"¿Querés que te violemos o que te demos picana?": la tortura y liberación de Olga Talamante, la joven norteamericana detenida en 1974

Los documentos desclasificados revelan las febriles negociaciones y las presiones para la liberación de la activista chicana de 25 años, quien se identificaba con la JP y fue detenida durante el gobierno de Isabel Perón y deportada por la dictadura militar

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El 26 de marzo de 1976, a dos días del golpe de Estado en Argentina, un grupo de militares entró al sector de mujeres de la prisión de Azul, en la provincia de Buenos Aires:

—¿Cuál es la Talamante? —preguntó uno.

Olga Talamante, la única ciudadana estadounidense detenida bajo el estado de sitio que había decretado Isabel Perón, dio un paso y se identificó.

—¿Así que vos sos la que Kissinger quiere que soltemos?

Olga Talamante en el documental Observando al observador, de Malena Juanatey, sostiene una foto de ella misma en 1974 (Imagen del film “Observando al observador”, de Malena Juanatey)

Hacía 16 meses que la joven de 25 años había sido secuestrada, torturada y finalmente oficializada como detenida por "posesión de literatura subversiva y armas". El Departamento de Estado, entonces a cargo de Henry Kissinger, no se había interesado en el caso. Pero la Oficina de Asuntos Interamericanos, impulsada por los reclamos de la familia y las organizaciones latinas de California, había contactado a la misión diplomática en Buenos Aires.

El 15 de octubre de 1975, uno de los cables desclasificados este año muestra la presión que sufría el embajador Robert C. Hill. Le escribió al secretario de Estado:

"El ministro del Interior Ángel Robledo me recibió a las 11 de la mañana del 15 de octubre. Hice referencia a su conversación con él sobre el caso de Olga Talamante. Le recalqué la necesidad de resolver rápidamente este caso irritante y lo insté a que hiciera todo lo que estuviera en su poder a tal fin. Robledo dijo que estaba al tanto pero que todavía transcurría el proceso judicial, en tanto la apelación está pendiente. Dijo que si el abogado aceptaba desistir de la apelación, la orden de deportación se podría implementar inmediatamente. De otro modo, no se podría tomar ninguna acción ejecutiva".

Uno de los cable secreto del embajador Hill sobre el caso Talamante.

El vicejefe de la misión en Buenos Aires, Joseph Montllor, quien había acompañado a Hill en la visita, explicó que la muchacha, que había recibido una condena en primera instancia, "quería continuar con la apelación porque todavía le ofrecía la posibilidad de una exoneración".

Olga estuvo detenida 16 meses. Fue secuestrada, torturada y finalmente oficializada como detenida por “posesión de literatura subversiva y armas”.

Hill insistió, según destacó en el telegrama a Kissinger: "Le dije al ministro que la embajada y el Departamento de Estado habían recibido muchas críticas de algunos miembros del Congreso de los Estados Unidos y que yo personalmente había recibido un telegrama intimidatorio así como cartas que describían que la señorita Talamante estaba en una 'prisión fascista'".

Y advirtió: "Le aseguré al ministro que estábamos tratando de evitar una campaña de publicidad orquestada que pudiera avergonzar al gobierno argentino si se permitía que el caso Talamante se convirtiera en una cause célèbre".

“Le aseguré al ministro que estábamos tratando de evitar una campaña de publicidad orquestada que pudiera avergonzar al gobierno argentino si se permitía que el caso Talamante se convirtiera en una cause célèbre”.

Entonces, sí, Kissinger ordenó que se resolviera, como fuera, lo que tenía el aspecto de una detención ilegal. "Creo que es importante en esta coyuntura que usted asuma a su cargo personalmente este caso en un intento por obtener la solución más rápida posible en las líneas que Robledo indicó en su conversación conmigo", escribió a Hill.

Pero en su desmoronamiento el gobierno de Isabel tenía asuntos más urgentes.

Así llegó el 24 de marzo de 1976, día del golpe de Estado. Tras infinitas gestiones vanas ante el gabinete de Isabel, Hill vio en la confusión de los primeros días de la dictadura una oportunidad para forzar la expulsión de Talamante.

El secretario de Estado Henry Kissinger envió un cable con su firma solicitando la resolución ugente del caso.

"Se venía dando más represión y más restricciones dentro de las cárceles. Y el 24 los militares se hicieron cargo y me pusieron en aislamiento en la misma cárcel de Azul", recuerda ahora Talamante, tras recibir los documentos desclasificados, desde California, donde hizo una larga carrera en el activismo chicano y LGTBQ. "Así pasé una noche".

Pensó que cumpliría el resto de su condena —o acaso más, porque la excepción se imponía sobre todos los detenidos— en la Cárcel de Devoto; pidió entonces que la dejaran despedirse de sus compañeras. Se lo negaron.

—Al menos déjeme despedirme de la niña —rogó.

La bebé —Natalia: hoy es una científica que vive en Nueva York— era hija de otra de las detenidas, y había pasado sus nueve meses de vida en el penal, de un par de brazos a otro. "Fue uno de esos momentos humanos. La guarda, con corazón, me trajo a la niña".

“Se venía dando más represión y más restricciones dentro de las cárceles. Y el 24 los militares se hicieron cargo y me pusieron en aislamiento en la misma cárcel de Azul”, recuerda ahora Talamante (Imagen del film “Observando al observador”, de Malena Juanatey)

Mientras caminaba, desde la celda de aislamiento hacia la puerta, donde la esperaba un vehículo militar, las demás mujeres le cantaron "De colores", una canción del folklore mexicano que cantaban los trabajadores rurales en California, que ella les había enseñado en Azul:

De colores, de colores
Se visten los campos en la primavera.
De colores, de colores
Son los pajaritos que vienen de afuera.
De colores, de colores
Es el arco iris que vemos lucir.
Y por eso los grandes amores
De muchos colores me gustan a mí.

California-Argentina, 1973

En Gilroy —la localidad de California donde un ataque armado dejó cuatro muertos, incluido el agresor, el 28 de julio— Eduardo y Refugio Talamante esperaban que Olga regresara de Argentina el 24 de noviembre de 1974. Eran trabajadores rurales que no habían podido terminar la escuela primaria y estaban muy orgullosos de única mujer entre sus tres hijos, quien no sólo había terminado la universidad sino que se destacaba como líder latina.

Olga había llegado a los Estados Unidos de su mano, desde México, a los 11 años. No hablaba inglés: en la escuela la inscribieron con niños mucho menores. Pero en pocos meses no sólo dominaba la nueva lengua sino que, en las paupérrimas condiciones de la habitación donde vivía toda la familia, sin muebles, cocina o refrigerador, lograba estudiar —le encantaba— y avanzar hasta volver a cursar con chicos de su edad.

Olga y su madre, en California. (Cortesía Olga Talamante)

En el secundario Talamante "fue elegida presidenta de su clase en segundo año, actuó como secretaria y vicepresidenta de la sociedad de honor, dirigió la rama local de un programa internacional de intercambio estudiantil, fue presidenta de un consejo estudiantil sobre reforma escolar y capitana del equipo de hockey femenino", escribió William Schmidli en su libro The Fate of Freedom Elsewhere, que publicó la Universidad de Cornell.

Como Estudiante Destacada del Año en su último año, logró varias becas que le permitieron ingresar a la Universidad de California en Santa Cruz (UC-SC) en 1969. "Fui de la primera generación de chicanos que entramos a la universidad", dijo. Se graduó en Estudios Latinoamericanos y se nacionalizó estadounidense.

Olga Talamante se graduó en Estudios Latinoamericanos y se nacionalizó estadounidense.

Eran los años del movimiento contra la guerra de Vietnam, la segunda ola feminista y, en California, el activismo latino y chicano. Pronto Talamante se convirtió en activista chicana y en una ocasión presentó al dirigente campesino César Chávez ante una multitud.

De viaje por México conoció a unos documentalistas argentinos que recorrían América Latina como mochileros, Hugo Pérez y Norma Delboniz, y los siguió. Se reencontraría con ellos en Argentina, en agosto de 1973, luego de juntar dinero para el pasaje trabajando en la cosecha del ajo.

Ellos eran de la localidad de Azul; allí fue ella. Enseñaba inglés para mantenerse y participaba en un centro de la Juventud Peronista (JP). "Hacíamos peticiones al gobierno local de mejoras en barrios como San Francisco o Villa Fidelidad, organizábamos partidos de fútbol para los chicos, hacíamos milongas para recaudar fondos", recordó.

Pronto la JP, un grupo asociado a la guerrilla Montoneros, se enfocó cada vez más en la pelea interna del peronismo. Estuvo en la Plaza de Mayo aquel 1º de mayo de 1974 cuando Juan Perón echó a los Montoneros y el gran arco de a JP. "Nosotros decíamos que nos habíamos ido", matizó y se rió. "Habíamos ido en autobuses, felices, cantando. Y los líderes de las columnas dijeron 'Nos vamos'. Y nos empezaron a perseguir los grupos de choque".

La violencia aumentó después de la muerte de Juan Perón, que dejó a Isabel cargo de la presidencia. "Una decepción", recordó el clima de la época. Ella se había quedado en Argentina por identificación con la movilización popular que veía en "los altarcitos que la gente tenía en las casas, con Perón, con Evita y con Gardel". En el desencanto, en cambio, empezó a reevaluarlo todo: "Vino otra etapa de tratar de entender".

Decidió volver a California y compró su pasaje. Pero nunca llegó al avión.

Secuestro, tortura y blanqueo

“Fue captura. Porque si somos precisos, no nos arrestaron: nos capturaron y nos llevaron a la sede de la policía sin darnos por detenidos”, dice de su detención. (Imagen del film “Observando al observador”, de Malena Juanatey)

Sus amigos habían organizado un asado para despedirla. Al terminarlo, cuando se iba con un grupo, un auto sin identificación frenó quemando el cordón de la vereda. Del asiento del acompañante salió un hombre que dijo ser policía y los invitó a un interrogatorio. Los jóvenes se rehusaron; el hombre y otros los empujaron dentro del vehículo.

"Fue captura", distinguió. "Porque si somos precisos, no nos arrestaron: nos capturaron y nos llevaron a la sede de la policía sin darnos por detenidos. Los familiares buscaban y les decían que no estábamos. Pero era un pueblo chico. Y era un momento en el que todavía tenían que darnos por detenidos eventualmente", aludió a la diferencia con la desaparición de personas que se impondría más adelante.

Sus padres recibieron una llamada con la noticia. Sus amigos y la UCSC comenzaron a moverse.

A fin de mes se confirmó que Talamante había sido detenida cinco días después de que la presidenta Isabel Perón hubiera impuesto el estado de sitio. Tal vez para su familia lo más importante de la visita consular es que le dio a Olga la oportunidad de escribir: "Lo que sucedió fue que me arrestaron junto con algunos amigos, bajo la acusación de tener armas y ser opositores al gobierno".

Schmidli citó parte de su carta:

"Mamá, lo que más me duele es el dolor que les pude haber causado y que les estoy causando a ti y a papá ahora. Daría cualquier cosa por evitar este sufrimiento, pero no somos nosotros quienes determinamos las circunstancias. Sé que serán fuertes y que juntos tendremos fe en una solución rápida. Recibe todo mi amor. Te quiero mucho".

Presión sobre la embajada

Aunque no directamente por palabras de ella, los Talamante también se enteraron de que había sido torturada. "¿Querés que te violemos o que te demos picana?", recordó Olga a sus verdugos en el documental Observando al observador, de Malena Juanatey, que cuenta su historia y la de Patricia Erb, otra ciudadana estadounidense secuestrada, en su caso ya durante la dictadura.

"Fue obligada a mantenerse de pie con las manos contra una pared durante más de 12 horas antes de que le pusieran una capucha y la depositaran, amarrada, en una celda", reconstruyó Schmidli. "A continuación la desnudaron, la ataron y la sometieron a tortura con electricidad".

Por fin fue blanqueada en la prisión de Azul, física y mentalmente debilitada pero viva.

Olga con Patricia Erb, otra ciudadana estadounidense secuestrada, en su caso luego del 24 de marzo de 1976. (Imagen del film “Observando al observdor”, de Malena Juanatey)

Ninguna autoridad argentina informó a Hill o al cónsul general George Huey que una ciudadana estadounidense estaba en una celda de 6 por 7, por cuyos caños rotos se filtraban desechos humanos, junto con otras 25 presas.

La embajada se enteró del caso por la campaña en defensa que venía presionando desde Washington: la familia y los compañeros de estudios de Olga junto con varias organizaciones latinas formaron un Comité de Defensa de Olga Talamante (OTDC), que hizo todo el ruido posible con el apoyo de organizaciones como el National Council of Churches, el National Women's Political Caucus y el North American Congress on Latin America.

Norman Mineta, congresista demócrata por California, protestaba regularmente ante el Departamento de Estado; pronto se sumaron los senadores demócratas Edward Kennedy (Massachusetts) y Alan Cranston (California).

Crítica del abogado Weinglass al embajador Hill, tal como la revelan los documentos desclasificados.

Según otro documento, el 30 de mayo de 1975 el abogado Leonard Weinglass, del Centro Legal de la Universidad del Sur de California, escribió a Hill una larga carta en la que le expresó su "preocupación por la inexplicable falta de información reunida por su equipo".

Las denuncias de tortura que ella hizo "nunca fueron verificadas con la lectura de los registro de los tribunales, que incluyen una declaración médica sobre las marcas que se hallaron en su cuerpo"; la embajada tampoco había contactado al abogado de Olga, quien había brindado a Weinglass "nueva información que nos indica con fuerza que en el caso se inventó la prueba incriminatoria".

Sintetizó: "En la breve semana de nuestra visita, con la ayuda del equipo de la embajada, pudimos descubrir información que apoya con fuerza el hecho de que Olga fue torturada y probablemente arrestada y acusada ilegalmente".

Un caso sin antecedentes

En Buenos Aires, Hill envió funcionarios consulares a Azul más de una docena de veces mientras hablaba personalmente con Robledo y con el ministro de Relaciones Exteriores de Isabel, Alberto Vignes, a quien le comunicó su "seria preocupación por la detención continua de la ciudadana estadounidense Olga Talamante, arrestada en noviembre en Azul", según un cable del 12 de julio.

La cárcel de Azul donde estuvo detenida Olga Talamante. (Imagen del film “Observando al observador”, de Malena Juanatey)

"Le enfaticé la necesidad de resolver este caso rápidamente con la salida de la señorita de Argentina tan pronto como sea posible, antes de que este caso envenene las buenas relaciones entre los Estados Unidos y Argentina", escribió el embajador.

El telegrama del 14 de octubre contó el viaje de Montllor y Huey, el día anterior, a Azul, donde conversaron con el juez federal Dante Ippolito, quien acababa de pasar el expediente al tribunal de apelaciones. "Merece destacarse que el juez Ippolito nos dijo que nunca antes había llevado adelante un caso de naturaleza tan compleja, que involucraba a una extranjera detenida bajo el estado de sitio", informó el cónsul.

Sin precedentes: el caso de Talamante no era comparable a otro, y por tanto no había un procedimiento estándar para tratarlo.

Una vez que hubiera sentencia en esa segunda instancia —fuera absolución o condena— "el Poder Ejecutivo probablemente seguiría reteniendo a las personas por el estado de sitio", dijo Ippolito. Y si Robledo lo decidía, "podría invocar la orden de deportación que en este momento tiene el Departamento de Inmigraciones del Ministerio del Interior".

A continuación los diplomáticos visitaron a la Olga en la cárcel. "Tenía buen aspecto y buen ánimo", siguió el cable. Ella quería actuar junto con los otros detenidos, por lo cual pidió que la embajada no interviniera en el segundo nivel judicial. "Explicó que su decisión de apelar era compartida con los demás acusados porque todos sostienen la posición de que no son culpables".

Si la apelación confirmaba la sentencia, la dejaría firme. Quería irse de Argentina.

Villa Devoto – Estados Unidos, 1976

Cuando la subieron a un avión militar y la esposaron a unas cadenas en el suelo, intuyó que iba a sobrevivir: demasiado trabajo para matarla. "Yo tenía mi propia lógica para calmarme", recordó. Tras aterrizar en un destacamento, un auto la llevó, como había pensado, a la cárcel de Devoto. Pero no para que se quedara, como creía. "No querían que tuviera contacto con nadie. Me pusieron sola en una celda. La guardia no me dijo nada".

La liberación de Talamante en The Washington Post.

Al día siguiente supo que la llevarían al aeropuerto. "¡Un aparato…! Dos vehículos militares al frente, dos atrás, todos con sus metralletas. Ahora pienso que no querían que me pasara nada: que no tratara de escaparme, por ejemplo. En Ezeiza había alguien de la embajada".

Cuando el avión de Pan American aterrizó en Nueva York, Talamante seguía aturdida.

La esperaban un amigo y miembros del OTDC; de inmediato voló a California, donde la recibió una multitud de simpatizantes y periodistas. Tres años luego de salir hacia Argentina, incluidos 16 meses como detenida política, Talamante —la primera extranjera expulsada por la Junta Militar— por fin se reunió con su familia.

Hill hizo gestiones ante los ministros Robledo y Vignes, del gabinete de Isabel Perón.

"Al principio era tratar de hablar con los familiares de los que habían quedado detenidos y dar entrevistas. Luego seguimos informando al pueblo norteamericano sobre la represión en Argentina", recordó. Ella brindó su testimonio ante el Congreso, donde el Subcomité Fraser condujo a cortar la ayuda militar de los Estados Unidos a la dictadura.

"Queríamos ayudar a las fuerzas democráticas de Argentina", recuerda. "No fue mucho dinero, unos USD 30 millones, pero fue un golpe de relaciones públicas".

En Washington Talamante supo de los desaparecidos en la Argentina durante la dictadura. (Imágenes del film “Observando al observador”, de Malena Juanatey)

En Washington supo de los desaparecidos y los centros clandestinos de detención; supo de "las barbaridades que hacían con los niños, con las familias". Los que habían sido detenido con ella, que ya estaban legalizados, tuvieron diferentes destinos: "Uno anduvo por ocho cárceles; otro salió, se exilió en México y volvió a la Argentina, y está desaparecido; los que estaban en la cárcel o se quedaron en el exilio sobrevivieron".

Un giro al activismo latino y LGBTQ

Con los años Talamante sintió que "en el aspecto personal, emocional, era difícil estar en dos lugares: en Argentina, tan lejos, y acá". Trabajó un tiempo en servicio social con los cuáqueros, en Pensilvania, y el OTDC se convirtió en el Grupo Norteamericano Pro Derechos Humanos en Argentina. Por fin quiso regresar a California e integrarse a "las luchas de la comunidad latina acá" y al movimiento LGBTQ: "Fueron los años en que muchos de nuestros amigos murieron de sida".

“Tenía mucho sentimiento de culpa”, dice. “No podía regresar a Argentina en los años de la dictadura. Y después era difícil emocionalmente”.

Desde Inroads ayudó a que jóvenes de las minorías hispana, afroamericana y nativa que quisieran ser empresarios o ingenieros obtuvieran becas y pasantías; fue directora ejecutiva de Chicana-Latina Foundation durante 15 años y hoy está en la mesa directiva del National Center for Lesbian Rights y Horizon, entre otras asociaciones.

"Fue un trabajo muy lindo, me llenó totalmente", recordó sus esfuerzos para que lo que luego se llamaría dreamers —indocumentados que habían llegado en la infancia y pertenecían a la cultura estadounidense— pudieran ingresar a la universidad. Antes de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), se disputaba caso por caso; además había que conseguir cómo pagar los estudios de las jóvenes que, en general, tenían pocos recursos.

Olga Talamante hizo una destacada carrera en activismo chicano y LGBTQ en San Francisco. (Horizons)

"El año pasado decidí jubilarme. Y sin embargo me preguntan: 'Pero ¿tú te has retirado?'. Porque sigo con muchas cosas", dice. "Me retiré, sí. Estoy muy activa pero ahora ya no tengo salario: esa es la diferencia. Porque participo de las protestas y la recaudación de fondos para los inmigrantes que están acá o en la frontera, que llegan principalmente desde América Central para buscar asilo".

2012: regreso a la Argentina

A Talamante le quedaron algunas marcas de aquellos 16 meses. "La memoria del cuerpo", como dijo en el documental de Juanatey, le ha impedido hacer acupuntura y durante mucho tiempo dormir a oscuras. "También tenía mucho sentimiento de culpa", dice a Infobae. "No podía regresar a Argentina en los años de la dictadura. Y después era difícil emocionalmente".

Las fotos de su juventud en la película “Observando al observador”. (Imágenes del film de Malena Juanatey)

Primero se reencontró en Estados Unidos con algunos amigos de Argentina que habían viajado a verla; luego Malena Juanatey se interesó en su historia. Cuando la invitó a volver a Azul para participar del documental, en 2012, Olga encontró la excusa perfecta ante sí misma: "Tenía una razón para ir. Iba a aportar algo".

Vivió en un estado de emoción encendida: "Fue muy fuerte. Muchos sentimientos encontrados. Ningún reproche de parte de mis compañeros. Yo me salgo por ser ciudadana norteamericana, ellos no. Pero siempre siguió el cariño". El 24 de marzo participó de la marcha y llevó con los familiares de los desaparecidos el enorme cartel con fotos de muchos de ellos.

Olga volvió a la Argentina en 2012 por el documental de Malena Juanatey. Acompañó y participó de la marcha de los familiares de desaparecidos. (Imágenes del film “Observando al observador, de Malena Juanatey)

Olga estuvo en Argentina una vez más en diciembre de 2013, para el estreno de la película. Se reencontró con algunas de aquellas personas con las que compartió la ilusión, la decepción, la cárcel y la tortura. "Tratamos de rescatar un poco de la felicidad que habíamos tenido ahí, ¿no?, y la felicidad de seguir siendo amigos y seguir disfrutando la vida", resume. "No nos quebraron el espíritu, no quedamos totalmente cínicos y acabados, aunque algunos un poco. Pero sobrevivimos y seguimos con nuestros sueños, tratando de que este mundo sea mejor".

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