Julio Cobos, Chacho Álvarez y el pasado político de los vicepresidentes argentinos

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Salvador María del Carril, vicepresidente de la Argentina
Salvador María del Carril, vicepresidente de la Argentina

 Salvador María del Carril construyó una brillante carrera política. Siempre al frente de grandes proyectos llegó a ser vicepresidente del general Urquiza y, posteriormente, miembro de la primera Corte Suprema de la Nación. Pero su "talento" fue más allá de lo formal y supo manejar los hilos políticos desde las sombras: en 1829 convenció a  Juan Galo de Lavalle de fusilar al general Manuel Dorrego.

Cincuenta años más tarde, el historiador Ángel Justiniano Carranza encontró las cartas que del Carril envió a Juan Galo de Lavalle y las publicó. Constituyó un verdadero escándalo. Podía leerse al ex presidente de la Corte Suprema incitando al crimen y pidiendo que sus mensajes se eliminaran pues "si es necesario mentir a la posteridad, se miente…".
 
A pesar de terminar de este modo y tener mala relación hasta con su propia familia, Salvador María fue un vicepresidente fiel. Recibió de Urquiza la mayor de las confianzas y apoyo. Activo unitario durante su juventud, la alianza que mantuvo con el máximo líder Federal se desarrolló sin conflictos. Poco después la fórmula se repitió invirtiendo papeles con el federal Marcos Paz como vice del porteño Bartolomé Mitre. 

Nacido en Tucumán hacia octubre de 1811, además de ser un político destacado fue padre de Máximo Paz, tío materno de Julio Argentino Roca y paterno de José C. Paz, fundador del diario "La Prensa". La confianza de Mitre en èl fue absoluta. Le tocó presidir el gobierno durante largos meses ya que Mitre estaba al frente de las tropas, en plena Guerra del Paraguay.

Marcos Paz, vicepresidente de la Argentina
Marcos Paz, vicepresidente de la Argentina

Aparentemente Paz no era muy empático. Solía referirse despectivamente a otros provincianos y exigió que los soldados del Norte se trasladaran a pie hacia Corrientes para incorporarse al conflicto bélico. Las condiciones eran inhumanas, al punto que muchos de ellos marcharon descalzos.

En referencia a esta situación José Posse, gobernador de Tucumán, le escribió: "Sin duda que la estación fría es buena para caminar, pero te olvidas que en este tiempo en que jamás llueve en estas Provincias, no hay agua ni para los pájaros, y que por consiguiente todo es travesía [desierto], que no hay naturaleza de hombre que resista el caminar a pie; a lo que debemos agregar el polvo del camino, insoportable aún para andar en coche".
 
Fueron este tipo de tratos los motivos principales de levantamientos y desbandes. La prédica de Felipe Varela, contraria a la Guerra, tuvo así un éxito arrasador. La mayoría escapaba del ejército y se unía a las mon­toneras por la crueldad del trato. No se movìan por principios "ideológicos" o hermanados con el Paraguay como románticamente plantean los revisionistas. En medio de este caos Paz falleció, víctima del cólera en enero de 1868.
 
Meses más tarde, Adolfo Alsina ocupó la vicepresidencia de Sarmiento. A pesar de pertenecer a la elite representaba a las clases bajas porteñas, a los estudiantes e intelectuales. El sanjuanino carecía de ese apoyo pero contaba con el del Ejército y el Interior. Se unieron con el único fin de vencer. Tuvieron éxito, pero terminaron protagonizando la primera relación tormentosa entre presidente y vice de nuestra historia.  
 
El acto de proclamación de ambos fue emotivo en extremo. Se realizó en el Congreso y debido al fallecimiento de Paz, el Senado fue presidido por un presidente provisional: Valentín Alsina, padre de Adolfo.

Al leer el nombre de su hijo, por la tristeza, no pudo terminar de leer la fórmula vencedora. Ya repuesto, el viejo unitario, pidió nuevamente la palabra y señaló: "en atención a la especialidad de la circunstancia de haber sido mi hijo proclamado Vicepresidente, permitidme, repito, que exprese cuándo menos, el deseo que me anima, de que mi país (…) se depongan todos los odios, todas las pretensiones que puedan agitar los espíritus; y que relegando las pretensiones que puedan subsistir, para otro período eleccionario, corra toda la Nación en masa a apoyar el nuevo Gobierno y a prestarle el auxilio, sin el cual no hay Gobierno que pueda obrar la felicidad del país, que ardientemente la desee (…) no puedo expresar más, porque me detendría en consideraciones personales; pero disculpadme, teniendo presente que es mi hijo, a quien tal vez me refiero, según sean las eventualidades de los sucesos futuros".

Lamentablemente las discusiones y pleitos se hicieron presentes de inmediato. El sanjuanino desconfiaba enormemente del porteño y logró anularlo por completo. Ricardo Rojas escribió al respecto: "El nuevo presidente no tardó en reñir con su vice, el doctor Adolfo Alsina, hombre también aficionado a mandar. Enfriadas las relaciones por una cuestión de ascensos militares, Sarmiento habría dicho algo como esto: 'Se quedará a tocar la campanilla del Senado durante seis años, y lo invitaré de tiempo en tiempo a comer para que vea mi buena salud'. Mala manera de empezar…".

En el siglo XX y a comienzos del XXI, la situación no cambió. Vicepresidentes de partidos diferentes –Carlos Chacho Álvarez y Julio Cobos-, causaron crisis institucionales cuando ejercieron su propio poder institucional de manera diferente que sus compañeros de fórmula: Fernando de la Rúa y Cristina Fernández de Kirchner: Chacho renunció por la Banelco, y Cobos se transformó en la campanita del Senado al votar en contra de la 125.

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