Francisco en Irak, entre “Fratelli Tutti” y las amenazas del Estado Islámico

Bergoglio vuelve a calzar sus viejos zapatos negros argentinos y con cierta renguera a cuestas se larga a caminar las calles de un país que todavía sufre una guerra

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La llegada del Papa francisco a Irak
La llegada del Papa francisco a Irak

El Papa Francisco llegó a Irak bajo el lema: “Todos vosotros sois hermanos”. En el acto de recepción en el aeropuerto, le obsequió al Primer Ministro Mustafa Abdellatif Mshatat una edición especial de su Encíclica Fratelli tutti.

Un viejo amigo de Jorge Bergoglio suele decir, un poco en serio y un poco en broma, que Francisco se ha propuesto dos “modestos objetivos”: cambiar la Iglesia y cambiar el mundo. La encíclica Fratelli Tutti (“Todos somos hermanos”) habla de sus propuestas muy concretas para construir un mundo más justo. Y, para no quedarse en las meras palabras, este viaje es parte de esa acción que él toma en sus manos,

Una acción que conlleva un gran riesgo para su seguridad personal. En su visita de tres días Francisco irá al sur, a Ur de los Caldeos, y al norte, a la llanura de Nínive y a las ciudades de Mosul y Qaraqosh, destrozadas por ISIS y donde se concentraba la población cristiana que ha quedado reducida a la mitad.

En agosto de 2017, el grupo terrorista Estado Islámico (EI) lanzó una amenaza al mundo, en la que prometía asesinar al Papa Francisco y causar un “baño de sangre” dentro del Vaticano. Aunque el EI ha sido derrotado, todavía mantiene muchas células activas. El pasado 21 enero, un atentado del EI en el mercado de Bagdad, dejó 32 muertos. Incluso días pasados, hubo ataques con cohetes cerca del aeropuerto de Erbil, donde debe aterrizar el avión que lleva a sumo pontífice.

El Papa emérito Benedicto XVI dijo al diario italiano Il Corriere della Sera: ”Creo que es un viaje muy importante… Lamentablemente ocurre en un momento muy difícil, lo que también lo convierte en un viaje peligroso por razones de seguridad y por covid. Y luego está la situación inestable en Irak. Acompañaré a Francisco con mis oraciones”.

Está claro que todos los servicios de seguridad del mundo aconsejarían al líder de su país no viajar a una zona tan peligrosa. Sin embargo Francisco, a pesar de las amenazas del EI, y de los grupos de ultraderecha norteamericanos -que vimos asaltar el Capitolio- sigue moviéndose entre la gente, como si fuera inmune a las balas y las bombas.

Cuando escribí mi libro Salvados por Francisco, donde recojo el testimonio de 25 personas que fueron protegidas y ayudadas, por el entonces Provincial de los Jesuitas Jorge Bergoglio; me sorprendí de cierta inconsciencia con la que actuó en aquellos años. Aristóteles dice, que el valor es un término medio entre la cobardía -que es la ausencia de valor- y la temeridad que es la exposición innecesaria al peligro. Mi crítica, al entonces joven Jorge Bergoglio, es que siempre estuvo mas cerca de la temeridad que del valor aristotélico. Y ese rasgo de personalidad temeraria, es la que conserva con sus 84 años, y manifiesta en su poca preocupación por la seguridad personal.

Volviendo a la encíclica Fratelli tutti, se trata de una extensa carta del Papa, dirigida a católicos y no católicos, que contiene su propuesta de una nueva sociedad mundial basada en la fraternidad y amistad social. Por eso mismo, aclara que, “si bien la escribí desde mis convicciones cristianas”, está dirigida a todas las personas de buena voluntad.

Francisco no habla aquí del reino de los cielos. Habla en todo momento de las injusticias del mundo y de la necesidad se construir una comunidad mundial basada en la solidaridad y fraternidad. No se trata de una proclama espiritual, para que todos repitamos como un mantra “Dios es amor”, “el amor vence al odio”, etcétera.

El Papa describe con crudeza que vivimos en un mundo organizado en base al egoísmo, muchas veces disfrazado de libertad. Y plantea la propuesta revolucionaria de cambiarlo, de transformarlo desde las periferias, desde los excluidos, desde los abandonados y descartados.

Cuando fue elegido Papa sus primeras palabras fueron: “Parece que los cardenales me vinieron a buscar al fin de mundo”. Tal vez fue una advertencia, algo así como ustedes no saben en qué lío se metieron; no estoy aquí para calzarme zapatos rojos y pisar las pesadas alfombras del palacio papal. Lo primero que hizo fue volar a Lampedusa a mojarse sus viejos zapatos negros allí donde el Mediterráneo ha dejado de ser aquel que cantaba Serrat, y se ha convertido en tumba líquida de miles de migrantes. Hoy vuelve a calzar sus viejos zapatos negros argentinos y con cierta renguera a cuestas se larga a caminar las calles de un país que todavía sufre una guerra. Y a rezar misa en la Catedral caldea de San José de Bagdad, donde en 2010 un atentado dejó 58 feligreses muertos.

Y lo hace en el marco de su propuesta inscripta en el capítulo ocho, que cierra la Fratelli tutti. Allí expresa: “Las distintas religiones, a partir de la valoración de cada persona humana como criatura llamada a ser hijo o hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad(…) las religiones no incitan nunca a la guerra y no instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre.”

“A veces la violencia fundamentalista, en algunos grupos de cualquier religión, es desatada por la imprudencia de sus líderes. Pero el mandamiento de la paz está inscrito en lo profundo de las tradiciones religiosas que representamos. [...] Los líderes religiosos estamos llamados a ser auténticos ‘dialogantes’, a trabajar en la construcción de la paz no como intermediarios, sino como auténticos mediadores.”

Y allí lo vemos, sentado dialogando con el gran ayatolá Ali Sistani, líder de la comunidad chiíta de Irak. Y en un gesto muy natural en él, por respeto a las normas islámicas, quitándose los zapatos para acceder a la humilde vivienda del religioso.

Probablemente los años no le alcancen para ver cumplidos sus sueños. Pero, una de sus máximas es que “el tiempo es superior al espacio”. Esto significa que lo importante es poner y dejar en marcha los procesos de cambio. Y aunque su viejo amigo sonría diciendo “este loco se propone nada menos que cambiar la iglesia y cambiar el mundo”, nadie podrá dudar que lo intentó.

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