
La inseguridad constituye uno de los grandes problemas de México. Se manifiesta en dos formas: la inseguridad que vive la población, afectada por el aumento de los delitos, y el auge del narcotráfico, que se explica por la incorporación de México a la ruta de la cocaína proveniente de Colombia con destino a Estados Unidos. Esto se manifiesta diariamente en una creciente violencia, concentrada en los enfrentamientos entre organizaciones criminales y entre estas y las fuerzas de seguridad. Las estructuras de seguridad, inteligencia y justicia se encuentran sobrepasadas y corrompidas, y es necesario encarar prontamente su reforma si se quiere enfrentar el problema.
La herencia de los gobiernos del PRIAN es que desde fines de 2008, académicos, militares estadounidenses e incluso de la CIA indicando que México es un “Estado fallido”, fracasado, al borde del caos. En todos los casos, se da a entender que el gobierno pierde el control de la situación, las mafias del crimen organizado se apoderan del Estado a través de la corrupción y la población se siente cada vez más desprotegida, pierde la confianza en la justicia, la policía y los gobernantes y recurre a la autoprotección.
México no es un Estado fracasado, aunque algunas de sus instituciones sí lo son. Básicamente, las encargadas de la seguridad pública y del combate contra el crimen organizado. El fracaso se concentra en las estructuras de seguridad, inteligencia, policiales y de justicia para combatir el narcotráfico.
En Jalisco, por lo menos una vez cada sexenio los gobernadores en turno han festejado la reducción de la violencia en Guadalajara para luego ser arrollados por la realidad. Desde los años ochenta, cuando el narcotráfico se adueñó de Guadalajara como uno de sus centros de operaciones, la convivencia con la clase política y las instituciones de seguridad ha sido discontinua pero constante. La violencia ha tenido, en consecuencia, exactamente el mismo comportamiento.

Cada nuevo gobierno, estatal y federal, promete erradicar la violencia y dicen en campaña tener la fórmula mágica para acabar con ella. Todos, invariablemente, han terminado ridiculizados cuando se trata de rendir cuentas de la descomposición de la seguridad. Eso sí, todos se rasgan las vestiduras como si efectivamente hubieran hecho algo para erradicarla.
La ciudad ha cambiado varias veces de grupo dominante, desde el llamado cártel de Guadalajara de Miguel Ángel Félix, Don Neto y Caro Quintero; el de Tijuana de los hermanos Arellano Félix; el de Sinaloa con Nacho Coronel controlando la ciudad, hasta el llamado Nueva Generación, que ha tenido el control lo largo de los últimos años. Así como los periodos de violencia se explican por la confrontación de bandas del crimen organizado en la lucha por “la plaza”, los periodos de paz nada tienen que ver con políticas públicas de seguridad, sino con el dominio de un solo grupo y su capacidad de penetración de las instituciones de seguridad y de justicia, tanto estatales como federales.
Pero la principal derrota de Guadalajara es cultural. El crimen organizado ha impuesto sus formas y normalizado su presencia. La famosa Guerra contra el Narco tocó las puertas de Guadalajara el 24 de noviembre de 2011, cuando los cuerpos de 26 presuntos integrantes del CJNG fueron descubiertos en tres autos abandonados por la ciudad, firmados por Los Zetas. Desde diciembre de 2018, Jalisco ha registrado más desapariciones que en cualquier otra región de México.
Desde la llegada de Movimiento Ciudadano a Guadalajara, según el Monitoreo de Indicadores de Desarrollo de Jalisco, de 2015 y hasta 2019, se duplicaron los homicidios dolosos; se triplicaron los robos a casa habitación; el robo a vehículos pasó de 2,633 a 7,019, más del 250 por ciento.

En robo a negocios el incremento es de casi 800 por ciento, mientras que robos a personas fue de 760 a 2,264 en este periodo.
La violencia ha lesionado seriamente la vida de los mexicanos y hoy Jalisco enfrenta una grave crisis de seguridad en las puertas de la elección más grande de la historia de México. Hoy corremos el riesgo de los criminales tomen la decisión, en lugar de los ciudadanos, de decidir quienes quieren que sean sus autoridades.
Es tiempo de enfrentar de manera inteligente al crimen organizado al tiempo que debemos atacar las causas de la delincuencia, es decir la pobreza, la desigualdad, la falta de educación y la pérdida de valores. No podemos normalizar la violencia ni perder nuestra capacidad de asombro.
Es tiempo de hacer realidad un México más justo para todos, mas seguro y más feliz. Tenemos que hacer realidad la 4T en Jalisco, pues los que hoy están no han sido capaces de cumplir sus promesas.
*Senador de la República por el Estado de Zacatecas, en representación del partido Morena
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