Rodolfo Barili con María Laura Santillán: “Hace muchos años que no veo a mi papá, soy lo que soy gracias a mi vieja”

Cómo fue crecer sin su papá: el abandono, la visita una vez por año, vivir con lo justo. Por qué decidió casarse a los 50 años por primera vez. Su vida como estudiante en la Capital: desde vivir en una pensión en el barrio de Constitución hasta dormir en una radio

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María Laura Santillán con Rodolfo Barili

Barili se casa. A los 50 se casa y quiere festejar con todo. Para muchos argentinos es como si se casara un amigo o alguien de la familia. Ella se llama Lara y es abogada. Me pregunto cuántos televidentes quieren ir al casamiento. Hay mil y una maneras de presentar a Rodolfo Barili. La primera podría ser por su nombre y sus apodos. Rodolfo Roque Hernán Barili. Rodo. Rody, Barili. Tiene dos hijos: Dante y Benicio. Si lo presentamos únicamente como el conductor de Telefé Noticias no hay dudas de quién se trata, lleva muchos años al frente del noticiero y se acerca a 30 años ininterrumpidos trabajando en el mismo canal. También se lo puede presentar como un hombre que vino del interior del país y triunfó en la Capital. Nació y se crió en Rauch, provincia de Buenos Aires. De un día para el otro tuvo que vivir lejos de la familia y los amigos.

— El desarraigo es permanente, es para siempre. Para siempre estás extrañando un lugar. El olor de las calles de tierra, o de asfalto con un poco de tierra cuando empieza a llover, es el olor de mi pueblo. Mis amigos son los amigos de mi pueblo. Tuve la fortuna de hacer amigos acá. Cuando me decís cuál es tu lugar en el mundo y… es mi pueblo. Son esas doce cuadras por doce cuadras. Son mis amigos. Es el Ñato. Basilio. Es mi vieja. Es mi hermana. Es mi tío. Es mi calle. Es mi lugar en el mundo. Y en aquella época, yo vine en el 91, en Buenos Aires ni siquiera escuchabas la misma música. Hoy la globalización te permite conocer cosas que antes no conocías. Las FM no llegaban y escuchabas radio AM.

— Tuviste una radio en Rauch y un semanario. O sea, fuiste dueño de medios.

— Fui un empresario de medios (risas). Fue muy divertido. Siempre me gustó hacer. A mí me gusta hacer. Yo no puedo estar muy tranquilo. Por eso terminé siendo gerente periodístico del noticiero. Me gusta conducir, me gusta comunicar y en un momento dije: tengo el ADN. Hicimos una radio, después hicimos otra. Pusimos un semanario que fue el primero que llevó el color al pueblo. También era devolver lo feliz que he sido en mi infancia y en mi adolescencia creciendo ahí. Yo no sería quien soy si no tuviera esos amigos que tengo, esa noción de la vida y la realidad que me dio mi vieja y mi pueblo.

(Crédito: Gustavo Gavotti)
(Crédito: Gustavo Gavotti)

— La R. Así se llamaba, la R de Rodolfo y la R de Rauch.

— No, era de Rauch (risas).

— Los periodistas nos dividimos entre los que conducen, presentan, y los que conducen, presentan pero también producen. Sos un gran productor.

— Es imposible contar una noticia sin haber vivido, sin saber lo que hay detrás. Es imposible comunicar la actualidad si no te involucras. Es imposible hacer televisión, esa mezcla exacta de equilibrio entre el contenido, el qué, y la imagen, el formato, si a vos no te seduce eso. No podría presentar algo si no fuera parte. Es muy difícil. Cumplo 29 años en Telefé. Yo entré con 20. 30 años en Telefé. Es mucho tiempo (risas).

— Este año también es un año bisagra, vas a cumplir 50 años y decidiste casarte con todas las pompas, con una gran fiesta. No te habías casado antes legalmente.

— No tiene que ver con la edad. Tiene que ver con…

María Laura Santillán con Rodolfo Barili
ENCONTRÉ EL AMOR DE MI VIDA

— ¿No tiene que ver con la edad? ¿Con una madurez?

— No, encontré a la persona, encontré el amor de mi vida. Encontré a la mujer de mi vida y quiero que mis amigos y quienes amo estén ahí para festejar ese amor. Cuando vos a esta edad encontrás a esa persona, tiene en algunas cosas la vibración de algo muy parecido al amor de la adolescencia. Con la adultez para entender ante qué estás. Esto es algo importante.

MI VIEJO SE FUE DE MI CASA CUANDO YO ERA MUY CHICO

— Venís reflexionando mucho, veo.

— Sí. Mi viejo se fue de mi casa cuando yo era muy chico. Yo me afeité por primera vez con mi vieja. Con mi tío que me ayudó, mi abuelo que todavía vivía. Para mí, afeitarme con Dante primero y después con Beni los tres en el baño fue importante, porque conmigo no estuvieron. Vas creciendo a los tumbos en la vida y tratando de formar tu propio camino. La familia que formamos con la mamá de mis hijos era sumamente importante, porque eso yo no había tenido. Asumir que eso no iba, entre ambos lo hicimos, fue doloroso. Y ahí vino un desierto. La separación es un horrible desierto.

— Los hijos no están con vos todos los días.

— No están. Cuando encontrás en medio de ese desierto a alguien que te devuelve el sueño de volver a vivir, de formar una pareja, una familia, decís “esto es importante”. Tenés los años, la sabiduría y el dolor encima para darte cuenta que eso sí es importante y no permitirte dejarlo escapar.

NUNCA ME SENTÍ TAN AMADO

— No hace falta que hables de tu mujer ni que describas cómo es, sino simplemente contame qué te cautivó profundamente.

— Es única. Es una mujer además de bella, que está en todo. Nunca me sentí tan amado. Tan cuidado. Yo la miro y me derrito, pero me derrito de verdad. Y aún enojados.

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— Pero es muy lindo ese punto: decir que es importante sentirse amado.

— Sí. Es el momento en uno es capaz de hacer cosas por el otro que en otro momento de la vida no hizo.

— ¿Cuándo está enamorado?

— ¿Viste que los caballos de sulky llevan unos protectores en los ojos? Para que no se distraigan por nada, porque si no en la calle se asustan. Es esa sensación, de estar enfocado. De decir: “es acá”, y atreverte a decir te amo en el momento que sea.

ESTA MUJER NO PUEDE PASAR E IRSE DE MI VIDA: YO ACÁ ME QUIERO QUEDAR.

— Dijiste que te sentís muy amado. Uno no acostumbra escuchar que eso es un valor.

— La miro y me seduce. Lo mamá que es. Lo amiga de fierro que es. Lo profesional que es. Lo compañera que es. Lo independiente que es. Yo me siento amado y cuando la vi a ella dije: esta mujer no puede pasar e irse de mi vida. Esta es la mujer de mi vida. Yo acá me quiero quedar. Corres todo, decís “hey, hey, es acá”. Yo quiero formar algo. Quiero levantarme todas las mañanas con vos. Quiero que lleguen las facturas y discutamos por la cantidad de luz que gastamos (sonríe). Es imaginar la vida hacia adelante con alguien. Con una persona que hasta hace tres días no conocías. A mí esas cosas me seduce pensarlas. Vos estás con alguien y si no tenés hijos un día dijiste chau, chau, chau, y si no tenés amigos en común por ahí nunca más sabés nada. Y una persona que no conocías llega, te obnubilas y no podés imaginar nunca más la vida sin ella.

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— Una cosa irresistible de tu mujer. Una sola. Irresistible. Una, no vale una enumeración.

— ¿Qué pueda contar? Bueno, una simple. Cocina como no vi cocinar a nadie en mi vida.

— ¿Elegís eso?

— (risas) No, no, te estoy diciendo una de tantas. La demostración permanente de que te ama y que está pendiente de vos. Igual si me decís una, lo mamá que es. Yo convivo con ella y con Lao, su peque. Lo conocí con chupete y hoy discutimos por la Play. Su lucha por de ser mamá y lo enorme mamá que es. s

NO PUEDO DEJAR DE MIRARLA

— Volvamos al punto que no quiero perder: tu mujer presta atención. Está atenta. Está alerta. Te sentís querido. Te sentís tenido en cuenta. Es irresistible la incondicionalidad.

— Es una compañera. Estamos igual. Mano a mano. De igual a igual. Yo creo que es el amor. El amor es saber mirar al otro. Acostumbro decirle que tal vez como pocas veces en mi vida yo miré. Y de lo que vi, me enamoré. Y no puedo dejar de mirarla. Yo me levanto todos los días y la elijo y ella me elige. Ese es nuestro acuerdo y ese es nuestro amor. Cuando yo digo “mi mujer” no hablo de una cuestión posesiva, de la misma manera que ella dice “es mi hombre”. La independencia de cada uno con su laburo, con su carrera, es también parte del secreto. Esta mentira de la media naranja, nadie necesita otra mitad para…

— Ahora están haciendo juntos una casa. Ella quiere una gran escalera, como una diva, y vos queres ponerle luz a todo. ¿Discuten?

— Y la hacemos. Y pasamos horas y horas hasta que le encontramos la mano, entonces la escalera tiene la luz que yo quería y tiene el mármol que ella quería. Equipo. Las parejas son un equipo.

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— ¿Hay que negociar? ¿O sumar? Mármol y luces, como hacen con la escalera…

— No, hay momentos donde podés chocar y puede haber chispas y demás. Es natural. Lo que está por encima de eso es la idea de construir algo juntos. No somos dos, somos cinco. Está Lao y están Dante y Beni.

— ¿Cuándo discuten quién afloja primero? La pura verdad.

— Por lo general yo.

— (Risas) ¿Sí?

— Sí. ¿Esta parte va a salir?

SOY MUY IMPULSIVO

— ¿Cómo aflojás? Haciéndote el desentendido o con un gesto evidente?

— Por lo general las macanas me las mando yo, porque soy muy impulsivo. No puedo estar mal con alguien mucho tiempo. Menos con ella. Pero por ahí es un error.

— No puedo imaginarte diciendo malas palabras. ¿Puteás?

— Uh. Lo que más hago, sí. Estoy mucho más controlado que cuando era pibe. Trato de ser más racional. Pero sí, soy muy mal hablado. Soy vehemente.

Él lo dijo recién al pasar, pero fue muy duro: a Rodolfo lo crió la mamá. Lo crió a él, la crió a su hermana. El papá se fue de la casa cuando eran chiquitos y la mamá se cargó al hombro, la educación y la manutención de los chicos.

— Sí. Es increíble. Hay, creo que 700.000 padres que hoy en la Argentina no aceptan la responsabilidad de darles la cuota alimentaria a sus hijos.

— ¿Qué edad tenías?

— Y, 8 años.

— ¿Cuándo se fue?

— Él se fue a los 7 más o menos. Un domingo a la mañana caminábamos con mi vieja, íbamos a misa solos y me dijo: “mamá tomó la decisión de separarse de papá”. Yo soy como papá el 10% de lo que fue mi vieja como mamá. Para entender, yo vine a estudiar a Buenos Aires con el sueldo de una docente.

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— ¿Los tres vivían con el sueldo de ella como docente?

— De mamá. Y siempre hubo gente que ayudó. Había una asociación becaria en el pueblo, de la que hoy formo parte, ayudando. Eran dos pesos, pero era una fortuna para mí. Y vine a vivir a la casa de Matías que venía a estudiar conmigo acá

— ¿O sea que el pueblo te dio plata, te ayudó?

— Había una organización, una asociación que aún sigue existiendo y cobrábamos unos pesos. Y los lunes yo iba a Retiro y llegaban los bay biscuits de Alicia que era una maestra, las tortas fritas de mi abuela, las milanesas de la tía Marta o de mi vieja. Yo volvía al departamento y con eso comía toda la semana.

— ¿Sino, no comías?

— Y… nunca me faltó comer, vivía con un amigo. El segundo año fue peor, viví en una pensión de Constitución, en el altillo. Era tremendo. Cierro los ojos y me acuerdo que una noche volvía a la pensión y ví un tipo todo ensangrentado en la puerta gritando “ábranme! ábranme!”. Con la cabeza de pibe del interior, todo era muy fuerte. Nunca dejé de vivir lo que viví como una gran aventura.

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— ¿Cómo fue esa infancia? Estaban muy justos de plata.

— Sí, pero nunca faltó nada. Nada de lo importante. Y mi vieja me enseñó siempre que había gente que tenía menos que uno. A la casa de mi abuela llegaban los reyes que traían las bicicletas. Cuando yo dejaba de usarla, mi vieja me llevaba a la casa de alguien que no tenía bicicleta a entregar a esa bici, para que alguien pudiera disfrutarla. Siempre entender que hay alguien que la pasa peor que vos.

HABÍA QUE PEDIR FIADO Y LA VIEJA LA REMABA

— Las zapatillas de moda, o la ropa de marca no era posible.

— No. Cuando empecé a laburar. Era disc jockey y con mi guita me compraba los vaqueros, jeans.

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— El señor Barili es locutor, es periodista, es guitarrista, ha sido empresario de medios y DJ.

— Sí, todo. Eso es lo lindo de un pueblo. Bailé siete años folclore, y bailaba bien eh.

— Y bailarín.

— Siete años de folclore. Bailaba bien. Me apasionaba bailar folklore, estilizado. Íbamos a competir. Es lo que te permitía la idiosincrasia de ciudad chica, de pueblo, que vos podías hacer todo ¿entendés? Yo soy un poco de todo eso. Me gusta todo un poco. Te decía, cuando empecé a pasar música me compraba las zapatillas que quería. Nunca me faltó nada. Obviamente no sobraba nada. Que había que pedir fiado y que la vieja la remaba y que…

— Antonia, tu mamá, estuvo sola. Tu papá se fue y ella remó y sostuvo. Sin pareja.

— Sí, mi vieja fue mamá, papá. Mi vieja tiene una marca ética, moral, que a mí me resulta admirable. El segundo año en Buenos Aires yo vivía en una pensión como te decía y después viví adentro de una radio. En el Estudio 2 de una radio.

NO ERA SENCILLO ESTAR ACÁ SIN UN MANGO EN UNA PENSIÓN

— Te dejaban dormir ahí?

— Y, no tenía a dónde vivir, me tenía que volver al pueblo. Entonces FM Líder de Belgrano, la familia Villegas... Siempre hay alguien que te va a ayudar.

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— ¿Un colchón? Una bolsa de dormir?

— Un catre en el Estudio 2 que no se usaba. Y una tarde, un domingo, llamé a mi vieja y le dije: ya está, no tengo un mango. En el verano desde el primer año del ISER, me iba a la costa a una radio en Santa Teresita. Hacía una guita, pasaba el verano, imaginate. Estaba en el boliche, conducía en la radio, te garpaban el alojamiento y la comida. Y me volvía con guita para bancar el comienzo del año. Era el mejor plan de mi vida. Esa guita me alcanzaba hasta mitad de año. Después no alcanzaba más. Y le dije “ya está me vuelvo”. “Me harté, me vuelvo”. Y ahí viene tal vez el lado B de mi vieja: “si querés ser un irrealizado volvete, pero vas a ser un irrealizado toda tu vida. Si querés eso volvé”.

MI VIEJA ME SALVÓ LA VIDA

— Durísimo.

— Corté el teléfono, lloré, la maldije. Pero me salvó la vida. Tengo una frase que suena soberbia pero que es el resultado de ese momento: pobre aquel que se interponga entre mis sueños y yo. Cuando alguien te pide un consejo es: no claudiques. Ese lado B de mi vieja me salvó la vida. Mi vieja, los abrazos de mi vieja son infinitos.

— ¿Te imaginas lo que fue para ella decir eso y después cortar?

— Y después lo supe, que lloró muchísimo. A la noche a la pensión me llamó el papá del Narigón, de mi amigo Ricardo, para sostenerme. Pero no era sencillo estar acá sin un mango en una pensión.

(Crédito: Gustavo Gavotti)
(Crédito: Gustavo Gavotti)

— Ella lo sostuvo, no es que después te dijo “Rody, si querés volvé”.

— No. Es que los papás hacemos eso. Los papás hacemos lo que les conviene a nuestros hijos, no los que nos conviene a nosotros.

— Cada vez que te acordás de eso se te aprieta la garganta.

— Porque yo tendría 19 años y estaba solo, había ido al Monumento de los Dos Congresos, mirando el Congreso, y preguntándome ‘”qué hago acá. Por qué estoy tan solo”. Fue el único momento donde flaqueé y mi vieja hizo lo que tenía que hacer. Nada de lo feliz que soy hoy con mi carrera lo hubiera podido concretar de la manera que lo concreté. Si yo hubiera sido conductor de programa de radio en Rauch sería feliz también y hubiera hecho diez mil cosas, pero mi sueño era venir acá.

HACE MUCHOS AÑOS QUE NO VEO A MI PAPÁ

— ¿Te puedo preguntar por tu papá?

— Hace muchos años que no lo veo. Sé que se llama igual que yo. Es un chiste que siempre hago. Yo estoy agradecido con mi papá. Me dio la vida. Yo no sería yo si mi viejo hubiera estado en mi vida.

— ¿En qué sentido?

— En muchos. Yo soy según mi vieja muy parecido a él en un montón de aspectos. El primer micrófono para hacer mi primera radio en mi habitación me lo dio mi viejo. La voz gruesa.

María Laura Santillán con Rodolfo Barili
LO DE MI PAPÁ FUE CASI UN ABANDONO

— Si hacés esa lectura, ¿por qué no lo viste más?

— Porque es difícil. Pasás mucho tiempo para entender que fue casi un abandono. No hay nada. De verdad no hay nada. Soy de San Lorenzo por el abuelo y por él. Lo que no pudo hacer, no pudo. Tuve a mi vieja y yo soy lo que soy gracias a mi vieja. Si él hubiera estado todos los días en casa no sé si yo hubiera sido eso.

— ¿Qué pasó después de esa vez que se fue de tu casa y de Rauch? ¿Se volvieron a ver?

— Sí, nos vimos. Él iba una vez por año a Rauch. Después mi vieja trataba de que nos relacionáramos. Yo vine de vacaciones muchas veces a acá. Empecé el secundario, lo vi antes de empezar a estudiar acá, una vez.

— ¿Esporádicamente?

— Sí. Después cuando la abuela enfermó él iba seguido a Rauch. Se peleó con la abuela y dejó de ir. Cuando la abuela se enfermó lo llamé para decirle: volvé. Porque la abuela lo amaba.

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— Su mamá.

— Claro. Pero se había ofendido. No sé qué podría hablar con mi viejo.

— ¿Hoy?

— Está bien así.

¿CÓMO HACÉS PARA VIVIR SIN PREGUNTARTE CÓMO ESTARÁ MI HIJO?

— ¿No hay dolor?

— No. Creo que no. Hay cosas que con el tiempo me resultan inexplicables. Las ausencias me resultan inexplicables. Yo muero por un abrazo de mis hijos. Muero por saber. ¿Cómo hacías para levantarte a la mañana y no preguntarte cómo estaban tus hijos? ¿Cómo fue tu día sin saber qué había hecho yo, qué había hecho Silvina ese día? ¿Cómo hacés para vivir sin preguntarte “cómo estará mi hijo”? Eso es lo único que no tengo respuesta. Pero no guardo ni enojo, ni rencor ni nada. Aprendí que en la vida uno tiene que ser agradecido y que las circunstancias me llevaron a ser quien soy y mi vieja fue tan enorme en todo aspecto, es tan enorme...

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— Todo el tiempo trabajando. De la radio a la tele, para acá, para allá. ¿Qué hay en el auto, que llevas en la guantera?¿Hay un perfume?

— Al lado hay un perfume. Ropa, muchas llaves. Alguna herramienta.

— Cuando uno te ve en la tele te imagina perfumado y cuando uno te conoce se confirma: estás perfumado.

— Sí, hay un perfume en el auto. Hay ropa porque siempre voy de un lado al otro, me tengo que cambiar. Todo el día ando de zapatillas, remera. No uso camisas, no uso saco.

— Sos muy coqueto.

— No, soy muy prolijo, muy cuidadoso al aire. En mi laburo lo tomo en serio. Eso es parte de la construcción del tipo que labura en la tele. Trato de ser prolijo.

— Sos coqueto. Estás impecable. El corte del pelo. La piel. La combinación de colores aunque estés en remera.

— Para una primera vez no hay segunda oportunidad, lo aprendí hace mucho tiempo. Son reglas viejas de quienes hacemos tele hace mucho tiempo, pero trato de ser prolijo, cuidadoso. Sí, en el aire sí. No, no soy coqueto.

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— Ocupás un lugar importante donde hay presiones, llamados, cuestiones políticas, decisiones que tenés que tomar. Para estar y sostenerse en el tiempo hay que ser fuerte. ¿Esa fortaleza la fuiste construyendo?

— A mí me gustó toda la vida liderar. Desde que tengo uso de razón me encanta liderar. Me encanta ir. Me encanta hacer. Yo conduje actos desde que tengo uso de razón, me gustaba estar al frente. Y así vencía la timidez, padecí mucho la timidez. El pueblo era chico y venía un grupo de pibas charlando, yo cruzaba la calle. Patético. Y bailar mucho tiempo folclore…

— Te relajó.

— Me relajó. Supongo que hay también una madurez inmediata con la separación de mis viejos para asumir un rol un poco más grande. Lo comprendés mucho tiempo después y con terapia, esas cosas te marcan, te forman.

— Si fuera por vos irías todos los fines de semana a Rauch?

— Durante muchos años fui. Ahora mis hijos juegan al vóley en dos clubes separados que están en La Plata, tengo que ir a verlos y voy, Lara, su peque, la casa que estamos refaccionando…

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— Hay que armar el casamiento.

— El casamiento.

— El casamiento es el 8 de diciembre, un día religioso importante. ¿Sos religioso?

— Sí. Creo. Mi vieja es una mujer muy creyente y crecí en ese contexto. Obviamente que creo.

— Vivís un presente increíble desde hace tiempo. ¿Qué te hace llorar? ¿Qué te emociona?

— Me emocionan mis hijos. Cuando crecen.

María Laura Santillán con Rodolfo Barili
NO ME PERMITIRÍA NO ESTAR SI MIS HIJOS ME NECESITAN

— ¿Verlos crecer?

— Verlos crecer. El fin de semana jugaron por primera vez, cuando tenés más de un hijo tenés que entender cómo es cada uno. Dante pasó una etapa donde era suplente, se quería ir del club. Yo le dije: tenés que ganarte el lugar, dale campeón. Se lo ganó. Beni estaba en un club como titular pero no se sentía bien y se tenía que ir. Te apoyo campeón. El fin de semana se juntaron por primera vez enfrentados. Para mí verlos crecer es impagable. Que ellos me permitan ser parte de su vida es impagable. Yo no soy su papá, tengo la fortuna de que sean mis hijos. De acompañarlos. De vez en cuando me preguntan algún consejo adolescente. Me emociona que tomen decisiones. Tienen una gran mamá, no es producto mío. Hemos podido acompañarlos a que crezcan, a que sueñen. Por ahí lo que me emociona es lo que… Me hubiera gustado que a mi viejo le emocionara de mí. No me permitiría no estar si ellos me necesitan.

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