Sistema de desalinización de agua para comunidades indígenas de La Guajira premiada a nivel internacional

El proceso elimina la sal del agua y está basado en energía solar, lo que le permitirá a las familias de las comunidades indígenas wayúu de La Guajira, recoger a mediano plazo entre siete y ocho litros al día.

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Foto: UN, periódico digital.
Foto: UN, periódico digital.

En La Guajira, la sequía, la hambruna y la mortalidad de miembros de la etnia indígena wayúu, especialmente de menores de edad, desencadenó una emergencia humanitaria debido al déficit de atención estatal y a la carencia del recurso hídrico. Además, según la investigación adelantada por la Universidad Nacional, en Colombia existen subzonas donde la demanda del agua supera la oferta, por lo que en algunas épocas del año hay desabastecimiento de agua potable, debido a la carencia de infraestructura o a la falta de fuentes naturales que permitan captar agua para un suministro adecuado.

Allí, solo el 21,1 % de la población indígena tiene acceso a servicios de acueducto, el 11,8 % a alcantarillado y el 13,2 % a recolección de basuras. Además, el aprovisionamiento de agua para la preparación de alimentos está dado por los sistemas o fuentes de agua. Por ejemplo, el 35,7 % se hace a través de los “jagüeyes”, zanja llena de agua de lluvia, el 19,3 % gracias a pozos con bomba, el 13,4 % con agua de ríos o quebradas, en épocas de lluvia, y solo un 11,4 % proviene de acueducto público.

Esta situación hizo que Jhonn Fredy Aguilar Ariza, magíster en Ingeniería - Recursos Hidráulicos de la Universidad Nacional de Colombia desarrollara una alternativa, en especial para familias y comunidades asentadas cerca al mar, o con acceso a jagüeyes para el almacenamiento del agua lluvia, para su purificación y libre consumo.

La prueba piloto del prototipo se realizó entre el 10 y el 30 de enero de 2020, es decir, 20 días consecutivos de prueba, más cinco días de análisis en laboratorio. Considerando que en la dinámica wayúu existen clanes muy unidos, pero a la vez territoriales, el prototipo se desplazó por algunas viviendas dentro de la comunidad y sobre el punto de captación, como los pozos, con el ánimo de que la comunidad interactuara libremente con él y no se restringiera su uso.

Para usar el sistema, es necesario llenar un balde con agua de mar, que es direccionada por una manguera al interior del panel para que las fibras sintéticas de color negro se humedezcan. Con los rayos del sol, el agua impregnada se evapora y choca contra la cubierta, haciendo que el vapor se condense en gotas de agua libres de cloruro, sales, y se deslice hacia un recipiente vacío ubicado en la parte inferior.

Foto: UN, periódico digital.
Foto: UN, periódico digital.

“Estuvimos cerca de un mes en campo interactuando con la población Parenskat, zona rural de Manaure, aunque previamente realicé un perfil socioeconómico de la comunidad para conocer los requerimientos técnicos que ellos esperaban, y cuantifique el dinero que cada familia podría invertir en una herramienta como esta”, destacó Aguilar.

El experto explicó que una familia puede tener un ingreso máximo de 600.000 pesos, la mayor parte proveniente de ventas de artesanías o trabajo informal en la región, hecho que condicionó el uso de materiales fáciles de adquirir y de baja complejidad para la fabricación del prototipo, un factor importante para que a futuro puedan replicarlo solo con asesoría técnica y un enfoque a tecnologías blandas.

“Parte de los materiales que se consideraron en el proyecto estuvieron en función de los recursos de la comunidad, pues parte de la iniciativa también consiste en que ellos puedan replicar el prototipo, ya que la mayoría de las familias compran botellones de 20 litros de agua o deben esperar a las tanquetas con agua, algo que ocurre de forma muy esporádica y que les cuesta cerca de dos millones de pesos al año”, explica el investigador Aguilar.

El equipo tuvo un costo final cercano a los $850.000, con una durabilidad esperada de hasta cinco años. Sin embargo, en los cascos urbanos de La Guajira se pueden encontrar materiales más económicos o similares, lo que podría reducir aún más el precio de fabricación. El prototipo se le dejó a una familia para su uso y monitoreo en los meses siguientes, junto con una guía de instrucciones sobre los materiales necesarios y pasos de ensamblaje.

Una vez terminado el proyecto, Aguilar se unió con otros investigadores de la Universidad Nacional y de la Universidad Central para mejorar la tecnología del prototipo, y decidieron presentar la propuesta ante el concurso internacional “Innovate for Impact: Siemens Design Challenge”, en la categoría de “Clean Water” (agua segura), en el cual lograron el primer lugar, superando las propuestas de más de 20 universidades de todo el mundo, además de recursos económicos para la promoción de más sistemas de desalinización en la región.