Los conductores de cientos de taxis en Londres entorpecieron el flujo vehicular en las calles alrededor de la Plaza de Trafalgar, haciendo sonar sus bocinas al pasar por Downing Street, donde se ubica la residencia del primer ministro, David Cameron, y por el Parlamento.
Los taxistas en Paris afectaron el tránsito en las principales arterias con destino al centro de la ciudad. En Berlín, en tanto, cientos de taxis obstruyeron la vía principal al centro histórico de la ciudad, mientras que los viajeros hacían malabares en autobuses y trenes, o simplemente caminaban, para ir a trabajar en Madrid y Barcelona.
Uber, que la semana pasada fue valorada en u$s18.200 millones cuatro años después de su lanzamiento en 2010 y está respaldado por inversores como Goldman Sachs y Google, tocó un nervio sensible al llevar los avances tecnológicos a uno de los oficios más visibles del mundo.
"Este es un asalto a nuestra profesión, a nuestro sustento", dijo Max Small, conductor de uno de los taxis negros de Londres durante 34 años. "Estas grandes empresas están llegando, y no juegan con reglas", agregó.
Una variedad de aplicaciones para llamar a un taxi amenazan el modelo tradicional en ciudades europeas como Londres, donde hay estrictas normas para regular qué automóviles pueden parar en la calle para recoger a un cliente y qué vehículos tienen que ser reservados con antelación.
Uber pone en contacto a personas que desean realizar un viaje con conductores particulares dispuestos a realizar ese trayecto.
Los conductores deben inscribirse en Uber y los usuarios descargar la aplicación, mediante la cual verán datos de los choferes, como el auto que conduce y la puntuación dada por otras personas que ya emplearon el servicio.
Nadie emplea efectivo ya que al registrarse en la aplicación se ingresan datos de PayPal o tarjetas. Uber es quien fija las tarifas en cada ciudad y se queda con una comisión de 20 por ciento.
Uber se expandió rápidamente desde que fue lanzado por dos emprendedores tecnológicos, Travis Kalanick y Garrett Camp, y ahora opera en 128 ciudades de 37 países. Uber asegura que su aplicación y sus conductores cumplen con las regulaciones locales.
"Lo que vemos hoy es una industria que no afrontó competencia en décadas. Ahora finalmente ven competencia de empresas como Uber que da una elección a los clientes", dijo a Reuters el mánager general de Uber para Europa Occidental, Pierre-Dimitri Gore-Coty.
Pero afrontó una serie de escollos, desde las playas de Miami a las plazas de Roma.
Las ordenanzas municipales le prohíben operar en ciudades como Las Vegas o Miami mientras que en Chicago, San Francisco y Washington D.C., Uber y empresas similares afrontan demandas judiciales de compañías del taxi que esperan mantener a la competencia al margen.
En América del Sur, solo opera en Bogotá, Ciudad de Panamá, Cali, Río de Janeiro, Lima y Santiago de Chile.
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