Existen días para reivindicar luchas sumamente importantes como el 8M, donde se generan diversas acciones y eventos que buscan visibilizar las violencias y brechas de género, y hacer incidencia para el diseño de iniciativas que atiendan estas problemáticas.
Si bien se celebra el esfuerzo de diversas colectivas y organizaciones por contribuir en esta lucha de larguísimo aliento, también es importante cuestionarnos como activistas y gestores culturales, cómo es que estamos construyendo el discurso alrededor de LAS MUJERES, sobre todo en días donde podemos aprovechar la visibilidad que se le da a este asunto.
Y es que en muchos espacios colocan al colectivo “mujeres” (por ejemplo, mujeres que hacen cine, mujeres escritoras, mujeres en las artes visuales, etc.) como si este grupo fuese homogéneo, dejando de lado otras experiencias y vivencias que construyen de forma múltiple las discriminaciones que vivimos.
Las mujeres no son solo mujeres y ya, son mujeres lesbianas, bisexuales, trans, personas de género no binario, mujeres afrodescendientes, indígenas, campesinas, mujeres con discapacidad, y todas tienen demandas y necesidades que, pueden coincidir muchas veces, pero que no necesariamente son las mismas.
Mencionar a las mujeres como grupo homogéneo contribuye a la invisibilización de diversas existencias y problemáticas: la homofobia, la transfobia, el racismo, el capacitismo que son también violencias que se viven y conviven juntas, y a través de ello se le sigue el juego a grupos conservadores que tienen presencia tanto en la sociedad civil, como en la clase política peruana y que su discurso feminista busca desaparecer todas estas otras existencias, centrándolo en una forma de ser mujer que es aceptada por ellos mismos.
Tal es la construcción homogénea de “las mujeres”, que hasta el momento no se cuenta con datos desagregados sobre la participación cultural de las mujeres lesbianas, bisexuales o trans, y no es una brecha que exista únicamente en Perú. A nivel mundial, en las últimas décadas que se ha venido evidenciando las brechas de género en las artes, este ha contemplado únicamente a las mujeres, en un entendimiento binario de hombre-mujer, dejando de lado a la comunidad LGTBI y otros grupos que también sufren discriminación.
Aprovecho este 8M para hacer un llamado a quienes nos desempeñamos en este sector: artistas, gestores culturales, investigadores, funcionariado público, a tener una mirada más amplia sobre lo que significa las brechas de género en las artes, y que desde ahora lo hagamos resaltando las diversidades y particularidades que configuran ese gran grupo de “las mujeres”.