El sábado 6 de diciembre tuvo lugar uno de los eventos más celebrados del espectáculo argentino: la boda de Nicolás Cabré y Rocío Pardo. Un verdadero cuento de hadas que condensó romanticismo, naturaleza y complicidad familiar en la Estancia Bosque Alegre, cerca de Villa Carlos Paz. Días antes, el miércoles 3, la pareja había formalizado su amor con una íntima ceremonia civil, enmarcando así un capítulo inolvidable que culminó con una fiesta rodeada de afectos y detalles pensados al milímetro. Y para dar comienzo a su etapa, los flamantes esposos apostaron a un merecido descanso y a esa intimidad tan esperada.
Recién casados, Cabré y Pardo dejaron atrás la vorágine de la organización y la exposición pública de la ceremonia y se trasladaron al Lago Los Molinos, en Villa Ciudad Parque, Córdoba. Allí, en un hotel boutique rodeado de naturaleza y tranquilidad, disfrutaron de su “mini luna de miel”, una escapada corta pero significativa que ambos decidieron compartir en sus redes con postales de ensueño.
En sus historias de Instagram, la pareja también exhibió paisajes verdes, lagos serenos, cabañas de madera y senderos amplios cubiertos de árboles centenarios. La pareja fundamentó sus días en la simpleza: largas caminatas, momentos al aire libre, charlas hasta tarde y planes sin más pretensión que la de encontrarse en la calma, tras semanas de emociones desbordantes. También mostraron el paisaje que disfrutaron en La Cumbrecita, donde tuvieron que usar paragüas para evitar mojarse por la lluvia.
El actor también quiso mostrar que incluso en el descanso elige sumar nuevas experiencias personales: en una de las fotos se lo puede ver vestido con ropa deportiva y zapatillas en la mano, listo para salir a correr en medio de un paraíso natural. Por su lado, Rocío no dejó de asombrar al subir una postal que mostraba una inmensa piscina en medio de la naturaleza, con la pareja disfrutando cada instante y evidenciando lo bien que le sienta este presente.
Pero si hubo un momento distintivo que definió la atmósfera de la boda y cautivó a quienes la vivieron a la distancia fue el ritual celta del handfasting. Las imágenes, que inundaron Instagram, captaron a Nicolás y Rocío tomados de la mano y unidos por una soga trenzada en verde y blanco. La postal, íntima y enigmática, despertó preguntas y curiosidad. “El ritual de la foto, ¿alguien me lo explica?”, surgió en una usuaria. La respuesta rápidamente llegó desde cuentas de seguidores atentos: el handfasting es una ceremonia ancestral reconocida como “atadura de manos”, cuyos orígenes se remontan a la cultura celta y escocesa. En este rito, la soga simboliza la unión espiritual y el compromiso eterno entre dos almas, más allá de los vínculos clásicos del matrimonio occidental.
El contexto del handfasting no solo aportó color y originalidad a la celebración, también suma un profundo valor simbólico, espiritual y terrenal: es entender que la unión no solo es formal, sino que conecta linajes, historias y sueños por venir. En los últimos años, el ritual resurgió como una tendencia en bodas contemporáneas, sobre todo en celebraciones al aire libre y de espíritu bohemio como la de Cabré y Pardo.
Así, entre álbumes repletos de flores, sonrisas, complicidad y abrazos de seres queridos, la pareja compartió la felicidad de su gran paso y, al mismo tiempo, se regaló el refugio y la calma de su mini luna de miel cordobesa. La boda, vivida y relatada con tanta cercanía en redes sociales, no solo se consagró como un punto de encuentro para amigos y familiares, sino también como un mensaje de amor, compromiso y nuevos comienzos. Lo que sigue, prometen los protagonistas, será seguir sumando sueños, aventuras y postales de un amor que acaba de comenzar su capítulo más importante.