La canción y el texto que describen cómo nos hace sentir el coronavirus sin nombrarlo ni una vez

“Está bien ser humano” fue lanzado esta semana por el grupo de Foster the People, cuyo líder publicó además una declaración con un agudo punto de vista sobre la pandemia que está cambiando al mundo

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It's OK To Be Human / Foster de People

El martes 24 de marzo apareció en la página oficial de Foster the People -el grupo de Mark Foster, famoso por su hit Pumped up kicks- una nueva canción de la banda enfocada en las sensaciones de una cuarentena global que tiene a las personas alejadas entre sí pero a la vez más unidas que nunca, en busca de un objetivo común, de darle apoyo a las personas más amenazadas por el coronavirus y a las que están al frente de la lucha contra la peste.

“Cuando estás sólo y están pensando en todo, debes saber que dondequiera que esté, estoy haciendo lo mismo”, comienza la letra de “It’s OK to be human”, una canción que recorre en unos pocos versos y un tono melancólico el dolor, la lucha, la soledad y la necesidad de ser resilientes para luchar en medio de la pandemia que tiene a un tercio de la población confinada en sus hogares.

También convoca a hacerlo sin egoísmos, sin la vergüenza que nos lleva a ocultar la ignorancia y con la unión como necesidad básica: “Somos más fuertes cuando decimos que no conocemos el camino / El coraje que se necesita para seguir buscando es hermoso / No sirve señalar culpables / Estamos juntos en esto”.

El mensaje final, invita a confiar en que a pesar de las distancias, la humanidad está codo a codo en este momento: “No te rindas, mi amor/ No me rendiré, no voy a renunciar a tí / Porque estamos juntos, por lo menos estamos juntos”.

No somos dioses (...) Somos criaturas sensibles, vulnerables y débiles que necesitan respirar oxígeno varias veces por minuto

El letal efecto de un virus económico

Junto al estreno del tema, el cantante publicó un largo texto titulado “Reflexionando sobre la pausa en una plaga global”, en el que expresa los sentimientos de una generación que había experimentado el miedo y la conmoción global a través de atentados terroristas, pero nunca ante un enemigo invisible que quizás se lleve en el propio cuerpo, a la espera de ubicar y atacar a una persona con menores defensas.

Pero así como es diferente el miedo, también lo es la sensación de unidad global y el nivel de reflexión que impone la pausa, reivindicada por el autor como valiosa para ver desde otro punto de vista la extrema velocidad en la que se vive en las grandes urbes y la falta de perspectiva: “No somos dioses (...) Somos criaturas sensibles, vulnerables y débiles que necesitan respirar oxígeno varias veces por minuto”, nos recuerda.

En otro pasaje pone el ojo en el efecto del virus sobre el ego del Hombre, dueño y señor del mundo hasta que la Naturaleza le recuerda su existencia: “Este pequeño virus ha puesto su dedo en el núcleo de nuestro egoísmo. Nos hemos convertido en glotones de la industria, destruyendo el planeta con contaminación, basura y exceso en nuestros deseos hedonistas de acumular riqueza”.

A pesar de una visión crítica de capitalismo “sin control”, al cantante pone el ojo en la necesidad de recuperar la economía para evitar una ola de muertes mayor que la que ya se ha experimentado: “Si esto no se controla, habrá millones de muertes. Esto no es solo un virus físico. Es un virus económico. Y cuando la economía sufre, la gente muere”, es su tajante advertencia.

Mark Foster, líder de  Foster the People
Mark Foster, líder de Foster the People
Si esto no se controla, habrá millones de muertes. Esto no es solo un virus físico. Es un virus económico. Y cuando la economía sufre, la gente muere

El texto completo

Esta es la primera vez en mi vida que he visto al mundo unirse en torno a una causa única. He oído que sucedió en el pasado. He escuchado historias sobre cómo se sintió después del final de la Segunda Guerra Mundial; cuando la gente estaba quebrada, de luto, pero optimista sobre la reconstrucción de un mundo mejor. Hubo un sentimiento de unidad después de que las Torres Gemelas cayeron y sacudieron a la nación. Había una sensación de unidad después del ataque terrorista contra Le Bataclan en París; pero la esencia del sentimiento era diferente. Esto se siente diferente. Tal vez se siente diferente porque las tragedias pasadas nos fueron impuestas en un acto de violencia humana; ser golpeado en el estómago por nuestro prójimo. Tal vez sea porque fueron incidentes aislados que los sobrevivientes pudieron ver a la distancia y llorar en la seguridad de su propia casa. Aún no entiendo por qué esta vez es diferente. Simplemente lo es.

El miedo es diferente. La incertidumbre es diferente. La unidad también es diferente. Cuando me desperté esta mañana con mensajes de texto de amigos y familiares con actualizaciones, advertencias y el deseo de conectarme con otras personas, me encontré pensando en la belleza de esta pausa. El mundo entero ha presionado pausa. Es como si la madre tierra dijera: “Está bien, degenerados, denme el volante. Voy a llevarnos de vuelta en la dirección correcta".

A veces, una pausa es lo único que puede aportar claridad en este pico maníaco de la carrera de ratas a la que le hemos permitido secuestrar a nuestra humanidad. A veces, una pausa es lo que necesitamos para recordarnos que no somos dioses. Olvidamos que en realidad somos criaturas sensibles, vulnerables y débiles que necesitan respirar oxígeno varias veces por minuto, beber agua, comer alimentos y mantener una temperatura interna de hasta 37 grados. Es fácil olvidarse de nuestras vulnerabilidades cuando hemos sido mimados con las comodidades del exceso social.

El hombre nace con el instinto de llegar más lejos que su generación anterior; de conseguir más que nuestras madres y padres. Nacemos con un miedo innato de que tras nuestro último suspiro, seremos olvidados. Nuestro miedo a la muerte nos lleva a dejar atrás algún tipo de legado para ser recordado por siempre. Queremos sentir que hemos marcado la diferencia. Queremos construir. Crear. Ya sea un legado al pasar nuestro ADN a los niños, romper récords mundiales “imposibles” o construir rascacielos que se eleven por encima de las nubes, tenemos un profundo deseo de sentir que somos importantes. En ese deseo, tendemos a cometer muchos errores persiguiendo el trofeo mientras hacemos la vista gorda ante el rastro de muertos que dejamos a nuestro paso.

Este pequeño virus ha puesto su dedo en el núcleo de nuestro egoísmo

En el mundo de hoy, el fin es mucho más importante que los medios. Si te conviertes en el mejor en lo que haces, no importa cómo llegaste allí. Simplemente importa que estés en la cima de la colina. Queremos ser famosos Queremos ser ricos. Queremos ser especiales. Queremos tener Me gusta en Instagram, amigos en Facebook y retweets en Twitter.

En una era en la que todo está más conectado que nunca, esta actitud parece afectar e infectar culturas que históricamente han colocado la salud de la sociedad sobre el éxito del individuo. Esta filosofía occidental de ser el dios de nuestro propio universo es contagiosa. “Tu verdad es tu verdad. Mi verdad es mía". Tiene un tono seductor.

La era de la desinformación y la creación de nuestra propia narrativa ha reemplazado peligrosamente la realidad. En nuestra búsqueda de poder, hemos aprendido que si creamos nuestra propia realidad, nadie puede decirnos que estamos equivocados, o que fallamos, o que no estamos en el camino correcto. El botín no es para el vencedor. Es para la persona que consigue hacernos creer que ganó la batalla.

Nuestra codicia nos trajo hasta aquí, sin duda. Este pequeño virus ha puesto su dedo en el núcleo de nuestro egoísmo. Nos hemos convertido en glotones de la industria, destruyendo el planeta con contaminación, basura y exceso en nuestros deseos hedonistas de acumular riqueza. Nos hemos convertido en señores de la tierra que heredamos, negando a las personas el derecho a participar en el sueño del que nos estamos beneficiando. El capitalismo sin control nos anima a disfrutar de la vista desde el mejor punto panorámico, incluso si eso significa construir nuestro castillo sobre los cuerpos de los demás.

Nuestra supervivencia depende de nuestra voluntad de poner las necesidades de los demás por encima de nuestras comodidades personales

Ahora la evidencia de que nos enfrentamos al enemigo más peligroso que el mundo ha visto desde que la bomba atómica se introdujo en el mundo en 1945 es abrumadora. Si esto no se controla, habrá millones de muertes. Esto no es solo un virus físico. Es un virus económico. Y cuando la economía sufre, la gente muere. En los próximos meses, nuestra supervivencia depende de nuestra voluntad de poner las necesidades de los demás por encima de nuestras comodidades personales. Es la prueba definitiva de nuestra voluntad de sacrificar nuestros lujos personales por las necesidades de un extraño. ¿Estamos dispuestos a confiar lo suficiente el uno en el otro como para comprar solo lo que sea necesario si eso significa que nuestros vecinos anónimos tendrán una mayor posibilidad de sobrevivir?

A veces, la única forma de sacarnos de nuestra arrogancia es recordarnos que sólo somos humanos. El mundo existía antes de que naciéramos, y no sabemos qué sucederá después de nuestra muerte. Este es el pensamiento más aterrador que existe en nuestra mente. Va en contra de nuestra naturaleza de querer vivir nuestras vidas como dioses. Pasamos la mayor parte de nuestra vida consciente o inconscientemente suprimiendo esta pregunta. Hacemos todo lo posible para “vivir el momento”. Pero la verdad es que, cuando nos enfrentamos a una amenaza tangible para nuestra supervivencia, estos principios internos de nuestra fe en uno mismo desaparecen y volvemos a la pregunta más inquietante con la que nacemos: ¿por qué estamos aquí, qué se supone que debemos hacer mientras estamos aquí, y por qué importa algo de todo eso?.

Somos frágiles No somos dioses Vinimos a este mundo sin nada, y si vivimos nuestras vidas solo para nosotros mismos, dejaremos el mundo sin nada

Mi esperanza es que mientras estamos en esta pausa de reflexión, hurgaremos dentro nuestro y encontraremos nuestra alma nuevamente. Espero que lleguemos a las personas necesitadas y les demos la otra mitad de nuestro sándwich. Espero que nuestros gobiernos trabajen juntos, comparando su investigación y compartiendo sus mejores trabajos científicos para encontrar colectivamente una vacuna. Espero que nuestros empleadores y jefes de empresas alcancen sus márgenes de ganancias y compartan una porción del pastel con los trabajadores que ayudaron a construir los imperios que lideran. Espero que los propietarios sean pacientes con los inquilinos que deben pagar el alquiler el primer día del mes, sabiendo que pueden haber sido despedidos de su trabajo. Espero que los bancos den un período de gracia a los deudores para pagar sus préstamos. Espero que nuestros agricultores continúen proporcionándonos la comida que necesitamos a un precio razonable. Espero que las personas sanas respeten el hecho de que pueden portar un virus que podría quitarle la vida a alguien menos afortunado. Espero que en estos tiempos de miedo, tengamos fe. Fe en la naturaleza. Fe en nuestros semejantes. Fe en nuestros científicos. Fe en nuestros médicos y enfermeras. Fe en nuestro gobierno para que gobierne con empatía. Fe en un poder superior para ayudarnos a encontrar la solución y salvarnos de nosotros mismos.

El miedo, el orgullo, la codicia y el egoísmo causarán muertes innecesarias. Animo a nuestros líderes a liderar con humildad. Saldremos de esto más fuertes y más conectados. Cuando pase esta tormenta, no podemos olvidar lo que se siente en este momento. Somos frágiles No somos dioses Vinimos a este mundo sin nada, y si vivimos nuestras vidas solo para nosotros mismos, dejaremos el mundo sin nada.

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