Está comprobado que durante el verano la libido y el cuerpo están mejor dispuestos para el sexo. Los días cada vez más largos, las mañanas agradables, los cuerpos con menos ropa, la alimentación frugal, etc., todo ayuda a mejorar el deseo sexual. Y qué decir de mirar otros cuerpos en iguales condiciones de liberación.
En verano la mirada desnuda y para algunas parejas es una actividad compartida que ayuda a la relación; para otras es una actividad censurada. Hay que andar con unos buenos anteojos de sol o con “anteojeras” que no revelen la osadía de mirar. La idea de que la atracción debe ser solo para la pareja todavía es imperante. Se sabe que se mira, pero no se dice. Ocurre en una playa, en un lugar público, pero también asoma en el mejor momento del clímax: “¿todavía te resulto atractiva?”.
Tanto a los hombres como a las mujeres les gusta ser mirados por otros ojos. La efectividad de esa mirada refuerza la virilidad en los hombres, y en las mujeres la actitud y la capacidad de seducir. Pocos revelan estos refuerzos personales que provienen del afuera, uno puede decir “el jefe o el maestro me felicitó” o “mis amigas me dijeron que estaba hermosa”, pero pocos (excepto las personalidades narcisistas) ponen en palabras la satisfacción de ser mirados por otros, queda como un secreto que modifica la estima sin decir el origen.
El Yo erótico
Existe una parte de nuestro mundo interno que está atento a los estímulos eróticos que provienen del afuera. La mirada se puede considerar como el factor más fuerte de enganche y de interacción sexual, aunque no exista nada más que eso. Y es mucho más poderosa cuando ocurre espontáneamente, no en sitios donde se sabe que este encuentro visual es parte fundamental como una salida a tomar un trago o ir al boliche. Sin embargo, las que dan más satisfacciones son las inesperadas, esas miradas que se cruzan y desnudan.
La difusión de pautas de bienestar físico y mental ayuda a las personas a cuidar el cuerpo y a controlar los niveles de estrés con consecuencias favorables sobre la libido. Es en el verano la mejor época para mostrar las ganancias conseguidas durante el invierno y si viene con miradas externas, mejor.
La mirada que se censura impide que un estímulo del afuera alimente la estima. No es solo una interacción sexual, es un alimento al Yo. Por lo general la voluntad no dirige esta mirada, excepto que la persona la busque y salga a la playa con un radar en medio de los ojos, es una reacción involuntaria.
El equilibrio erótico
El sexo merece un equilibrio entre las partes: me complazco, te complazco, nos complacemos juntos. La creencia de “debo complacer” todavía está vigente y dirige el cuerpo y las acciones casi exclusivamente al placer del otro “si ella goza, yo gozo”.
El Yo erótico necesita conexión con uno mismo y con la pareja. Esa conexión primera con nuestro Yo permite sentir el deseo y dirigirlo hacia acciones eróticas efectivas que aumentan la excitación “haceme esto que me gusta”.
Este equilibrio es necesario para la satisfacción compartida, en el sexo y fuera de él. Si no existe este equilibrio se busca el propio placer sin tener en cuenta las necesidades de la pareja, o, por el contrario, nos dejamos de lado para complacer al otro.
*El doctor Walter Ghedin (MN 74.794) es médico psiquiatra y sexólogo