La nueva política uruguaya

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Ernesto Talvi
Ernesto Talvi

Fue el jueves 27 de junio, durante la Asamblea General de la OEA en Medellín, cuando la representación diplomática uruguaya produjo una verdadera sucesión de papelones. Todo por desautorizar la presencia de la delegación de Venezuela—los representantes de Guaidó, esto es—argumentando que el gobierno de Maduro había abandonado la organización en abril.

Primer papelón: promover la exclusión de un país, y por ende de su pueblo, del sistema interamericano de protección de derechos humanos y promoción de la democracia por apoyar a una dictadura. Con ello además desconocieron que la presencia de los enviados de Guaidó fue una decisión de los Estados miembros en votación abierta y, en lugar, hicieron responsable de dicha presencia a la Secretaría General, es decir, a Luis Almagro. Todos saben las razones.

Segundo papelón: la delegación diplomática uruguaya actuó por cuenta de la mezquindad de Tabaré Vázquez, y no en función de una política exterior coherente con la identidad y la historia del país. Así fue como abandonaron el recinto basándose en una supuesta posición de principios—los principios de una dictadura, en tal caso, la de Maduro—intentando llevarse a otros países consigo. Pues no se llevaron a nadie detrás y una nueva votación reconfirmó a los representantes de Guaidó.

Tercer papelón: todo quedó expuesto como un berrinche infantil e improductivo del Presidente Vázquez con el simple objetivo de arruinar la Asamblea. A esa altura ya era bochorno, el cual fue corroborado como tal muy rápidamente por un país en plena temporada electoral. El domingo pasado hubo elecciones primarias en Uruguay, definiéndose los tres candidatos presidenciales para octubre.

Al respecto, mientras el candidato oficialista Daniel Martínez guardaba un penoso silencio, dada la purga stalinista que expulsó a Almagro del Frente Amplio por su posición en relación a Venezuela, los otros dos candidatos no perdieron tiempo en hacer conocer sus puntos de vista. El candidato del Partido Blanco, Lacalle Pou, dijo por Twitter: "Triste final del gobierno uruguayo en el ámbito internacional. Una vez más del lado equivocado en relación al régimen Venezolano. El silencio es cómplice".

Ernesto Talvi, candidato del Partido Colorado, fue aún más duro: "La perla que faltaba. Uruguay rechazó discutir la participación de los representantes del presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y se retiró de la 49 Asamblea General de la OEA. No protestó, se retiró. La sumisión de nuestro gobierno a la dictadura militar de Maduro es total".

Aquí entro en tema, Lacalle Pou y Talvi ganaron sus respectivas nominaciones presidenciales. Ambos criticaron al Frente Amplio en relación a Venezuela y muchos otros temas, pero es la candidatura de Talvi la que introduce una bocanada de aire fresco, un verdadero aire de renovación y cambio en la democracia uruguaya.

Economista con títulos y prestigio internacional, hace años que propone soluciones ante la acumulación de desequilibrios fiscales que repercuten sobre la productividad y la competitividad de la economía uruguaya. También ha abordado el problema de un Estado ineficiente, el crecimiento del crimen urbano y los déficits de un sistema educativo que expulsa a un parte importante de la población escolar adolescente, a su vez retroalimentando el delito y la inseguridad.

Y por supuesto plantea una nueva forma de hacer política. Así, diez meses atrás Talvi ingresó de lleno en la política y lanzó su candidatura rodeado de un equipo de expertos. Se definió como "liberal", en línea con su partido, pero al mismo tiempo como "progresista", consciente del hecho que sin el constitucionalismo liberal no existirían las nociones de igualdad ante la ley y debido proceso, ni tampoco, en consecuencia, la doctrina de derechos humanos. La norma jurídica iguala a los que no poseen recursos materiales con los que sí. En tanto constructor de ciudadanía, el liberalismo es progresista.

Retomar estos temas es intrínseco a la rica historia republicana del Uruguay, legado que el Frente Amplio ha desandado. Por una parte porque después de doce años ininterrumpidos en el poder ha desarrollado las clásicas patologías de partido hegemónico. Por otra parte porque el propio presidente ha intentado ocultar evidencia de violaciones graves de derechos humanos durante la dictadura militar de 1973-85.

La calidad democrática uruguaya que The Economist presenta como única en las Américas, en realidad ha venido erosionándose. Talvi tiene todo para corregir esta situación. Es nuevo en la política pero no es un "outsider", lleva una vida preparándose para servir. No pertenece a ninguna dinastía, no es un apellido de esos que se repiten en el poder, ya sea por el árbol genealógico o por regresar a la presidencia casi indefinidamente. Talvi es una historia uruguaya por excelencia, es hijo de la inmigración. Literalmente, su padre fue un inmigrante.

Pero además Talvi es, de los tres candidatos, quien tiene las credenciales más sólidas para corregir una política exterior que avergüenza y ofende a los uruguayos. La subordinación del gobierno de Tabaré Vázquez al régimen de Nicolás Maduro es tal, que incluso parece dispuesto a pagar el precio de una derrota de su propio partido en octubre próximo por continuar con ella.

Pues desde temprano ha sido Talvi el más crítico de esa dictadura y de esa política exterior. Ha sido él, de todos los candidatos, el más comprometido con los derechos humanos en Venezuela y en todo el continente. Así, una nueva política asoma en la orilla oriental del Río de la Plata. En realidad es vieja, no es más que la clásica tradición liberal, republicana y democrática del Uruguay.