Cada 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una fecha que busca visibilizar las barreras, desigualdades y prejuicios que estas personas enfrentan a diario. En el Perú, según el Seguro Social de Salud (EsSalud), más de un millón de personas viven con algún tipo de discapacidad, y muchas de ellas experimentan dificultades para acceder a oportunidades laborales, educativas y servicios básicos debido a la falta de accesibilidad y a los estigmas sociales que aún persisten. Aunque en los últimos años ha crecido la conversación sobre inclusión, gran parte de los problemas cotidianos que enfrentan están vinculados a estereotipos profundamente arraigados.
Entre estos prejuicios se encuentran la infantilización, la idea de que no pueden trabajar o estudiar, la suposición de dependencia permanente y la creencia errónea de que no tienen vida sexual o afectiva. Estos estereotipos limitan su autonomía, restringen sus oportunidades y generan entornos excluyentes. Por eso, es fundamental comprenderlos y cuestionarlos para promover relaciones más respetuosas y sociedades más accesibles.
Prejuicios que enfrentan a diario las personas con discapacidad
- Infantilización: muchas personas con discapacidad son tratadas como si fueran niñas o niños, sin importar su edad real. Esta infantilización se expresa en tonos de voz condescendientes, decisiones tomadas por terceros sin consulta o suposiciones de que no pueden comprender ciertos temas. La infantilización niega la madurez, la autonomía y la capacidad de decisión, y es una de las formas más frecuentes de violencia simbólica.
- Incapacidad laboral y académica: existe la idea equivocada de que las personas con discapacidad no pueden desempeñarse en entornos laborales o educativos. Este prejuicio afecta las oportunidades de empleo, los procesos de selección y el acceso a estudios superiores. La discapacidad no anula el talento, el conocimiento o la capacidad para aprender. Lo que sí marca la diferencia es la presencia o ausencia de accesibilidad.
- Dependencia y falta de autonomía: otro prejuicio común es pensar que todas las personas con discapacidad dependen totalmente de otros. Si bien algunas requieren apoyos específicos, esto no implica incapacidad. El problema suele ser la falta de ayudas técnicas, infraestructura accesible y oportunidades para desarrollar independencia.
- Asexualidad: uno de los prejuicios más fuertes es asumir que las personas con discapacidad no tienen deseo sexual, no buscan relaciones afectivas o no mantienen vínculos de pareja. Esta creencia deshumaniza, invisibiliza su derecho a la intimidad y dificulta su acceso a educación sexual integral y servicios de salud reproductiva.
- Discapacidad como enfermedad: muchas veces se confunde la discapacidad con una enfermedad, lo que lleva a suponer que la persona debe ser curada o rehabilitada. La discapacidad puede tener origen en una condición médica, pero no es sinónimo de enfermedad. Es una forma de existir que interactúa con barreras sociales, arquitectónicas y actitudinales.
- Rendimiento laboral: también es común pensar que las personas con discapacidad rinden menos en el trabajo o que generan más problemas. La evidencia demuestra lo contrario. Con los ajustes razonables adecuados, su rendimiento es igual o incluso superior, y suelen mostrar altos niveles de compromiso y estabilidad.
- Falta de creatividad y adaptabilidad: existe la idea de que la discapacidad limita la creatividad. Sin embargo, muchas personas con discapacidad desarrollan estrategias de adaptación, resolución de problemas y pensamiento flexible que enriquecen su entorno laboral, artístico o académico.
Recomendaciones para relacionarte con personas con discapacidad
- Habla directamente con la persona y no con su acompañante.
- Pregunta antes de ofrecer ayuda. No asumas que necesita asistencia.
- Respeta su autonomía en decisiones personales, laborales o afectivas.
- Evita comentarios condescendientes como “eres un ejemplo de vida” sin motivo alguno.
- Usa un lenguaje respetuoso y centrado en la persona.
- Asegúrate de no invadir su espacio físico, su movilidad o sus dispositivos de apoyo.
- Reconoce sus capacidades y respeta sus tiempos.