El 6 de diciembre de 1820, una batalla crucial se libró en las alturas del cerro Uliachín, cerca de la localidad de Cerro de Pasco, que cambiaría el rumbo de la independencia del Perú.
Fue una confrontación entre las fuerzas patriotas, lideradas por el brigadier Juan Antonio Álvarez de Arenales, y las tropas realistas comandadas por el brigadier Diego O’Reilly.
El resultado fue una victoria significativa para los patriotas, que no solo lograron un golpe decisivo en la lucha por la independencia, sino que también marcaron un hito en la historia de América Latina.
El secreto del éxito
El brigadier Álvarez de Arenales, un líder con vasta experiencia en las batallas de la guerra de independencia, fue clave en el éxito de la campaña patriota en la sierra central del Perú.
Su misión era crucial para reunirse con las fuerzas de José de San Martín, líder de la independencia en el sur. Para ello, debía enfrentarse a las divisiones realistas apostadas en varias ciudades estratégicas de la región, como Huancayo y Tarma, antes de tomar Cerro de Pasco.
La victoria en la Batalla de Cerro de Pasco permitió a los patriotas retomar el control de la zona, capturando a varios oficiales enemigos, entre ellos al propio brigadier O’Reilly. Esta victoria también facilitó la reanudación de las comunicaciones entre Álvarez de Arenales y las fuerzas de San Martín, crucial para la futura liberación del país.
El ataque se caracterizó por su precisión táctica, ya que Arenales y su ejército aprovecharon el terreno montañoso y las condiciones meteorológicas para desorientar a las tropas realistas, lo que les permitió avanzar de manera efectiva a pesar de las dificultades del terreno.
Todo planeado
Álvarez de Arenales había comenzado su expedición desde Ica el 5 de octubre de 1820. Con un ejército compuesto por patriotas argentinos, chilenos, uruguayos, paraguayos y peruanos, se dirigió hacia el interior, pasando por varias ciudades donde la resistencia realista era fuerte.
En Nazca y Acari, Arenales consiguió victorias importantes, que debilitaron la moral del ejército realista y le otorgaron a los patriotas una ventaja decisiva.
El plan de Álvarez de Arenales incluía, además, un enfoque estratégico que iba más allá de los enfrentamientos militares. Decidió movilizar a las comunidades indígenas locales, instándolas a unirse a la lucha por la independencia, lo que aumentó el apoyo popular a la causa patriota y le permitió reunir más recursos para continuar su marcha hacia el norte.
La toma del puente de Macoy y la victoria en Jauja fueron victorias cruciales que aseguraron el control de la región central del Perú, lo que facilitó el avance hacia la batalla definitiva en Cerro de Pasco.
La hora de la verdad
La expedición patriota llegó finalmente a Cerro de Pasco a comienzos de diciembre de 1820. Álvarez de Arenales, al mando de una fuerza de alrededor de 4,000 hombres, se preparó para el enfrentamiento.
Por su parte, las fuerzas realistas estaban al mando de O’Reilly, quien contaba con unos 900 soldados y se encontraba atrincherado en el cerro. La batalla comenzó temprano el 6 de diciembre, con las fuerzas patriotas ascendiendo por el cerro y organizándose en tres columnas. A pesar de las dificultades impuestas por el terreno y las condiciones climáticas, el ejército patriota logró tomar las posiciones clave del cerro Uliachín.
El primer ataque se centró en el flanco derecho del ejército realista, compuesto por el batallón de los Andes y el batallón de Chile. Mientras tanto, la izquierda patriota avanzó por terrenos pantanosos y peligrosos, cruzando el barranco para golpear al centro de la línea realista.
El ataque patriota fue decidido, y aunque las fuerzas realistas intentaron resistir, fueron rápidamente superadas por la tenacidad de los soldados patriotas, que combatieron con valor y determinación.
En menos de una hora, las fuerzas realistas fueron forzadas a retirarse, sufriendo numerosas bajas. La captura de O’Reilly y otros oficiales realistas fue un golpe significativo para la monarquía española en el Perú, que ya comenzaba a ver cómo su dominio en el territorio se desmoronaba. La victoria de Arenales y su ejército abrió el camino para una mayor movilización de las fuerzas patriotas en la región central del Perú, aunque la lucha no terminó ahí.
Premios para los vencedores
El reconocimiento de la victoria llegó rápidamente. El general José de San Martín, al enterarse de los resultados de la batalla, ordenó que se entregaran medallas de oro a los jefes patriotas, medallas de plata a los oficiales y un escudo bordado en oro para los soldados.
La importancia estratégica de esta victoria fue tal que se convirtió en un símbolo del esfuerzo colectivo de los pueblos latinoamericanos por alcanzar la independencia, con la conmemoración de la batalla como un acto de unidad regional en la lucha por la libertad.
Juan Antonio Álvarez de Arenales, el líder de esta histórica victoria, consolidó su nombre en los anales de la independencia. Con su astucia y coraje, no solo logró superar a un enemigo numéricamente superior, sino que también sentó las bases para que la lucha por la libertad continuara avanzando con éxito.