Raúl Guridi: "El idioma de la imagen es de una eficacia brutal"

El ilustrador español visitó Argentina en el marco del Filbita 2018. En diálogo con Infobae Cultura explicó sus procesos creativos, su manera de trabajar los talleres con los jóvenes, y el rol social que debe tener el artista, entre otros temas

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Raúl Guridi

Guridi nació en Sevilla en 1970 y casi desde ese momento tiene un lápiz en la mano. Estudió Pintura en la Facultad de Bellas Artes de su ciudad. Es multifacético: ilustra, escribe, da clases, baila flamenco. Le encanta tocar instrumentos y compartir la vida cotidiana con su mujer y sus hijos. Dice vivir en estado de permanente serendipia, mantiene conversaciones filosóficas con su cafetera, realiza las faenas de su casa, le gusta mucho jugar con sus hijos. Cuando viaja no le gusta recorrer muchos lugares, prefiere instalarse y observar a la gente.

En noviembre del año que se fue, en el marco del festival de literatura infantil Filbita, el ilustrador español dialogó con Infobae Cultura: algunos de sus libros, los procesos creativos, los talleres que brindó en Buenos Aires, su rol docente, el rol social del artista, entre otros temas. Con ustedes, Raúl Nieto Guridi, arquitecto de imágenes y palabras.

¿Cómo recordás tu infancia en relación a los libros y al arte? ¿Cómo fueron tus primeros acercamientos?

-Con la lectura poco, realmente yo no leía mucho. Yo creo que lo que más hacía era vivir la calle con mis amigos todo el día, porque nuestra época era un poco así. Dibujaba muchísimo y en mi casa había miles de libros. Recuerdo que le preguntaba a mi padre si se los había leído todos. A mí y a mis compañeros nos parecía increíble. Si he leído muchas revistas, muchos cómics.

Mafalda, Astérix y Obélix, y Mortadelo y Filemón

¿Qué revistas y qué cómics leías?

-Bueno en España había un poco de todo, pero yo era cien por cien Astérix y Obélix cien por cien Mortadelo y Filemón, de Ibáñez y no los vais a creer, pero los primeros cómics que me llegan son de Mafalda, porque mi familia era de izquierda. Y entonces quién tenía Mafalda era la gente de izquierda. Y yo con Quino a muerte.

-Y de Mafalda, ¿cuál es tu personaje favorito?

-Ostras qué decir. Quizás Felipe, me gusta mucho por la capacidad que tiene para eludir la realidad, que me siento muy identificado con él, demasiado (risas) y después por lo curioso que tengo. Otro que me gusta mucho es Manolito, porque el tío es muy consecuente, siempre pensaba igual, tan economista.

¿Cuándo te diste cuenta que ibas a ser ilustrador?

-Es difícil esa pregunta, creo realmente que no lo decides tú, son las sensaciones que tienes, como se va armando tu vida artística. El paso que doy desde la pintura, que es completamente estática a intentar narrar. Narrar como sea. Entonces descubro que uno empieza a escribir cuando escribe. Escuché en una conferencia que no me gusta mucho porque he dejado un poco de lado a todo aquel que no tuviese un gran conocimiento de la literatura o de la lengua para escribir y yo no creo eso, yo creo que si quieres escribir, escribes. Si quieres dibujar, dibujas y si quieres hacer fotografías, fotografías. No hace falta ser un erudito para escribir y creo que si todo el mundo escribiese la cosa iría mejor. Por ejemplo, cuando se habla de los teléfonos móviles, que todo el mundo hace fotografías ahora, ¿cuál es el problema?
Cartier Bresson decía siempre que para ser fotógrafo lo que había que hacer era salir con una cámara en la mano, yo digo lo mismo en relación a dibujar. El otro día me preguntó un niño en la escuela 8 del barrio de Barracas que había que hacer para ser ilustrador. Le dije que llevar un lápiz siempre encima. Eso es básico.

Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, casual o por destino, o cuando se está buscando una cosa distinta. En tu Instagram decís que vivís en estado de permanente serendipia. ¿Alguna que quieras compartir?

-Pues, sin duda, la relación que tengo con el flamenco, por ejemplo. A mi mujer, llegado un momento le salta el chip, que creo que en España lo tenemos todos, de decir: "quiero bailar flamenco". Junto con ella dimos con la maravillosa Leonor Leal Chamorro que es una bailaora española fantástica con quien yo descubro lo mucho que el flamenco le aporta a mi capacidad gráfica, por el movimiento mismo de su baile. Veo que hay un paralelismo total en el proceso creativo entre la creación de flamenco y la creación artística pictórica.

¿Cómo recordás la experiencia de tu "primer libro" publicado?

-Mi primer libro fue Don Galindo y el tornado. Y la experiencia fue muy intensa, La verdad que a Clara (N del R: Se refiere a Clara Huffman, la directora de la colección "Pípala") hay que darle un diez porque establece una conexión entre el escritor, ella y yo, de forma que podamos volcar la información los tres. Y eso va cambiando, mutando constantemente y prácticamente es un libro creado con esa especie de cerebro colmena, entre los tres, en el que cada uno da lo mejor que tiene, y en el caso de Clara establece un criterio en el que nadie tiene concretamente la razón, cosa que es muy interesante. Cuando llegó el libro a mi casa yo no me lo creía, para mí fue espectacular, porque yo creo que todos los autores conoceremos esa sensación de cuando llega la primera caja de libros a tu casa lo abres y dices: este es mi hijo y además un hijo compartido, más maravilloso todavía y le sacas todo el rendimiento que puede después. Pero te quedás los primeros veinte minutos sin habla mirando exclusivamente la edición.
Yo creo que Don Galindo se va a convertir en una nueva religión sin que la gente lo sepa realmente (risas) Tiene el Manifiesto Galindo. Yo creo que todos somos un poco Galindo sin que lo sepamos. Es una pena que al igual que a vosotros os pasa con editoriales españolas, que tienen dificultad para llegar aquí, en España también hay dificultad para llegar a estos libros. Yo creo que Don Galindo marcó el tipo de literatura que yo quería hacer. Esa sensación de tener un libro en las manos y que el libro te cambie un poquito la vida cuando lo leés.

Trabajás como docente en una escuela media (preparatoria) y que es un trabajo que te apasiona. ¿Cómo es una clase de Guridi?

-Una clase de Guridi es un taller. Un taller dispuesto a ser cambiado por todos en cualquier momento. Es un taller con opción A, B, C, D, E, F, G, todo en la sesera interior, mientras se consiga el objetivo principal que es disfrutar del mundo del arte. Si pudieran darme la oportunidad de no evaluar, no evaluaría. La importancia que le doy es la de relajarse del resto de asignaturas, para mí es fundamental que el alumno disfrute y yo muchas veces trato de adaptarme al alumno, porque el arte trata de adaptarse muchas veces también a la sociedad. Me encantaría conseguir que mis alumnos sean capaces de reflejar su personalidad, sus inquietudes, su cotidianidad. Todo eso es un poco lo que trato de hacer en mis clases.

Una vez dijiste en una entrevista: "El cuaderno es como la extensión de mi cabeza, es parte de mi"¿qué relación tienen tus cuadernos con "el cuaderno de imaginar"? Nos contarías como surge esta idea…

-Pasen y vean. Cuaderno de imaginar surge de muchas ideas que me vienen derivadas de las clases que doy. Yo noto que el alumnado está muy influenciado por el tiempo. Yo le doy una hora para dibujar y terminan en diez minutos. Me lo enseña y me dicen ya y yo digo, tienes una hora para hacerlo. No da igual ya lo tengo terminado ¿Qué nota tengo? Ese concepto de inmediatez-eficacia con la que trabajamos constantemente en el que el resultado es más importante que el proceso a mi me traía mal. Entonces llegó un momento en el que dije que tenía que hacer un libro en el que se pudiese hacer increíblemente tranquilo. Entonces creé una historia hipotética, un poco extraña. Igual que está el Conejo Blanco de Alicia que siempre tiene prisa, me dije bueno me voy a ir al negro con todas sus connotaciones y va a ser un conejo negro que está ya entradito en carnes además por muy tranquilote, no tiene prisa y cada cosa que quiere hacer se la plantea con tranquilidad, sin prisa.

Proactiva Open Arms, una ONG que trabaja en el rescate de refugiados que llegan a Europa. ¿Qué relación tiene con tu libro Cómo meter una ballena en una maleta?

-Durante mucho tiempo estuve viendo noticias de la ONG y me llamó la atención que muchísimas personas que tienen su trabajo seguro, deciden durante un tiempo echarse la mochila a la espalda e irse a ayudar a cruzar a millones de personas que están jugándose la vida en el Mediterráneo. Y me conmueve tanto y me llama tanto la atención que me dije: hay mucha gente que sigue a Guridi, a ver si esa gente lo sigue de verdad. Y entonces me plantée hacer este libro para concientizar en primer lugar y para sacar un beneficio en segundo. Sé que con la campaña que hice hay mucha gente que ha conocido y apoyado a Open Arms. Eso es lo bueno de poder dialogar con el resto de la sociedad. Yo tengo una ventaja tremenda, puedo decirle a todo el mundo lo que pienso sin necesidad de dominar distintos idiomas. Al final, el idioma de la imagen es de una eficacia brutal porque es un idioma que se habla en todos lados.

Cuándo viajás ¿llevás un diario de viaje? ¿Haces apuntes en un cuaderno?

-Hacía, pero ya no. Eso me quitaba tiempo de estar con la gente y bueno a no ser que seas Gusti (Se refiere al ilustrador argentino Gustavo Rosemffet) que es un es un crack y puede estar hablando contigo y hacer cuarenta dibujos. Yo no, yo la verdad es que cada vez necesito más concentración para mis dibujos y me gusta más. Cuando voy de viaje me gusta conectar con la gente y voy recepcionando todo. Tengo poco tiempo y quiero aprovecharlo al máximo.

En el libro El rey de nada aparece algo que al rey lo desestabiliza. A vos, ¿qué cosas te desestabilizan?

-La injusticia. La capacidad que tiene, me mata cuando alguien cree que tiene la posibilidad de decirte una palabra gritando porque ese día tiene un día malo. Eso me desestabiliza bastante. Creo que es lo que más me desestabiliza. Si tú te levantas con el pie izquierdo y a las cuatro o cinco personas que te encuentras le hablas mal, eso me parece una injusticia tremenda. Y también los conflictos, por ejemplo, con mis alumnos, eso me desestabiliza muchísimo. Cuando tengo una discusión con un alumno y las tengo muy a menudo, porque hay muchas situaciones. Las que hay que decir al alumno lo que está bien y lo que está mal después tardo muchísimo tiempo en recuperarme y y esos días hecho mucho más mano de la Ilustración. Para mí es terapéutica, cien por cien.

¿Qué cosas no deben faltar cuando salís de tu casa?

-Cuando salgo de viaje no me puede faltar jamás una cámara. Tengo una tremenda obsesión por hacer fotografías. Pero cuando salgo de mi casa diariamente siempre encuentro en los bolsillos un sacapuntas, un clip y por supuesto un lápiz. También tengo obsesión por encontrar cosas y todo lo que me encuentro lo cargo al bolsillo. Empiezo a sacar y hay un montón de cosas. Pero si yo tengo que decir lo que lo que más me gusta, lo que siempre meto en la maleta es la cámara de fotografías.

Dijiste ser un coleccionista. ¿Qué cosas coleccionás?

-Piedras. Tengo pasión absoluta por las piedras. Es curioso, porque cuando cojo la piedra, la tengo que tocar, tenerla en la mano y saber si realmente esa piedra quiere que se la lleven o no. Es una sensación, pero realmente, yo tomo la piedra y algunas veces me ha gustado estéticamente, pero no la tomo si siento que no quiere venir conmigo. (risas) Después llego a mi casa y la acumuló con otras. Pero de vez en cuando me acuerdo de ella.
Y tengo también una costumbre que me parece muy bonita. Me encanta regalar finales de lápices, de un centímetro más o menos. Para mí regalar eso es como si regalara mi último aliento. Y aquí tengo uno para un chiquillo de la escuela 8 de Barracas (N de R: escuela donde estuvo haciendo unos talleres en su paso por Buenos Aires) que quería ser ilustrador y realmente no me puedo ir sin dárselo.

¿Cómo se inicia tu proceso creativo cuando recibís un texto para ilustrar?

-Cuando recibís un texto el escritor da un peso concreto a esas palabras en su conjunto, pero yo a su vez también tengo que contar mi historia. Entonces busco el peso en otras palabras que a lo mejor coinciden con las del escritor. Busco el peso de determinadas palabras y elijo tres concretamente. Con ellas tengo tres pilares fundamentales para crear mi propio universo dentro del texto. Una palabra suele estar relacionada con la intención del escritor o la escritora y la otras dos son las que a mí me provocan. A partir de ahí, cada vez que me pierdo en el proceso creativo plástico, vuelvo a ellas y me hago la pregunta de si sigo bien o si tengo que deshacer el camino y tomar uno nuevo.

-Y cuándo sos autor integral (de textos e imágenes), ¿cómo surge la idea?

-Para mí la idea te pilla en cualquier sitio. Surge de un estado anímico. Tú estás donde sea, bhay veces que me ha surgido un libro estando esperando a mi mujer que salga de un concierto. Otras veces me surge esperando a que vengan mis hijos y yo estoy en el coche. Tiene que ver muchos con la música que me traslada muchas veces a momentos concretos, a estados anímicos en los que surge la chispa de la imágenes y tengo que dibujarlas, apuntar lo que veo y a partir de ahí empiezo a plantear el proyecto. Después le doy forma estructurando con esas tres palabras y una vez que lo tengo planteado, hago la portada. La portada es fundamental porque hace que me crea mi proyecto y ya no hay vuelta atrás. Y tengo una ventaja tremenda, puedo decirle a todo el mundo lo que pienso sin necesidad de dominar distintos idiomas. Al final, el idioma de la imagen es de una eficacia brutal, porque es un idioma que se habla en todos lados.

¿Intervenís en el diseño de los libros que ilustrás?

-Demasiado, totalmente. Por ahora gusta lo que hago, nunca me han dicho, "oye, aquí tenemos un diseñador" (risas). Cuando ilustro, pienso el libro como un conjunto, donde van a ir los textos y las ilustraciones. Últimamente además me obsesiona que hay muchos libros que dificultan la lectura. Lo realmente importante para mí es la legibilidad de un libro.

Algún proyecto que tengas ganas de comentar

-Tengo muchos proyectos entre manos. Dos proyectos son con Leonor Leal, la bailaora de flamenco, uno que trata sobre lo que le pasa a un alguien que baila cuando no baila, y otro que habla sobre cómo empezar a bailar, pero desde un método completamente caótico.
Y el que creo que es un proyecto con mayúsculas, me lo pidió la Editorial Gustavo Gili y es un manual para ilustradores que fuese con una especie de anti-manual. Entonces lo que hago a volcar toda mi propia filosofía de vida sobre el manual y sobre lo que yo creo que debe sentir y ser un ilustrador. La idea es que tú abras por donde abras el libro y encuentres una provocación que te invite a hacer.

¿Qué te llevas de este viaje?

-La parte emotiva es el subidón de adrenalina que te da conocer distintas realidades, colegas, escuelas, mediadores, lectores de mis libros, todo eso que hace que tu mente se abra. Y se arma también una red que te hace creer en el género humano, y es que en la lucha contra las injusticias, la lucha por un mundo mejor se da en distintos focos, en distintos sitios del mundo, y eso es una maravilla.

Foto: Lihue Althabe

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