Morir a tiros en la Villa 31: la historia de Fredy Ramón, el sicario que mató al narco que salía con su ex

Fredy Ramón García Rivas fue condenado el mes pasado a 15 años de cárcel por el asesinato de Juan Torrico Herbas, señalado por vender pasta base para una banda rival. Al final, el ajuste de cuentas fue por un motivo doble. La sombra de uno de los capos más sanguinarios de la historia porteña

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Tereré caliente: Fredy Ramón García Rivas, hoy preso en Devoto.
Tereré caliente: Fredy Ramón García Rivas, hoy preso en Devoto.

“Cierto agrado del ejecutor”.

La frase es quizás una de las mejores ironías escritas de la historia judicial reciente, está en la sentencia a 15 años de cárcel que el Tribunal Oral Federal Nº6 firmó el 19 de diciembre pasado contra Fredy Ramón Gaona Rivas, nacido en junio de 1994 en Repartición, distrito de Caaguazú, República del Paraguay, por haber matado a tiros a Juan Carlos Torrico Herbas a plena luz del día.

“Cholito”, le decían a Juan Carlos, peruano de orígen. El 18 de julio de 2017, Fredy Ramón y un cómplice desconocido hasta hoy persiguieron a “Cholito” con pistolas 9 milímetros por la manzana 105, el barrio paraguayo de la Villa 31 bis, lo acribillaron a treinta metros de un almacén, a la vista de todos los vecinos, de la almacenera y de los chicos que volvían de la escuela cerca de las 18 horas. Dejaron ocho vainas y dos proyectiles en el suelo, los tiros entraron en la panza de Torrico, en la espalda y en los muslos para desangrarlo hasta morir, un disparo en la pierna le rompió un hueso. Algo blancuzco le salía de la boca cuando entró la ambulancia del SAME. Su ex mujer, la madre de sus hijos, había llegado poco antes, gritando. Lo tocó y estaba frío. El Departamento de Tanatología de la Morgue Judicial informó que en la autopsia encontraron algo que se parecía a una lesión de arma blanca en un ojo, otra marca indicaba que lo habían tomado del cuello antes de matarlo.

La autopsia en la calle Viamonte a “Cholito” también encontró otra marca en su cuerpo de larga data, una cicatriz de una vieja puñalada. Esa vieja cicatriz tuvo una explicación: se la había dado un rival en el negocio, “Bombilla”, un chico de la Villa.

Freddy, en foto de sus redes sociales: vista de los techos de la 31 bis.
Freddy, en foto de sus redes sociales: vista de los techos de la 31 bis.

Los testimonios en el expediente indicaron que Torrico hacía tiempo que había comenzado a consumir pasta base, luego a venderla, había -según aseguraron quienes declararon en la causa originalmente investigada por la Fiscalía Federal Nº1 de Jorge di Lello- comenzado a hacer negocios con César Morán de la Cruz, “El Loco César”, oriundo de Perú, el capo más sanguinario de la historia del asentamiento de Retiro, señalado como el hombre detrás de crímenes barbáricos maquinados desde la cárcel de Devoto o desde su búnker central, “La Casa del Pueblo", del otro lado del paredón del tren San Martín, no muy lejos de donde “Cholito” Herbas murió acribillado.

Hubo un testigo de identidad reservada en el juicio contra Fredy Ramón, un chico que se cuidó de hablar de más, que esquivó preguntas sobre ciertos personajes, pesados famosos que orbitaban alrededor de César. Lo que dijo fue clave: aseguró que “Cholito” se había arrogado el poder de emisario de César mismo para cobrar peaje en su territorio partido por nacionalidades donde peruanos y paraguayos solo se mezclaron para matarse. “Cholito”, supuestamente, le había exigido plata a “Oki”, o “El Largo”, capo de la facción paraguaya en la que se alineaba “Bombilla”, el mismo que lo había apuñalado, para comerciar en la zona de César, un cobro de patente de corso para vender droga en la zona de un patrón acusado de matar sin piedad.

“Cholito”, al parecer, no tenía permiso de nadie para cobrar peaje. “Oki” pagó durante dos semanas, hasta que se hartó. Así que le puso un precio a la cabeza de “Cholito”. El encargado de matarlo, según la condena, fue Fredy Ramón.

El motivo para matarlo finalmente fue doble: Fredy se había enterado que hacía un tiempo que “Cholito” salía con su ex, apodada “La Coneja”.

“Cierto agrado del ejecutor”, escribió el Tribunal.

La "Casa del Pueblo", el aguantadero histórico de la banda de "El Loco César".
La "Casa del Pueblo", el aguantadero histórico de la banda de "El Loco César".

No costó mucho encontrar a Fredy Ramón: lo detuvieron en La Plata, había dejado asentado un domicilio alternativo en el barrio Los Hornos, la casa de un amigo de sus días en que intentó ser albañil. Tenía que presentarse cada tanto en la comisaría más cercana de la Federal, la ex número 46, por una causa de un tribunal federal de Río Negro que lo había condenado por transporte de droga cuando lo habían encontrado con marihuana en la Ruta Nº6 cerca de General Roca. Padre de una nena, Fredy Ramón había vuelto a la Villa en 2016 para vivir con su mamá.

La muerte de “Cholito” fue, en cierta forma, el fin de una era, uno de los últimos crímenes sicarios a 10 minutos de la Casa Rosada en el asentamiento de Retiro. Los capos históricos perdieron de a poco su poder, desgastados por operativos y encarcelamientos: “Ruti” Mariños había controlado con mano de hierro y reacciones de plomo el Barrio Ferroviario de la 31 bis. El Tribunal Oral Federal Nº3 lo condenó a diez años a fines del mes pasado. “El Loco César”, por su parte, lleva años encarcelado, así como sus principales soldados, su hijo Vladimir dejó la 31 bis para no volver, luego de que la Federal allanara su casa con jacuzzi y una colección de llantas deportivas.

Sin embargo, la naturaleza narco no soporta el vacío: las nuevas figuras de la Villa llegaron con el tiempo para pisar fuerte. Juan Ramón Ortigoza, “El Groso”, llegó a convertirse en el jefe de la facción más fuerte entre los traficantes paraguayos del Playón Este de la 31 bis, su madre también estuvo involucrada en el negocio con una estructura de más de cien personas entre transas, capataces, pistoleros y satélites. Ortigoza fue detenido a fines de julio del año pasado. Los fiscales encargados de investigarlo estiman que podía ganar hasta tres millones de pesos por semana.

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