John Jairo Velásquez, alias Popeye, sicario principal y mano derecha del narco colombiano Pablo Escobar en los años 80, había declarado en 2009: "No sé a cuántos he matado porque los que cuentan muertos son sicópatas. Con mis manos ejecuté a unas 250 personas".
A raíz de la matanza de 72 migrantes en San Fernando, en el estado mexicano de Tamaulipas, el último 23 de agosto, el diario El Universal de Mexico intentó descubrir qué pasa por la mente de los sicarios. Para ello se contactó con varios especialistas que coincidieron en aclarar que "no son enfermos mentales".
"La gente común podría pensar que sólo un loco o una persona con cierta patología que lo asemeja a un monstruo podría realizar estos actos delictivos, pero no; lo que sí encontramos es un trastorno de personalidad que los hace carecer de empatía", explica Daniel Cunjama, investigador asistente del Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE) de México.
El especialista precisa que hay distorsión de emociones y sentimientos, "pues se supone que participar en una masacre debe provocar emociones, como miedo, tristeza o aversión; y sentimientos, como compasión y culpa. No obstante, los matones no experimentan estas sensaciones; por el contrario, se sienten satisfechos. Existe en consecuencia: una carencia total del sentido de culpa y una pérdida del valor de la vida".
Desde la neuropsicología, Guillermina González, médica de la Clínica del Comportamiento, explica que los individuos que participan –como observadores simples o personas activas– en estos delitos tienen un "desajuste emocional".
"Existe un desorden en el cual la exposición continua a estos actos, crea una indiferencia psicopática, lo que permite actuar con crueldad. No hay toma de consciencia de los actos, y así no hay arrepentimiento. Se aíslan y buscan sólo la compañía de amigos o cómplices", detalla.
Fernando Valadez, psicoanalista y miembro del colectivo Contra la Tortura e Impunidad, asegura que las personas que participan en estos "actos de terrorismo" tienen un "entrenamiento psicológico de tipo militar". Recuerda que el propio gobierno atribuyó estos actos a Los Zetas, una organización que, se presume, está constituida por ex militares.
"No son monstruos con terribles patologías como la gente piensa, porque pueden matar y regresar a su casa y ser amorosos con sus hijos. Son entrenados para bloquear sentimientos, a fin de cumplir un objetivo más importante", afirma.
Según el especialista "bloquean el aparato racional en el momento de jalar el gatillo, al decapitar, al quemar o al ahorcar a alguien. Una vez cometido el crimen, regresan de inmediato a lo racional para justificar su acción".
La antropóloga social Elena Azaola dice que, para entender a la persona que comete estos crímenes, se debe comprender que este tipo de conductas "se desarrollan en el contexto de una falta de gobierno y de un Estado fallido, donde no hay alternativas legales de empleo".
"No es un fenómeno de deformación individual, sino social y política que permite que los seres humanos lleguen a esos niveles", advierte Azaola.