Navidad sin hogar en el Centro de Lima: personas que duermen en parques relatan cómo sobreviven entre abandono y violencia

Mientras las calles se preparan para las celebraciones, decenas de limeños permanecen invisibles en espacios públicos del centro, enfrentando el frío y la inseguridad sin ayuda ni redes de contención

En los alrededores del Centro Cívico, las noches transcurren bajo la amenaza del frío y la violencia, lejos del bullicio navideño. | Al Sexto Día

Desde la mañana hasta bien entrada la noche, quienes carecen de hogar improvisan refugios con cartones y plásticos en los alrededores de los parques del Centro Cívico. En Juana al Arco, conocido como un punto neurálgico de tránsito y recreación, la presencia de viviendas precarias pasa inadvertida para la mayoría de los transeúntes. Aquí, el alumbrado público apenas alcanza a iluminar los rincones donde grupos de personas, en su mayoría adultas y mayores, intentan protegerse del viento y de la falta de abrigo.

Carlos, un hombre de poco más de 60 años que no recuerda su fecha de nacimiento, relata que llegó desde Iquitos motivado por promesas de trabajo y una oportunidad para reencontrarse con su familia. Hoy, su vida transcurre entre lonas y mantas cerca de una vía principal. “A veces siento que lo único que me queda es que la gente recuerde que sigo aquí”, expresa. En sus palabras resuena el cansancio de una existencia marcada por el abandono y la rutina hostil de la calle.

La violencia y las ausencias

La vida en las calles del centro de Lima está atravesada por episodios de agresión e indiferencia. No es raro presenciar peleas a plena luz del día o intervenciones que apenas alteran el desinterés general. Una tarde cualquiera, un enfrentamiento termina con una persona herida, mientras el personal de serenazgo permanece al margen y los vecinos asisten como testigos silenciosos. La intervención de las autoridades resulta extemporánea y a menudo ineficaz, convirtiendo el parque en zona de riesgo constante.

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Sin presencia de autoridades municipales, las peleas y la inseguridad son parte del día a día en los parques del Centro de Lima. | Al Sexto Día

Muchos de los que viven aquí sienten que su mayor batalla no es solo contra el clima ni la inseguridad, sino contra el olvido. Relatan que, pese a los reiterados pedidos de auxilio, la respuesta estatal es prácticamente nula. Las historias personales se entrelazan con relatos de violencia familiar, discriminación y rupturas definitivas con sus vínculos originarios.

Historias de vida truncada

Hancock, otro de los habitantes frecuentes de Juana al Arco, comparte una historia similar a la de muchos en esta situación. Carga con una infancia marcada por el desarraigo y episodios de maltrato. Asegura que parte de su vida la pasó en albergues, luego quedó en la calle y fue víctima de estafas tras una fugaz popularidad en redes sociales. “No estoy así porque lo elija, aquí me dejó la suerte y las personas que se aprovecharon de mí”, afirma con voz cansada.

A pesar de las adversidades, Hancock recuerda con nitidez el pasado, especialmente la ausencia de figuras de cuidado y el impacto de un entorno atado al consumo de drogas y la exclusión social. “No tengo a nadie a quién acudir y cada día siento que la vida es una cuesta arriba”, sostiene al repasar los motivos por los que, en más de una ocasión, ha contemplado la idea de desistir. Los recuerdos de una familia rota y una red de apoyo inexistente se hacen presentes en cada anécdota sobre el paso del tiempo en la calle.

Olvido institucional y normalización

Sin familia, sin refugio y sin autoridad: cómo viven la Navidad personas sin hogar en el corazón de Lima | Al Sexto Día

La falta de respuestas institucionales, sumada al crecimiento de las personas en situación de calle en Lima, genera un entorno en el que la rutina marginal se vuelve paisaje cotidiano para la ciudad. El deterioro de los servicios públicos se evidencia en la ausencia de asistencia durante episodios de violencia o necesidad médica urgente. Para Carlos, Hancock y muchos otros, la llegada de la Navidad solo marca una fecha más en el calendario: la promesa de una celebración que permanece lejana, al otro lado de las vitrinas iluminadas.

Mientras el bullicio comercial acapara la atención en el centro, las voces de quienes duermen en la intemperie insisten en ser escuchadas. Las tardes se diluyen entre las filas de botellas vacías, el frío y la espera de un gesto solidario. Cada jornada en Juana al Arco confirma que, para un sector olvidado de la población limeña, las luces navideñas solo alumbran de lejos.

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