
Lo que debió ser un vuelo sin mayores sobresaltos desde Lima a Santiago de Chile en medio de la tranquilidad de la noche se convertiría en una pesadilla interminable. Y es que a los pocos minutos de despegar, las alarmas de la cabina del Boeing 757 de Aeroperú comenzaron a sonar, anunciando lo que sería una cadena de fallas técnicas que llevaría la aeronave al desastre.
Los pilotos, desconcertados por las señales contradictorias de los instrumentos, luchaban por mantener el control mientras el avión se encontraba en una situación crítica.
Era el 2 de octubre de 1996, el vuelo 603, con matrícula N52AW, había despegado del aeropuerto Jorge Chávez de Lima con 61 pasajeros y 7 tripulantes a bordo.
El inicio de la pesadilla

Los capitanes Eric Schreiber y David Fernández, ambos experimentados y reconocidos en la aviación comercial, comenzaron a recibir señales alarmantes desde los instrumentos del avión.
Los sistemas de altitud, que deberían funcionar con precisión, mostraban que la aeronave aún estaba en tierra, a pesar de haber despegado. Este fue el inicio de una cadena de fallas que sellaría el destino de la aeronave y de sus ocupantes.
Las alertas no cesaban, y los sistemas indicaban problemas adicionales: el avión parecía estar girando de manera incorrecta, y el timón no respondía como debía.
Frente a este caos, los pilotos intentaron activar el piloto automático. Sin embargo, las inconsistencias entre los sistemas impedían su activación. Con cada intento fallido, el tiempo se agotaba, pero lograron mantener el control manual.
De vuelta a Lima

Decidieron entonces retornar a Lima y, con la premura de la situación, declararon emergencia. Desde la torre de control, los operadores en tierra intentaban asistir a los pilotos proporcionándoles información de altitud y velocidad. Increíblemente, la aeronave estaba volando con menos instrumentos útiles que una avioneta antigua.
En un último intento de salvar el vuelo, el capitán Schreiber pidió la asistencia de otra aeronave para guiarlos de regreso a tierra firme. En respuesta, desde Lima se organizó el despegue de un Boeing 707 para localizar y volar en formación junto al vuelo 603. Sin embargo, debido a la diferencia de altitud, nunca lograron encontrarse. La esperanza de un rescate se desvanecía rápidamente.
Ya sobre el océano Pacífico, en medio de una noche cerrada, los pilotos no sabían que el avión estaba cayendo hacia el mar. Desesperados, solicitaban información a la torre de control sobre su posición, tratando de determinar si volaban sobre tierra o agua.
El sonido del silencio

La torre les informó que estaban sobre el océano, a una velocidad de 230 nudos. Las discrepancias entre las indicaciones de los sistemas del avión y la información de la torre incrementaban la incertidumbre de los pilotos.
El silencio, tras un último grito, fue la única respuesta que la torre de control recibió. El vuelo 603 de Aeroperú había caído al océano, llevándose con él las vidas de todos los pasajeros y la tripulación.
¿Qué fue lo que pasó?

La investigación subsiguiente reveló una verdad tan sencilla como dolorosa: una negligencia en el mantenimiento del avión había causado la tragedia. Durante una escala previa en Lima, el avión había sido sometido a trabajos de pintura.
Esa negligencia, sumada a la falta de supervisión por parte del mecánico Luis Cárdenas Dávila, y los supervisores Máximo Paredes Torrealba, Roberto León Regalado y Alberto Darata Dancout, resultó fatal.
Ninguno de ellos advirtió el error, lo que provocó que los sistemas de medición del avión proporcionaran datos falsos a los pilotos, llevándolos a una situación imposible de manejar.
Más responsables

Pero las responsabilidades no terminaron ahí. El fabricante Boeing también fue señalado por su parte en la tragedia. Se descubrió que los pilotos de Aeroperú no habían recibido el entrenamiento adecuado para manejar una situación en la que los sistemas computarizados del avión no coincidieran entre sí.
La historia del vuelo 603 es una amarga lección de cómo un pequeño descuido, multiplicado por la falta de supervisión y capacitación, puede tener consecuencias devastadoras. Las indemnizaciones, juicios y culpas compartidas no lograron devolver las vidas perdidas. El país, además de la tragedia humana, perdió a su aerolínea nacional cuando Aeroperú quebró tras el accidente.
Las voces de los pasajeros y tripulantes, que representaban a naciones como Chile, México, Perú, España, y otras, se silenciaron en aquella noche. Un error técnico, un fallo humano y la ausencia de preparación se combinaron para crear una de las mayores tragedias aéreas de la región.
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