Una geopolítica hacia la paz

Sin balas, la Iglesia Católica contribuyó de manera decisiva a la construcción del Estado de bienestar en Europa, la caída del comunismo, la tercera ola de democratización y el logro de la paz

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La Santa Sede es un actor de primer nivel en las relaciones internacionales - crédito Jesús Aviles/Infobae
La Santa Sede es un actor de primer nivel en las relaciones internacionales - crédito Jesús Aviles/Infobae

La anécdota es conocida. En una reunión con el canciller francés Pierre Laval, y ante un comentario sobre la situación de los católicos en Rusia, Stalin respondió con una pregunta irónica: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”, indicando que en el terreno internacional la falta de poderío bélico equivale a la impotencia.

Menos conocido es el comentario de Winston Churchill sobre ese incidente, en sus memorias sobre la Segunda Guerra Mundial: “La respuesta de Laval no me fue informada, pero ciertamente podría haber mencionado una serie de legiones no siempre visibles en un desfile”. Hay razones más poderosas que las que surgen de la boca del fusil.

Analizando la historia desde mediados del siglo XX hasta nuestros días, podemos afirmar que Churchill tenía razón. Sin balas, la Iglesia Católica contribuyó de manera decisiva a la construcción del Estado de bienestar en Europa, la caída del comunismo, la tercera ola de democratización y el logro de la paz en diversos conflictos internacionales, incluyendo el que estuvo muy cerca de llevar a la guerra a Argentina y Chile en 1978, en torno a su disputa sobre las islas del Beagle.

Aunque su rol como actor internacional suele ser opacado por la atención prestada a las grandes potencias, la Santa Sede, como cabeza de la Iglesia Católica, es un actor de primer nivel en las relaciones internacionales (tal como se discutió en el seminario internacional “Geopolítica hacia la paz. La visión de la Iglesia Católica sobre los asuntos internacionales”, organizado recientemente por la Universidad Católica Argentina), con una larga tradición diplomática y poderosos instrumentos de influencia en la política internacional. Entre estos últimos, se destacan tres: el liderazgo moral del Papa, que trasciende a los fieles católicos (unos 1390 millones) y constituye una forma de “poder blando” y un insumo de diplomacia pública; su cuerpo diplomático, que representa a la Sede ante la comunidad de naciones y en las Iglesias locales; y una doctrina característica sobre los asuntos internacionales, que se ha ido consolidando a lo largo del tiempo.

La Santa Sede es una entidad soberana no-territorial que mantiene vínculos diplomáticos con 184 Estados (sobre 193 representados en la Asamblea General de la ONU) a los cuales se suman organizaciones como la Unión Europea y la Liga Árabe. Posee, además, status de observador permanente en Naciones Unidas. Su conducta internacional posee un carácter idiosincrático, en tanto despliega medios seculares -como la diplomacia- al servicio de una misión trascendente, cuyo objetivo no es la prosperidad económica o la razón del estado sino la consecución de un plan de salvación, tal como lo entiende la propia Iglesia. En tal sentido, la búsqueda de la paz, la defensa de los derechos humanos -que incluye la libertad religiosa- la lucha por la justicia social, la promoción del diálogo interreligioso y el cuidado de la creación forman parte de su agenda internacional.

Papa Francisco en un mundo global

El Papa Francisco es un continuador de esta tradición. Al igual que sus antecesores recientes, el Papa argentino se ha caracterizado por un marcado activismo en el terreno internacional. Desde su elección, ha realizado 44 viajes pastorales fuera de Italia, visitando más de 60 países. Como líder de la Iglesia Católica interviene en la escena global de diversos modos, desde pronunciamientos sobre la coyuntura internacional a la mediación entre Estados en conflicto. Entre otras cuestiones, el Papa y la diplomacia vaticana han cumplido un rol muy relevante en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, el alivio de las tensiones entre las facciones enfrentadas en la guerra civil de Sudán del Sur, y la implementación de diversas iniciativas diplomáticas en la guerra de Siria y en el conflicto desatado tras la invasión rusa a Ucrania, en este último caso con la designación del cardenal italiano Matteo Zuppi como enviado especial para apoyar iniciativas humanitarias. Aunque los resultados no siempre han sido favorables, la Santa Sede sostiene una vocación de hacer lo posible por alcanzar la paz, o al menos aliviar los efectos de las guerras sobre los más débiles.

En línea con su intensa actividad internacional, Francisco ha demostrado un interés especial en el Servicio Diplomático de la Santa Sede. En 2017 creó una “Sección para el Personal de Planta Diplomático” en la Secretaría de Estado (el área de la Curia Vaticana encargada de los asuntos externos) y en 2020 dispuso que los alumnos de la Academia Eclesiástica Pontificia (fundada en 1701, es el ámbito dónde se forman los futuros diplomáticos vaticanos) pasen, como parte de su currícula, un año dedicado al servicio misionero en las Iglesias particulares de todo el mundo. En línea con su combate contra la mundanidad dentro de la Iglesia, el Papa recuerda que los diplomáticos vaticanos no están llamados “a ser altos funcionarios de un Estado, una casta superior que se preserva a sí misma y es apreciada en las reuniones mundanas, sino a ser custodios de una verdad que sostiene desde lo profundo a quienes la proponen.” (Discurso a la comunidad de la Academia Eclesiástica Pontificia, 25/06/2015).

Más allá de los aspectos organizativos, el pontífice argentino ha realizado un aporte distintivo al pensamiento de la Iglesia sobre las relaciones internacionales, mediante el desarrollo del concepto de periferia. Al respecto, resultan de especial importancia la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” (EG, 2014) y las encíclicas “Laudato Si” (LS, 2015) y “Fratelli Tutti” (FT, 2021). En esos documentos Francisco insiste en la existencia de periferias geográficas y existenciales: las áreas marginales de las grandes ciudades, las regiones y países más pobres; los excluidos de todo tipo, por su condición socio-económica, religiosa, étnica o sexual; aquellos carentes de vínculos significativos, apartados de su comunidad.

El concepto de periferia es aplicado por Francisco al análisis de las relaciones entre los pueblos, abordando cinco cuestiones principales: 1) la persistencia de la desigualdad económica y política entre Norte y Sur, sostenida en estructuras económicas y políticas globales injustas; 2) la deuda ecológica del Norte con el Sur, vinculada a un uso abusivo de los recursos naturales por los países desarrollados y a patrones injustos de comercio e inversión internacional; 3) la defensa de la identidad cultural de los pueblos frente a una globalización uniformizante que no la reconoce; 4) las migraciones masivas hacia los países ricos, como presencia de los más pobres de la periferia en el centro; 5) las guerras olvidadas (como los conflictos en la República Democrática del Congo, Yemen o Myanmar) que no encuentran repercusión en los medios de comunicación y en la opinión pública, ni respuestas en la política, aunque forman parte de lo que el Papa llama una “guerra mundial a pedazos”.

Contra la tendencia dominante en la teoría y la práctica de las relaciones internacionales, en la cual prevalece la perspectiva de los poderosos, el Papa plantea un método y demanda una actitud frente a las grandes cuestiones globales, que parte de preguntarse cuál es el impacto de las mismas sobre el destino de los actores más débiles. A los extremos del voluntarismo y el pesimismo, contrapone un realismo esperanzado; a la geopolítica del poder, contrapone la geopolítica hacia la paz.

Al hacerlo se sitúa en línea con la tradición diplomática de la Santa Sede, que no desconoce las duras condiciones del sistema internacional, sino que invita a abordarlas de una manera distinta, mediante la acción política puesta al servicio la fraternidad.

* Los autores integran el Centro de Estudios Internacionales, Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales (UCA).

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