Ushahidi, la plataforma social que ayudó al mundo durante la pandemia

Se trata de un servicio que nació hace más de una década en Kenia después de una inmensa crisis social. Fue utilizado por ciudadanos, comunidades, organizaciones e incluso Gobiernos de todo el globo para responder a diferentes problemas y documentar desigualdades. Desde que se declaró la pandemia de COVID-19, su uso se multiplicó y el modelo se replicó en casos como Frena la curva, de la Argentina

Compartir
Compartir articulo
infobae

A lo largo de este año y medio de pandemia hubo varios intentos de usar la tecnología para resolver uno de los problemas más grandes que enfrenta la sociedad en su historia: el avance del coronavirus. Algunos tuvieron un leve éxito, otros no tanto, y pocos fueron tan eficaces como Ushahidi, una plataforma en línea que informa sobre movimientos sociales. El éxito fue tal que el servicio fue utilizado por más de 139 países de todo el mundo.

Todo comenzó en 2007 en Kenia, donde tras las elecciones presidenciales hubo una gran crisis social. Mientras el país se sumía en un inmenso caos con hogares e iglesias prendidos fuego y centenares de muertos, los medios tradicionales no informaban lo que sucedía. Fue el puntapié para que la emprendedora social Juliana Rotich y un grupo de activistas crearan Ushahidi. El nombre significa “testimonio” en suajili, lengua africana hablada principalmente en Tanzania y Kenia.

Es entendible que este proyecto haya nacido a partir de la unión de un grupo de activistas digitales de todo tipo de ramas que van desde desarrolladores hasta blogueros, que sentían la necesidad de un cambio social no solo en su país sino en el mundo. Así explicó Rotich el nacimiento de Ushahidi: “A través de lo que los medios emitían, era imposible estar informado de lo que realmente ocurría. Cada uno tenía su imagen de lo que estaba pasando, una imagen completamente parcial. Y pensamos que si poníamos en un mismo sitio todas las historias que estábamos contando tendríamos un panorama más completo de la realidad”. “No éramos poderosos, pero teníamos los instrumentos para trabajar juntos y colaborar online para crear algo más grande. Crear un gran grupo es lo que te hace más fuerte”, agregó en una entrevista con el diario español El País.

Juliana Rotich, fundadora de Ushahidi, recibió el Premio Alemán de África en 2019, de manos de la canciller Ángela Merkel. (Imagen: gentileza Ushahidi)
Juliana Rotich, fundadora de Ushahidi, recibió el Premio Alemán de África en 2019, de manos de la canciller Ángela Merkel. (Imagen: gentileza Ushahidi)

Personas como Rotich; Ory Okolloh, abogada y directora de inversiones de Omidyar Network; David Kobia, un programador elegido por la revista Technology Review del MIT como Humanitarian of the Year o Erik Hersman, tecnólogo, son solo algunos de los activistas que estuvieron en el momento fundacional de Ushahidi. “Se trataba de crear una plataforma que después otras personas pudiesen usar para hacer frente a los problemas que hubiera en sus países. Queríamos crear unas bases sobre las que después otra gente pudiese construir lo que necesitara y el primer prototipo lo hicimos en cuatro días”, relató la fundadora.

Ushahidi se convirtió en una ONG con base en Nairobi. Su plataforma presenta herramientas de código abierto que les permiten a ciudadanos, comunidades, organizaciones y también Estados responder a crisis y documentar desigualdades. A través de mensajes de texto, correos electrónicos y redes sociales, su software de inteligencia artificial permite recolectar y mapear todo tipo de datos.

Su uso se expandió tanto que recibió el apoyo de grandes jugadores del sector tecnológico, como Cisco o incluso MacKenzie Scott después de la separación con Jeff Bezos, el fundador de Amazon y uno de los hombres más ricos del mundo. ¿Por qué decidió Scott apoyar este desarrollo tecnológico? Lo explicó ella misma en un post en Medium: “Estas son personas que han pasado años avanzando con éxito en objetivos humanitarios, a menudo sin saber si habrá dinero en sus cuentas bancarias en dos meses”. Y agregó: “¿Qué creemos que podrían hacer con más efectivo del que esperaban? Comprar los suministros necesarios, encontrar nuevas formas creativas de ayudar, contratar a miembros adicionales en sus equipos a los que saben que podrán pagarles de acá a cinco años, comprar sillas para esos nuevos miembros, dejar de tener que trabajar todos los fines de semana y descansar”.

El equipo de Ushahidi, una década después de su creación, en Kenia. (Imagen: gentileza Ushahidi)
El equipo de Ushahidi, una década después de su creación, en Kenia. (Imagen: gentileza Ushahidi)

Por su trabajo en Ushahidi, Rotich ganó en octubre de 2019 el Premio Alemán de África que empezó a entregarse en 1993 y que tiene el objetivo de honrar a “personas que se destacan por sus esfuerzos para fomentar la democracia, la paz, los derechos humanos, el arte, la cultura, la economía de mercado social y las preocupaciones sociales” en ese continente.

Años después de la creación de Ushahidi, Gobiernos de todo el mundo están utilizando las herramientas de la plataforma que permiten documentar lo que sucede en sus regiones.

Desde el inicio de la pandemia, los Gobiernos incluyeron en sus comunicaciones oficiales hashtags que apelan a la solidaridad y al sentido comunitario. Algunos ejemplos son #ArgentinaUnida, #EsteVirusLoParamosUnidos del Gobierno español, #UnidosLoHacemos de Panamá o #KomeshaCorona (Acabemos con el coronavirus) de Kenia. La intención de estas consignas se resume en una frase que escuchamos incontables veces no solo desde voces oficiales sino también a través de medios de comunicación y ONG: “Al coronavirus lo vencemos entre todos”. Ushahidi permite recopilar la información de uso de esos hashtags y así acceder a información local.

La plataforma Frena la curva surgió en la Argentina como respuesta a la pandemia de COVID-19, inspirada en el modelo de Ushahidi. (Imagen: gentileza)
La plataforma Frena la curva surgió en la Argentina como respuesta a la pandemia de COVID-19, inspirada en el modelo de Ushahidi. (Imagen: gentileza)

Kenia, Nepal, Nigeria y Brasil utilizaron la plataforma en algún momento de la pandemia para rastrear la evolución de casos. Otros países, como Nueva Zelanda, la usaron para visibilizar los servicios abiertos durante el confinamiento. También, como en Suiza, se difundieron búsquedas urgentes para cubrir puestos de trabajo relacionados con la respuesta a la crisis sanitaria. La mayoría usó las herramientas de Ushahidi para mapear y dar soporte a las redes comunitarias de apoyo mutuo. De hecho, en algunas regiones de la Argentina se adaptó la idea de Ushahidi. Es el caso de Frena la Curva, que organiza las propuestas de voluntariado que van surgiendo a raíz de la crisis sanitaria, y que tiene homólogos en otros lugares como España o Perú. “Yo diría que en la Argentina, Uruguay, Portugal y México están los despliegues más activos. Es difícil decir exactamente a cuántas personas hemos llegado en el período inicial, pero diría que cerca de 20.000”, aseguró Pablo Ruiz-Muzquiz, coordinador de Frena la Curva.

Luke Jordan, del MIT Governance Lab y fundador de Grassroot ―una plataforma para la organización comunitaria en Sudáfrica― me explicó cuál es la importancia de este tipo de tecnologías: “Cuando estas plataformas se adaptan con el contexto local y el problema, pueden acelerar mucho el largo proceso de llamado a la acción. También permiten descubrir nuevos problemas u oportunidades y dar respuestas rápidas a nuevos patrones. En resumen, en el contexto y con el uso adecuado, pueden acelerar la acción de los movimientos sociales y las comunidades”.

Luke Jordan, fundador de Grassroot, una plataforma comparable con Ushahidi, afirma  que “el sistema se implementó más de 1.900 veces en 139 países”. (Imagen: gentileza)
Luke Jordan, fundador de Grassroot, una plataforma comparable con Ushahidi, afirma que “el sistema se implementó más de 1.900 veces en 139 países”. (Imagen: gentileza)

El uso que se le ha dado a Ushahidi es notable. Se utilizó prácticamente en la intervención frente a todos los desastres naturales y estallidos sociales de los últimos trece años, con objetivos diversos: desde mapear la cantidad de árboles en escuelas de una región hasta generar concientización sobre la violencia contra las mujeres y los chicos, pasando por monitorear el stock de medicamentos, coordinar la respuesta humanitaria después de terremotos, supervisar elecciones, denunciar el acoso en las calles o vigilar el respeto de los derechos de los migrantes. Uno de los primeros idiomas a los que fue traducida Ushahidi fue el castellano para ser utilizada en las elecciones de Colombia, México y Panamá; hoy está disponible en 37 lenguas.

“Cuando la pandemia golpeó al mundo en marzo de 2020 y puso al planeta patas arriba, nos inundaron las solicitudes de casi todos los países al mismo tiempo. El dicho que reza ‘manos a la obra’ adquirió un nuevo significado para nosotros. En este punto, todos los miembros del equipo se pusieron a disposición del usuario. Hasta quienes formaban parte de finanzas. Reconocimos el papel que teníamos que desempeñar en el apoyo a los grupos que necesitaban recabar información crítica”, me dijo por correo Angela Oduor Lungati, la actual CEO de la plataforma.

Lungati explica que desde la llegada del coronavirus Ushahidi ofreció gratuitamente la mayor parte de sus servicios y que por esa simple decisión, tomada por un plazo indefinido, vieron un aumento en el uso de la plataforma Ushahidi y que eso sirvió como una fuerte validación del poder de la inteligencia colectiva y la necesidad de plataformas que empoderen a la gente común para hacerse cargo de la resolución de problemas en sus comunidades. “Desde entonces, el sistema se implementó más de 1.900 veces en 139 países para difundir dónde acceder a recursos y servicios críticos, llenar vacíos de información y responsabilizar a los Gobiernos por deficiencias en la respuesta a la pandemia”, agregó.

Ushahidi tiene 24 años: nació en medio de una gran crisis social en Kenia, con miles de muertos, y fue usada para reportar y conocer la realidad en diferentes puntos del país. (Imagen: gentileza)
Ushahidi tiene 24 años: nació en medio de una gran crisis social en Kenia, con miles de muertos, y fue usada para reportar y conocer la realidad en diferentes puntos del país. (Imagen: gentileza)

Jordan explica también qué pueden hacer activistas y desarrolladores para replicar este tipo de plataformas en sus países, ciudades o regiones: “El paso más importante es encontrar un problema que se ajuste bien a la plataforma. Muchas veces las personas implementan estas plataformas solo porque es muy fácil hacerlo y se olvidan de cuánto tiempo se perderá si la herramienta no se adapta a las características del inconveniente a resolver. Por lo tanto, el primer paso es asegurarse de que la elección sea la correcta”.

El caso de Ushahidi muestra la importancia que tiene la tecnología pensada por y para las personas ―como dicen sus fundadores― “comunes”. Gente que quiere resolver problemas de sus comunidades y que, en muchas oportunidades, son olvidadas y relegadas por sus Gobiernos.

___

Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.