
Emprender en familia genera un sinfín de sentimientos que a veces resultan difíciles de explicar. Mi padre, que se dedicó a emprender desde que era joven, me inculcó desde chico los desafíos que se presentan a la hora de buscar convertir ideas en proyectos sólidos.
Hoy, al frente de nuestro emprendimiento familiar, percibo que los valores que compartimos son el motor que impulsa nuestro éxito, especialmente en un contexto de negocios sustentables.
Emprender en familia tiene muchos más pros que contras. Conocerse tan íntimamente es una gran ventaja a la hora de pensar en trabajar en conjunto, principalmente porque la confianza y entendimiento mutuo permiten tomar decisiones de manera ágil y efectiva.
Sin embargo, como todo en la vida, también tiene sus desafíos: muchas veces es difícil separar la vida familiar del trabajo y, en ocasiones, los momentos de descanso u ocio se transforman en asuntos laborales. Se trata de un pequeño precio a pagar por el privilegio de construir algo en familia.
Una de las claves para que nuestro emprendimiento funcione son las relaciones. Con mi padre conformamos una sociedad en la que ambos nos escuchamos y respetamos nuestras opiniones. Tener diferentes puntos de vista es primordial para el crecimiento, como también aprender de la mirada del otro respecto a la economía, el stock o las mejoras en los productos.
Inmersos en el mundo de los negocios sustentables, hemos visto cómo la conciencia sobre la finitud de los recursos naturales está creciendo. Cada vez más personas comprenden la importancia de preservar el medio ambiente, lo que ha impulsado la demanda de productos como la estufas ecológicas que fabricamos.
Este tipo de negocios están en auge porque ofrecen soluciones reales y efectivas. Sin embargo, también exigen retos constantes. Hay quienes, motivados por el deseo de emprender, utilizan materiales de baja calidad o no investigan lo suficiente, lo que resulta en productos inseguros para los usuarios. En el caso de la calefacción con alcohol -nuestra expertise- la seguridad es primordial. Es por eso que considero fundamental que los emprendedores comprendan este concepto desde el inicio.
El impacto de nuestro emprendimiento es completamente positivo, no solo para nosotros, sino para el mundo. Estamos cuidando del lugar en el que vivimos, lo cual significa que cuidamos a nuestras familias y las de nuestros clientes.
Aprendí que hay varios consejos que puedo ofrecer a quienes quieran emprender, especialmente en familia. En primer lugar, la creatividad es esencial. El empezar de cero implica resolver problemas que antes no se tenían. La constancia también es clave. Recuerdo cuando comenzamos, allá por 2017, que cuando hablaba de nuestras estufas a alcohol la gente se reía. Nosotros sabíamos que funcionaban y, con el tiempo, logramos demostrarlo.
Para emprender, así sea solo en familia, resulta crucial que al final el trabajo sea un disfrute. En mi caso, así lo hago con cada aspecto de nuestro negocio, desde el cuidado del medio ambiente hasta el trato con las personas. Proyectar hacia el futuro es fundamental, saber hacia dónde se desea ir y a qué se apunta. En ese punto escuchar a los clientes ha sido vital para nuestro crecimiento: sus sugerencias nos han ayudado a mejorar e innovar.
Por último, un buen plan de marketing es indispensable. Se puede tener el mejor producto del mundo, pero si no se comunica de manera efectiva no se va a vender. Aprendí esto sobre la marcha, manejando redes sociales y desarrollando estrategias de marketing. Hoy, puedo decir con orgullo que nuestro negocio familiar no solo es un éxito, sino que también contribuye a un mundo más sustentable. Y eso, al final del día, es lo único que debería importarnos.
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