Hoy en día son miles las personas que viven fascinadas por la industria de los automóviles que cada día da pasos agigantados e incluye novedosas tecnologías que sorprenden a más de uno. Sin embargo, esta afición por los vehículos de cuatro ruedas no es un fenómeno reciente, ya en épocas de antaño hubo quienes ya miraban con ojos de sorpresa todo el potencial que tenían estas máquinas.
En Perú el panorama no fue diferente, ya que tras la llegada del primer automóvil, estos empezaron a recorrer las calles llamando la atención de mentes pioneras como la de Juan Alberto Grieve, un talentoso ingeniero peruano que supo ganarse un lugar en la historia al ser reconocido como el creador del primer vehículo latinoamericano.
Una mente ágil
Juan Alberto Grieve Becerra nació en Lima el 29 de mayo de 1877, y mostró desde muy joven un notable interés por la tecnología. Esta característica lo llevó a ingresar a la Escuela de Ingenieros, hoy Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), para en 1898 graduarse como ingeniero de minas.
Pese a que estuvo vinculado a este campo, eso no fue impedimento para sobresalir en el área de la mecánica y la electricidad. Asimismo, el joven tenía otros talentos como el artístico y era un gran dibujante. Se sabe que pasaba gran parte de su tiempo rodeado de máquinas y motores más que en reuniones sociales propias de su corta edad.
Sin embargo, uno de sus aportes más importantes llegaría al construir en 1905 el primer motor a combustión interna del Perú y de Latinoamérica, todo un logro que sentó las bases para lo que haría después: un automóvil impulsado por dicho motor.
El primer automóvil peruano
El ingeniero, observador y en búsqueda constante de soluciones, notó rápidamente que los autos que transitaban por la ciudad no estaban adaptados para recorrer la geografía de las afueras de Lima sin padecer luego algún fallo. Eran elegante y vistosos, pero poco prácticos para un espacio con una escasa vialidad.
Así, en 1907 y con la idea en mente, Grieve empezó a gestar su plan: un automóvil que tuviera la capacidad de adaptarse a las necesidades de las personas, pero que a la vez fuese accesible en términos económicos.
Las innovaciones para su automóvil también se vieron reflejadas en el chasis, que contaba con vigas de acero y un sistema de frenos sobre el eje posterior. La carrocería fue otra de sus características ya que mantenía un concepto donde iban dos pasajeros sentados en la parte de adelante y tres atrás, algo poco visto en aquellos días.
Tras estos eventos, el ‘Grieve’ estaba listo para 1908 y fue catalogado como uno de los mejores autos de la época, toda una “joya de precisión mecánica”, que además era más barato que sus pares.
Desafortunadamente, el auto fue presentado a la gestión del presidente Augusto B. Leguía, quien rechazó la oferta del ingeniero para financiar su proyecto y poner en circulación los automóviles de marca peruana. Tras ello, el ‘Grieve’ quedó en el olvido como un prototipo que generó mucha expectativa, pero no tuvo el apoyo suficiente para seguir un camino que pudo ser exitoso.
El creador de este proyecto continuó su vida cerca de los motores y las máquinas en su taller, reparando y construyendo como lo había hecho desde muy joven.
Murió en 1950 sin que su joya de la mecánica pudiera ver la luz.