A pocas horas de la Navidad, Lima vive un clima de incertidumbre que atraviesa calles, templos y plazas. La inseguridad se percibe en conversaciones cotidianas, en barrios que buscan protección y en familias que miran el futuro con cautela. En ese escenario, el mensaje de Nochebuena del cardenal Carlos Castillo, arzobispo de Lima y Primado del Perú, tomó un sentido público que trasciende el ámbito religioso. Sus palabras se difundieron en medio de una realidad social marcada por el temor y por la necesidad de respuestas colectivas.
El prelado dirigió su reflexión a una comunidad que escucha con atención cada señal de esperanza. La figura del Niño Jesús apareció como un símbolo de acompañamiento en medio de tensiones sociales. La autoridad eclesiástica expresó una advertencia directa frente a las tensiones actuales: “El caos, que puede venir a consecuencia del egoísmo, se está formando agresivamente. Y nosotros estamos para que en medio de la tiniebla del caos pueda haber una luz, esa luz del Niño Jesús que nos dice: ”Camina como Dios ha caminado".
El mensaje no solo alude a la espiritualidad. También introduce un llamado a la responsabilidad social y a la cohesión comunitaria. El cardenal situó su discurso en un contexto donde la violencia y el temor influyen en la vida diaria. Desde su perspectiva, la fe se proyecta como una invitación a compartir, proteger y sostener a quienes enfrentan mayores dificultades. El testimonio que presentó frente a la feligresía refleja una preocupación que conecta con la agenda pública del país.
Un mensaje que se dirige a una ciudadanía en alerta
Durante su intervención, el arzobispo recordó el sentido central de la celebración navideña y lo vinculó con la realidad contemporánea. En su discurso se escuchó: “Hermanos y hermanas, un niño nos ha nacido. Ese recuerdo de hace más de veinte siglos, que nos acompaña con tanta dulzura y alegría, de que Dios mismo envió a su hijo a hacerse uno de nosotros y especialmente el más humilde de nosotros, el más pobre, el más indefenso…”. El pasaje destacó la idea de cercanía con los sectores más vulnerables y resaltó la necesidad de una sociedad atenta a quienes sufren.
El mensaje incluyó una reflexión sobre el cierre individualista que se observa en distintos momentos históricos. En el video difundido por la Arquidiócesis se escuchó: “Y hoy día todos damos gracias a Dios por esta forma de presentarse a nosotros, porque nos abre el corazón en un mundo que cada época, en cada situación, en cada tiempo, tiende a cerrarse en sí mismo y no abrirse a las necesidades de los demás”. La idea de apertura hacia el otro se presentó como una respuesta ética frente al miedo y a la indiferencia.
La inseguridad como telón de fondo del discurso
El contexto peruano actual muestra indicadores de violencia urbana que preocupan a la ciudadanía. El crecimiento de delitos y la sensación de riesgo generan una atmósfera de tensión que influye en el modo en que se reciben los mensajes públicos. El cardenal Castillo retomó esta atmósfera para insistir en la importancia de la solidaridad social. En el registro audiovisual se escucha: “El Señor nos interpela, nos llama y nos acompaña también para que en ese llamado y en esa interpelación podamos… sentir que no nos está recriminando ni amenazando. Nos está llamando”.
En este marco, el arzobispo invitó a la comunidad a reconocer que el sufrimiento de unos repercute en la vida colectiva. Sus palabras resaltaron un sentido de corresponsabilidad: “El Señor nos interpela… para que en ese llamado… podamos… acoger a este pequeño y a los pequeños de nuestro mundo, a los últimos del mundo, que son los que nos dicen: «Abre la mano, comprende y acompaña a la humanidad en su sufrimiento»”. La referencia a los “pequeños” se relaciona con sectores expuestos a la exclusión y al impacto directo de la violencia.
Fe, paz y compromiso social
El mensaje incluyó además una referencia a la construcción de paz como tarea permanente. En su pronunciamiento, el cardenal expresó: “Una paz que no se consigue con la pelea y con los acuerdos simples que después se rompen. Que se hace con la vocación de hacernos uno con el único dios de la paz…”. La alusión se interpreta en diálogo con los debates sobre seguridad pública y sobre la necesidad de políticas que protejan a la población sin recurrir a la confrontación social.
El cierre del mensaje de Nochebuena se proyectó hacia toda la comunidad nacional: “Que Dios bendiga a toda… a todo nuestro país, a toda la comunidad cristiana, a toda la comunidad católica, a todas las religiones y amigos de distintas aristas y orientaciones y pensamientos…”.