Shanklin, de 65 años, que vive solo y ha asistido a todas las cenas, dijo que, cada año, observa con admiración cómo Macaulay hace que la cena sea una realidad.

"Él lo prepara todo y nosotros solo vamos. Realmente disfruta ayudando a personas solitarias de Melrose. Para aquellos que no tenemos dónde ir, Scott es como de la familia", señala.

El año pasado, Loretta Saint-Louis, de 66 años, se sentía mal porque no podía ir a Ohio para la reunión anual de su familia. Luego vio el anuncio del periódico.

"No tenía ni idea de qué iba y me sorprendió lo elegante y bien hecho que estaba. Scott realmente hace todo esto posible. Es extraordinario que lo haga, pero él lo ve como un regalo para todos. Realmente une a la pequeña comunidad de Melrose", relata.

Como que el día de Acción de Gracias no sería lo mismo sin dar las gracias, Macaulay siempre pide a las personas que escriban en un papel la razón por la que están agradecidos y lo coloquen en un recipiente. Guarda los mensajes y los lee durante todo el año, mucho después de que se haya limpiado la mesa y se hayan lavado los platos.

La mayoría de la gente dice que está agradecida por tener salud.

"A veces, están agradecidos de que ya no tienen cáncer o que finalmente encontraron un trabajo o que tienen un lugar donde vivir", explicaba. "Un año, un chico escribió que estaba agradecido de que su hijo le hablara de nuevo. Eso fue muy emotivo", agrega.

Macaulay también tiene un hijo, Walter, de 22 años, que ayuda a servir y a limpiar. Él es el "tallador de pavos" oficial.

Ni el padre ni el hijo se sorprendieron hace unos años cuando la ex esposa de Macaulay entró con su nuevo esposo y se ofreció a tocar el piano mientras el resto comía.

Respecto a la mujer que, hace unos años, se escondió debajo de la mesa, él zanjó: "No hago preguntas. Ella fue servida igual que el resto".