El ex presidente uruguayo José Mujica emprendió durante el último tramo de su gestión una absurda carrera para recibir el Premio Nobel de la Paz. Algunos de sus mojones tuvieron que ver con la venida de familias sirias a Uruguay y el refugio de ex presos de la cárcel de Guantánamo.
Ambas medidas han traído sus dificultades. Aunque de índole diversa, quedó demostrada la improvisación a la hora de ejecutar esas ideas.
Me detendré en el caso que es noticia por estos días. La situación de uno de los liberados de la cuestionada cárcel en territorio cubano, que ha generado mayor repercusión pública. Se trata del sirio Wael Dihab, que ha estado muy activo en manifestar sus quejas. Fue a Argentina, hizo conferencia de prensa y rápidamente el gobierno de Fernández le pidió que se volviera a Uruguay.
Hace algunas semanas que se conocen sus molestias respecto a la imposibilidad de trabajar (por problemas culturales), a la dificultad de traer a su familia de 18 integrantes; y a las promesas que no cumplió el gobierno uruguayo. Ahora, su última amenaza es que se va a encadenar, con huelga de hambre incluida, en la puerta de la embajada de Estados Unidos en señal de protesta, cuando se le acaben algunos vegetales de su heladera.
Es lógico que estas personas tengan costumbres muy distintas a las de los uruguayos. La barrera idiomática, además, complica su inserción. Hace poco se supo que abandonaron las clases de español que recibían.
También fue público el rechazo de algunos empleos ofrecidos por razones culturales. Dos de ellos se fueron a vivir a un hotel, porque no toleraban más la convivencia con el resto. Pidieron a la Intendencia Departamental que les otorgue un terreno para construir una mezquita. Pero Montevideo ya tiene una.
La central sindical local les ha dado una vivienda para alojarse y los ha apoyado en su inserción cultural. Uno de sus principales dirigentes acaba de manifestar que no lo apoyarán a Dihab en su intención de hacer huelga de hambre. Entienden, desde el PIT-CNT que sería un mal ejemplo para que otros países acepten más ex presos de Guantánamo. Y tienen razón. Pero el problema mayor es el mal ejemplo que dio el gobierno de Uruguay en esta improvisada acción, como en tantas otras, que eso solo es suficiente para que otros países no quieran correr con estos problemas. De hecho, algunos países hace meses que anunciaron que no recibirán a ex reclusos.
Se ha informado que el gobierno que encabeza Tabaré Vázquez no traerá más refugiados. Mujica lo relativiza y busca las culpas en otro lado. La verdadera razón es que las pruebas están a la vista, hasta al punto que los ex reclusos de Guantánamo manifestaron que ahora se encuentran presos en Uruguay.
Vázquez no quiere repetir el error de su antecesor, y aunque jamás lo reconocerá, soporta con este tema una de las herencias malditas que su compañero de ruta le dejó.
El autor es ex diputado nacional por el Partido Colorado de Uruguay.