"En el Club Político Argentino somos amigos del Gobierno y como a todo amigo, lo bancamos"

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El presidente del Club Político Argentino, Vicente Palermo, estuvo en el piso de InfobaeTV para hablar de la visita que realizó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, a la reunión semanal del grupo de intelectuales.

"No somos parte del Gobierno, pero hacemos un acompañamiento constructivo", dijo. "Aunque critiqué muchas cosas públicamente, si uno es amigo, no podemos apoyar lo que nos parezca bien y criticar lo que nos parezca mal, tenemos la obligación de bancar", explicó.

Autor del libro La alegría y la pasión. Relatos brasileños y argentinos en perspectiva comparada, que publicó Katz editorial, consideró que "es difícil pronosticar lo que va a pasar en Brasil, las instituciones están patas para arriba".

— ¿De qué manera vive Brasil esta complicada crisis por la que está pasando?

— Diría que lo que este cataclismo político tuvo en Brasil pone en cuestión muchos de los relatos que los brasileños tienen de sí mismos. El principal ritual de identificación de la brasilidad es el carnaval, que tiene una característica de inversión de roles; el rico pasa a ser pobre, el pobre pasa a ser rico. En mi opinión, el equivalente argentino es la manifestación popular, es ahí donde los argentinos se sienten argentinos.

— ¿Entonces el ritual en Brasil se puso en tela de juicio?

— Lo que se está poniendo en tela de juicio es la idea de que el pueblo brasileño aguanta cualquier cosa. Lo que se dio en estos dos años es una cosa diferente, un comportamiento colectivo, una puesta en acto de formas culturales o político-culturales muy diferentes de aquélla que los brasileños dicen de sí mismos.

— ¿Dirías que se han argentinizado?

— Si lo querés llamarlo así, llamalo. De hecho ahora hay un brasileño que se moviliza, que sale a la calle, que execra de los políticos. Execrar a sus políticos pasó siempre, pero ahora de una forma activa y movilizada. Esa relación con la política cambió. Hay que ver si los brasileños van a continuar o no abrazando estas creencias.

— ¿Vos no lo esperabas?

— Claro que no. Cuando empezaron las manifestaciones me llamaron la atención, salieron indignados bien de clase media a protestar, pero no esperaba semejante cataclismo en la calle y en el palacio, porque las instituciones políticas brasileñas eran elitistas y muy estables. El proceso político brasileño era un político altamente institucionalizado, nada que ver con el argentino, donde hay una gran inestabilidad. Ahora todas las instituciones brasileñas están dadas vueltas, patas para arriba.

— ¿Es difícil saber entonces qué puede pasar?

— Es muy difícil apostar qué puede pasar. Si uno pensara que el PSDB y el PMDB se unieran como una solución de transición hasta las elecciones, pero la base parlamentaria de esa alianza está muy comprometida con la corrupción. La gente va a seguir viéndolos como lo que en gran medida son. Eso no es una promesa de estabilidad.

— ¿Qué es lo que provocó este cataclismo político-institucional?

— Hay causas de más largo plazo y de más corto plazo. Una de las bases tiene que ver, paradójicamente, con los éxitos de la política de Fernando Henrique Cardoso y Lula. Esos años de estabilidad y crecimiento bien aprovechados, los precios de las commodities, esos ocho años de FHC y ocho años de Lula tuvieron un tremendo impacto de bienestar material y ascenso social. Hubo un cambio de la configuración social muy importante, porque les cobran impuesto a muchos, descubren que tienen derechos, y los incluidos hacen bochinche, hacen lío, como dice el papa Francisco.

— ¿El "Lava Jato" tiene algún tipo de "responsabilidad" en la crisis político institucional?

— Claro, la Justicia brasileña, sobre todo a partir de la Constitución de 1988, es una institución muy fuerte, horriblemente elitista, pero independiente y con unos talibanes, unos jueces jóvenes justicieros, que le dio un activismo a la Justicia que encuentra, con la corrupción, un banquete servido en la mesa.

— ¿Cómo evaluó el Club Político Argentino la visita que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, hizo a su reunión semanal?

— Fue una reunión excelente. Nos quedamos muy contentos. Percibí una satisfacción muy grande en la gente, aun entre los más críticos, que hacen cotidianamente un gran aporte a nuestro colectivo. Yo te comentaba antes de la entrevista que le preguntamos a Peña si quería una reunión cerrada con la Comisión Directiva o una reunión abierta, con todos los socios. Y, sin dudarlo, eligió la reunión con todos los socios. Ya cuando empezó la reunión le di la posibilidad de que responda cuatro o cinco preguntas por tanda, de modo que tenía la chance de evitar responder sobre algunos temas. Sin embargo, él prefirió responder una a una y lo hizo con mucha cancha.

— ¿Cómo se define el CPA frente al Gobierno?

— Yo diría que estamos en una posición de amistad con el Gobierno, somos amigos del Gobierno. Si uno es amigo de alguien, lo acompaña y lo banca. No en cualquier cosa. De repente uno ve que su amigo está haciendo algo que no es aceptable, y se lo dice y, en todo caso, tiene la posibilidad de romper la amistad. Un amigo puede cometer un error, pero uno tiene la esperanza de ser más escuchado, con confianza, justamente porque es amigo. Y tiene la obligación de bancarlo. Está bien, vamos a ver a dónde va esto. Si uno es amigo no puede tener la actitud de aprobar lo que me parezca bien y criticar lo que me parezca mal. Eso se lo dejo para otro. Por supuesto que yo critico lo que me parezca mal, pero la cosa no pasa por ahí, sino que pasa por un acompañamiento constructivo. Tenemos un grupo importante de gente a la que no le gustaría que nosotros fuéramos parte.

— ¿Qué es lo que ves en el Gobierno para tener esa posición de amistad?

— Lo fundamental por ahora es una esperanza de que este Gobierno pueda cambiar el curso histórico de decadencia y hacer ingresar al país a un capitalismo que sea más de mercado que no atrape ni sea atrapado corruptamente. Y, al mismo tiempo, dé la oportunidad de luchar por la equidad, aumentar el grado de igualdad social que, por ahora, es tremendamente bajo. Sin reformar fuertemente el capitalismo no va a haber prosperidad, y sin prosperidad no va a haber equidad. No se puede confundir una con la otra, pero dependemos de construir un capitalismo reformado y colocarnos bien frente a él, que la política se plantee objetivos de largo plazo, de construcción estatal y política que apuntale la equidad.