El poder militar chino, analizado por el Pentágono

Un informe del gobierno de EEUU dista de limitar sus advertencias al campo de armas de destrucción masiva y le da un amplio espacio al énfasis chino en las nuevas tecnologías, aún de uso civil, a las cuales las FFAA de este país están recurriendo y asimilando sistemáticamente

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Ejército de China (Mandatory Credit: Photo by Tpg Via Zuma Press/Shutterstock)
Ejército de China (Mandatory Credit: Photo by Tpg Via Zuma Press/Shutterstock)

En los primeros días de septiembre, la Secretaría de Defensa de los EEUU, mejor conocida como el Pentágono, publicó un detallado informe titulado “Military and Security Developments Concerning the People’s Republic of China”, centrado en la evolución de las capacidades militares convencionales, cibernéticas y nucleares de China. El proceso de modernización del brazo armado de la potencia asiática viene de lejos, pero se ha acentuado y acelerado en últimos diez años. Sus fuerzas terrestres ponen énfasis en la flexibilidad operativa y la absorción de las más modernas tecnologías. En el campo nuclear, la decisión de Beijing es poseer lo antes posible la denominada triada o la capacidad de lanzar cabezas de combate atómicas desde misiles situados en tierra, aviones y submarinos. La tradicional postura China de no dejarse arrastrar por una carrera masiva en la fabricación de artefactos nucleares como en su momento hicieron los EEUU y la URSS y luego en menor medida la superpotencia americana y Rusia parece haber comenzado a cambiar. El objetivo sería duplicar las actuales 200 cabezas nucleares estratégicas en los próximos 10 años. Actualmente tanto Washington como Moscú tienen una superioridad de 19 a 1 sobre China en este sector. El informe del Pentágono dista de limitar sus advertencias al campo de armas de destrucción masiva, y le da un amplio espacio al énfasis chino en las nuevas tecnologías, aún de uso civil, a las cuales las FFAA de este país están recurriendo y asimilando sistemáticamente. Todas las empresas civiles que operan en el país y en el exterior tienen como una de sus misiones poner a disposición del del régimen sus hallazgos u obtención nuevos desarrollos de los países occidentales en donde operan. En este sentido, una se las conclusiones del reporte es que el régimen comunista ha asumido como fundamental una óptima capacidad operativa, tecnológica y de ascendente capacidad de proyección de fuerza, para reforzar las acciones de la diplomacia y la expansión de los intereses económicos y geopolíticos del país en el mundo. La tradicional frontera entre lo público y lo privado es vista como altamente disfuncional. Uno de los sectores donde el crecimiento ha sido mas impactante es el de la construcción de barcos de uso militar. Siendo ya China el país con mayor cantidad de unidades, si bien en lo que respecta a tonelaje total aún es solo un tercio de la marina de los EEUU. También esa brecha a favor de Washington se mantiene fuertemente en áreas como los 11, y pronto 12, portaviones nucleares versus dos portaviones convencionales de china. Asimismo, se estima que la tecnología de la mayor parte de las nuevas embarcaciones chinas no alcanzan al mismo nivel tecnológico que las más recientes incorporaciones americanas y de aliados como el Reino Unido y aún Japón. No obstante, el Pentágono advierte de la masiva producción y que no parece tender a frenarse en el futuro inmediato. A ello suma un fuerte énfasis de Beijing en multiplicar su capacidad de desembarco de tropas y medios blindados y aéreos, dándole la posibilidad de proyectar fuerzas sobre islas y zonas cercanas. Todo lo cual, representa un claro mensaje a Taiwan, que está buscando modernizar, con respaldo de los EEUU, su arsenal de misiles anti navíos lanzados desde el aire, mar y tierra así como de sofisticados minas para dificultar el despliegue de barcos de guerra chinos en accesos claves de la isla.

Volviendo a la modernización y ampliación del brazo armado chino, Washington observa con preocupación la fabricación y desarrollo de misiles balísticos de más de 1000 kilómetros de alcance especialmente diseñados para atacar desde arriba a los portaviones americanos. Para tener un idea mas aproximada, cabe recordar que los letales Exocet AM39 que la Armada Argentina empleó con gran precisión durante la guerra de Malvinas y el Exocet MM38 lanzado desde el suelo de Puerto Argentino y que impacto y sacó de servicio a un destructor británico, se desplazan a poco más 900 kilómetros por hora y tienen un alcance de entre 30 y 40 kilómetros. La nueva familia de vectores chinos multiplican por veinte el rango de acción y por diez la velocidad de entrada desde la atmósfera de la cabeza de combate cuando se dirige hacia su blanco. La Marina americana tiene un entramado único de sistemas anti misiles. No obstante, un eventual ataque masivo de misiles chinos podría saturar las defensas según algunos analistas. En materia de misiles balísticos tierra tierra, el informe calcula unos 1250 con alcances de entre 500 y 5000 kilómetros, con cabezas convencionales y llegado el caso nucleares. Cabe recordar que estas armas no son producidas por EEUU desde 1987 cuando se firmó con la agonizante URSS el tratado MTCR que las prohibía. El presidente Trump ha decidido cancelar este acuerdo con el argumento que el Pentágono y sus aliados necesitan de este tipo de armamento para ser desplegados en Asia. En materia de defensa antiaérea, China aún se apoya en la compra a Rusia de los más sofisticados sistemas como el SS300 y el SS400, al tiempo que viene haciendo grandes esfuerzos para reemplazarlos en el mediano plazo por modelos diseñados y fabricados locamente. Como nota al margen, o quizás no tan al margen, Moscú ha vendido, y lo sigue haciendo en estos meses, estos mismos misiles y sus poderosos radares a un enemigo histórico de China tal como es la India. Estos dos países vienen teniendo altos niveles de tensión fronterizos.

Otro plano fundamental de la estrategia de Beijing es el área de la ciberdefensa y el ciberataque, focalizadas en aumentar la capacidad de disrumpir infraestructura critica de los rivales. A esto se suma una fuerte inversión en capacidad humana y tecnológica para operaciones de desinformación y de influencia sobre las redes sociales de los EEUU y otros países de interés, con el doble objetivo de mejorar la imagen de China en el mundo y al mismo tiempo empeorar la de sus rivales y crear la mayor tensión posible y grietas dentro de esas sociedades. En este sentido, está el abierto interés en que exista y persista una conflictiva relación entre Washington y Moscú, una condición importante para evitar que el tradicional resquemor ruso por China siga siendo menor que las pujas con el poder americano. La apuesta China por el desarrollo se la revolución tecnológica que representa la inteligencia artificial tiene como propósito su aplicación a los sistemas de armas crecientemente autónomos y al mismo tiempo dotar a las redes sociales de origen chino de la capacidad de absorber y procesar la mayor cantidad posible de información sobre decenas de millones de usuarios en los otros países. La frontera entre la diversión y la geopolítica queda licuada totalmente.

Las próximas elecciones para definir quién ocupará la Casa Blanca durante los próximos cuatro años serán un campo de ensayo para estas operaciones para influir y agudizar pujas políticas e ideológicas dentro los EEUU. Para finalizar, el informe, como muchos de los emanados tanto desde el gobierno y la academia americana, subraya que el objetivo central de China en las próximas dos a tres décadas es reducir al máximo posible la influencia económica, política y militar de las barras y estrellas en Asia Pacífico. Es decir que busca formas de debilitar el entramado de alianzas del Pentágono con potencias aliadas como Japón, India, Vietnam, Corea del Sur, Taiwán, Indonesia, Filipinas, Australia y Singapur. La suma de los gastos militares de estos Estados llegan a ser casi la mitad de presupuesto de Defensa chino. Algo nada despreciable si además se toma en cuenta que el presupuesto del Pentágono es tres veces superior al de las FFAA chinas.

En este contexto, se alerta que la superpotencia asiática buscará clavarle algunos aguijones a los EEUU en su área de influencia natural desde fines del siglo XIX, tal como es América Latina. Con el objetivo de generar molestias y ruidos que le quiten algo de energía y capacidades a Washington en Asia Pacífico. Estos mismos análisis y proyecciones descuentan que el o los países que acepten por fascinación económica y/o ideológica ese desembarco chino tendrán que enfrentar los costos de un EEUU que usará todos sus instrumentos para evitarlo. Dos veces antes en los últimos 100 años la Casa Blanca puso a nuestra región como un foco de amenaza. La primera vez en los años 30, cuando Franklin D. Roosevelt desarrolló la “política del buen vecino” para alejar la influencia nazi fascista de Argentina y el sur de Brasil. Luego a partir de los 60, por la revolución cubana y la difusión de las guerrillas, frente a lo cual JF Kennedy lanzó la Alianza para el Progreso. En ambas ocasiones,los resultados fueros considerados satisfactorios para Washington. China seguramente esperará que la tercera sea vencida.

En la ruleta de apuestas sobre qué país será el voluntario a molestar a los EEUU, muchos miran hacia la Argentina. En tanto que Brasil es visto como más cercano y previsible para los tomadores de decisión americanos. Con la actual masiva asimetría de poder demográfico, económico y militar de Brasil vis a vis la nuestro país, una mini guerra fría derivada de alineamientos externos contrapuestos sería por demás complejo. Una decisión clave y que deberá ser muy cuidadosamente meditada. Más cuando la misma Beijing asume que su principal y titánico desafío es empujar a Washington de Asia en las próximas décadas.