El auge de centros de datos IA obliga la reactivación de plantas de energía contaminantes

La demanda eléctrica de los centros de datos obliga a postergar el cierre de centrales a base de petróleo, gas y carbón

El crecimiento de los centros de datos por la inteligencia artificial llevó a que plantas como la central Fisk de Chicago sigan operando más allá de lo previsto. (Imagen Ilustrativa Infobae)

El crecimiento acelerado de la inteligencia artificial está impulsando la reactivación de plantas de energía contaminantes (petróleo, carbón y gas) que estaban destinadas al cierre, una situación particularmente preocupante en Estados Unidos, según un informe de Reuters. Este fenómeno se observa en regiones como Chicago, donde la antigua central Fisk, propiedad de NRG Energy, ha pospuesto su retiro debido a la demanda eléctrica sin precedentes de los centros de datos.

La central Fisk, ubicada en el barrio de Pilsen, debía dejar de operar el próximo año. Sin embargo, los requerimientos energéticos de los nuevos desarrollos tecnológicos alteraron los planes. Los precios de la electricidad en el mercado PJM Interconnection aumentaron drásticamente al superar la demanda la capacidad instalada, lo que llevó a que plantas consideradas poco rentables volvieran a ser estratégicas.

Matt Pistner, vicepresidente sénior de generación en NRG Energy, explicó al medio que existe una justificación económica para mantener activas estas instalaciones: “Retiramos el aviso de cierre de las ocho unidades de generación de Fisk al observar la tendencia de mercado”. Fisk es solo un ejemplo de las cerca de 1.000 “peaker plants” en el país, centrales diseñadas para operar únicamente durante picos de demanda y que utilizan principalmente combustibles fósiles.

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Aproximadamente el 60% de las plantas a base de petróleo, gas y carbón en el sistema PJM que tenían cierre programado en 2025 han aplazado o cancelado esa decisión. La mayoría corresponde a unidades de respaldo para emergencias.

Cerca del 60% de las centrales fósiles en el sistema PJM que debían cerrar en 2024 aplazaron su retiro por la demanda de energía. (Imagen Ilustrativa Infobae)

El resurgimiento de estas plantas plantea problemas ambientales. Los “peakers” suelen carecer de sistemas avanzados de control de emisiones, lo que produce niveles elevados de contaminantes como dióxido de azufre y partículas en suspensión. Según la Agencia de Protección Ambiental, la central Fisk emitió entre 2 y 25 toneladas anuales de dióxido de azufre tras el cierre de la antigua planta de carbón, aunque la contaminación general disminuyó considerablemente tras esa clausura.

Brian Urbaszewski, director de programas de salud ambiental de la Respiratory Health Association de Illinois, afirmó que “no se trata de una cantidad insignificante, considerando la baja altura de las chimeneas y la cercanía de viviendas”.

El informe también indica que estas plantas contaminantes suelen estar ubicadas en comunidades de bajos ingresos y con alta presencia de minorías, repitiendo patrones históricos de desigualdad ambiental. Un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) reveló que residentes de barrios anteriormente “redlineados”, es decir, excluidos de servicios financieros, tienen 53% más probabilidades de convivir cerca de un “peaker plant” construido desde el año 2000.

El auge de la inteligencia artificial y la digitalización de la economía provocan tensiones en la red eléctrica de Estados Unidos. La demanda de energía en la red de PJM Interconnection, que abarca 13 estados y concentra la mayor cantidad de centros de datos del mundo, está presionando las reservas de electricidad. El precio pagado a generadores para asegurar suministro durante picos de consumo subió más de 800% este verano respecto al año anterior.

El precio de la electricidad para asegurar suministro durante picos de consumo subió más de 800% en el último año en la red PJM. (Imagen Ilustrativa Infobae)

En varios casos, el gobierno federal y las compañías eléctricas han ordenado mantener en funcionamiento plantas que iban a cerrar. Desde enero, 13 centrales de petróleo, gas o carbón han evitado el retiro, 11 de las cuales funcionan como respaldo ante emergencias.

Chris Wright, secretario de Energía de Estados Unidos, declaró que existe “una gran cantidad de plantas de respaldo que podrían operar más tiempo”, aunque las regulaciones ambientales limitan su uso. Los expertos consultados consideran que mejorar la transmisión y almacenamiento de electricidad podría reducir la dependencia de estas plantas, pero las inversiones necesarias aún no se concretan.

Sin radares, ni comunicación por radio, NRG Energy sostiene que los “peakers” son esenciales para evitar apagones y garantizar la estabilidad de la red en situaciones críticas, tanto durante olas de calor como tormentas invernales. “Son la última línea de defensa y el amortiguador del sistema”, sostuvo Pistner.

Según especialistas de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental de Estados Unidos, las plantas de respaldo a gas emiten hasta 1,6 veces más dióxido de azufre por unidad de electricidad que las centrales convencionales, lo que acentúa el impacto sobre la salud en las comunidades cercanas.

Las plantas de respaldo, conocidas como “peakers”, suelen carecer de controles avanzados de emisiones y agravan la contaminación local. (Imagen Ilustrativa Infobae)

En Illinois, el desarrollo de nuevos centros de datos no se detiene. La zona de Pilsen ya cuenta con instalaciones en operación y se han anunciado proyectos de gran escala, como un campus de 20 edificios energéticamente intensivos. John Quigley, del Centro Kleinman de Políticas Energéticas de la Universidad de Pensilvania, advirtió que la suma de estos factores implica “un aumento significativo en los costos de la electricidad para los consumidores y en la contaminación local”.

Desde PJM Interconnection, el portavoz Jeff Shields aseguró: “No podemos darnos el lujo de perder capacidad de generación existente mientras continuamos sumando nuevas fuentes para cubrir las necesidades energéticas de los centros de datos y otras grandes cargas”.

Mientras tanto, activistas como Jerry Mead-Lucero, residente de Pilsen, temen que la permanencia de estas centrales perpetúe los riesgos ambientales en barrios históricamente afectados por la polución industrial, el tráfico pesado y la cercanía de autopistas. “Cuando supimos que la central de carbón cerraba, pero que seguiría generándose energía en el lugar, fue una gran decepción”, expresó Mead-Lucero.

El impacto ambiental y social de este fenómeno pone de relieve la compleja relación entre la innovación tecnológica, la transición energética y la justicia ambiental en Estados Unidos.

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