En breve pero intensa gira, Francisco creó una oportunidad para la paz

El Papa deja Tierra Santa con logros de peso, tanto en lo religioso –acercamiento con los católicos ortodoxos-, como en lo político: el Vaticano será escenario de un encuentro cumbre israelí-palestino

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 AP 162
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"Usted nos abre una puerta a la paz". Fue el reconocimiento del presidente de Israel, Shimon Peres, al Pontífice argentino, por el modo en que éste puso su liderazgo al servicio de la búsqueda de concordia en la región.

Tal como lo señaló este diario en el inicio mismo del viaje (ver Una gira religiosa de inevitable impacto político), Francisco es hoy el único líder mundial con autoridad para hacer una convocatoria al diálogo que los dirigentes políticos pueden aceptar sin sentir menoscabo alguno de sus intereses y, por ende, de su dignidad.

Es por eso que, contra la mayoría de los pronósticos, la gira del Papa a Tierra Santa logró incidir en el conflictivo escenario político de la región con una iniciativa cuyos alcances no se pueden medir todavía, pero que ya ha contribuido a poner una nota de esperanza en una coyuntura ensombrecida por un nuevo estancamiento en las negociaciones de paz. Les toca ahora a los dirigentes políticos mostrarse a la altura del desafío.

La consulta de este medio a integrantes de la comitiva papal antes del viaje, sobre si el diálogo interreligioso podía constituir un paso previo o un camino hacia el diálogo político para la paz, ya fue respondida. Queda por ver si los políticos sabrán aprovechar esta ocasión histórica que el Papa les brinda.

Era de esperar que Francisco, que desde el inicio de su pontificado se ha mostrado activo en los llamados a la paz –su vigilia de oración por el fin de la violencia en Siria en plaza San Pedro y la carta que envió al presidente ruso, Vladimir Putin, contribuyeron a frenar la intervención armada- buscara alguna forma de reabrir la vía del diálogo en el conflicto que enfrenta a israelíes y palestinos.

El carácter del liderazgo papal, una autoridad que deriva de su condición de líder religioso y de su constante prédica en favor de la "cultura del diálogo y del encuentro", facilitan el tendido de puentes entre dirigentes.

La invitación del Papa fue formulada el domingo por la mañana desde la Plaza del Pesebre, en Belén, al concluir la misa que ofició en presencia de las autoridades palestinas, durante la cual se dio el abrazo de la paz con el presidente Mahmud Abbas. "Ofrezco mi casa en el Vaticano para una reunión de oración para pedir a Dios el don de la paz", dijo Francisco.

La invitación fue aceptada de inmediato –el encuentro se haría el próximo 6 de junio-, lo que habla a las claras del trabajo diplomático y político previo promovido por el Papa (ver Quién es el hombre que ayudó a lograr la cumbre...).

Equilibrio y compromiso

Antes del viaje, hubo también críticas a su brevedad, considerando que Francisco visitaría tres países y una realidad compleja, fragmentaria y conflictiva, en tan sólo tres días. Pero quedó claro que la intensa agenda prevista –que se cumplió con precisión milimétrica y perfecta sincronización- estaba pensada con sentido del equilibrio político, con prudencia y audacia a la vez.

Francisco no eludió ningún tema, aunque a veces no haya usado palabras, como cuando se detuvo a rezar junto al muro que aísla a Cisjordania, separándola de Israel.

 AFP 162
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Si ese gesto pudo generar algún malestar, hubo en contrapartida una condena inapelable al Holocausto, en el Memorial Yad Vashem, y un homenaje -inédito para un Papa- a un prócer israelí como Theodor Herzl.

A la vez, Francisco confirmó el reconocimiento a la soberanía palestina –formalmente hecho por el Estado Vaticano en 2002- y defendió la solución de los "dos Estados".

El Papa también habló con la voz de la experiencia. A los niños palestinos del campo de refugiados de Dheisheh, que le expresaron sus padecimientos y frustraciones, les pidió: "No dejen que el pasado les determine la vida". "La violencia no se vence con la violencia. La violencia se vence con la paz", dijo Francisco.

Frente a otro muro, el de los Lamentos, en la Explanada de las Mezquitas, Bergoglio cumplió su sueño de abrazarse con sus amigos argentinos, el rabino Abraham Skorka, y el dirigente de la comunidad islámica, Omar Abboud.

En su paso por Jordania, la primera etapa del viaje, el Papa tuvo reiteradas palabras de agradecimiento para un país que es tierra de asilo de tantos que sufren en la región y pidió no dejarlo solo en la defensa de los desplazados y refugiados. Allí se escucharon sus más fuertes condenas al sufrimiento que la guerra y otras formas de violencia y explotación, causan a la persona humana, en particular a los niños.

La unidad bien entendida empieza por casa; y es imposible transmitir al conjunto la temperancia y concordia que no se está dispuesto a practicar con uno mismo. Por eso Francisco fue enfático en su apuesta a la definitiva reconciliación con los católicos ortodoxos, en los encuentros que tuvo con el Patriarca de Constantinopla, Bartolomé, líder espiritual de esa rama separada de la iglesia. Jorge Bergoglio llegó hasta a decir que estaba dispuesto a buscar un nuevo estatus para la función del Obispo de Roma que sea aceptado por todos. Traducido: la propia supremacía papal podría ser revisada en aras de la reunificación de la Iglesia Católica.

La nota argentina

En el estadio internacional de Amán, la capital jordana, y en varios otros momentos de la gira, el público vivaba al Papa en castellano. Más allá del impacto emocional de esos gritos de "¡Viva el Papa!", con su actuación en la escena internacional, Francisco le ha dado a la Argentina una visibilidad geopolítica de primer nivel. Y aquí también queda por verse si la dirigencia –política y en general- estará a la altura de ese protagonismo.

Casi no hay dirigente argentino que no haya ido al Vaticano a fotografiarse con Francisco. ¿Cuántos habrá capaces y dispuestos a hacerle el relevo, a volver a poner las ideas –la imaginación y la creatividad- al mando de la política?