Argentina y el acuerdo del Mercosur–UE: perspectivas favorables que hay que adecuar a la agenda local

A manera de apreciación general sobre el acuerdo desde la perspectiva local, la conclusión es favorable, especialmente cuando se observan los escenarios futuros

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Acuerdo
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El fortalecimiento del dinamismo exportador de Argentina se vincula con una preocupación más amplia sobre la generación de divisas como herramienta de desarrollo y creación de empleo. En ese marco, analizamos en qué medida la negociación del Mercosur con la Unión Europea (UE) que se concluyó en junio de 2019 abre una nueva etapa de la inserción internacional de nuestro país y ofrece un pilar para la transformación productiva.

A fines de los años 90, el Mercosur y la UE tuvieron un temprano acercamiento con la intención de arribar a un entendimiento comercial y de cooperación. La labor probó ser más difícil de lo previsto. Después de dos décadas de negociaciones matizadas por altibajos e interrupciones, estas finalizaron el año pasado. A pesar del tiempo transcurrido, deben completarse varios pasos antes de su concreción, como la aprobación por parte de la Euro-Cámara y de los Congresos del Mercosur . Es decir que es un proyecto que está aún sujeto a contingencias. Las dudas que ha expresado recientemente la Canciller de Alemania, Ángela Merkel, en ejercicio de la presidencia del Consejo de la UE, ilustran el punto.

La UE es un importante socio comercial de Argentina, donde se destina 14% de las exportaciones, tales como alimentos, oleaginosas, minerales y productos químicos. Las importaciones de origen europeo representan 18% del total y son principalmente máquinas, aparatos y material eléctrico, químicos, material de transporte, metales y minerales. La UE es un mercado muy atractivo: representa 20% del PIB mundial, tiene 500 millones de consumidores con elevado ingreso per cápita (USD 34 mil anuales) y alto desarrollo tecnológico. En la actualidad, este potencial económico está atravesado por diversos obstáculos, tales como barreras arancelarias y no arancelarias que dificultan el acceso al mercado europeo.

Angela Merkel (REUTERS/Michele Tantussi/Pool)
Angela Merkel (REUTERS/Michele Tantussi/Pool)

Precisamente el capítulo comercial del acuerdo tiene como finalidad la eliminación gradual de estos obstáculos. Por este camino se abren posibilidades para ampliar el intercambio a la vez que cabría esperar también mayores inversiones. Ahora bien, como es propio de toda negociación, el proceso es de doble vía: también el Mercosur abre su mercado a la entrada de los productos europeos. La evaluación económica de estos efectos de signos contrapuestos no resulta sencilla: abarca a múltiples actividades, algunas de las restricciones que se eliminan pueden ser cuantificadas (aranceles), pero otras son de difícil estimación -tal el caso de las compras gubernamentales. Además, el proceso no es instantáneo, sino que transcurre en el tiempo de acuerdo con cronogramas establecidos. Si bien es posible investigar estos impactos a través de modelos de simulación, los resultados deben ser interpretados con cautela.

La UE es un importante socio comercial de Argentina, donde se destina 14% de las exportaciones, tales como alimentos, oleaginosas, minerales y productos químicos

Las principales oportunidades del acuerdo en el comercio de bienes se centran en la consolidación de la base exportadora de productos agropecuarios (materias primas y procesados) de Argentina. No obstante, es relevante el desafío de la erosión de preferencias arancelarias de las exportaciones argentinas a Brasil. De todos modos, los plazos de desgravación son extensos (10-15 años), lo que brinda un tiempo prudencial para la adecuación que debe ser aprovechado. En segundo lugar, una parte de las exportaciones agroindustriales que ingresa a la UE podría expandirse por la puesta en marcha del Acuerdo por desgravaciones arancelarias y por contingentes o cuotas. Adicionalmente, podría beneficiarse otro conjunto de productos que actualmente no ingresa a la UE y que verían mejores condiciones de acceso, toda vez que cumplan con normas, estándares y requisitos técnicos apropiados. Tercero, una parte de las importaciones actuales de productos industriales desde la UE presentan potencial de incremento a partir de la vigencia del acuerdo. Cabe mencionar que la mayor parte de las importaciones argentinas originadas en la UE constituyen insumos para la producción, en su calidad de bienes intermedios o de capital. La reducción de su precio por la desgravación arancelaria podría ser una vía para contribuir a aumentar la competitividad de la economía. En los términos del ejercicio realizado el balance es positivo, aunque los países del Mercosur tanto como bloque y a nivel doméstico deberán realizar un importante trabajo para aprovechar las ventajas potenciales que ofrece el acuerdo. A su vez, los plazos de desgravación darían tiempo para implementar políticas de reconversión productiva en los casos que sea necesario.

El acuerdo es esencialmente un ‘trabajo en progreso’ y no un menú que está servido

En contraste, el Acuerdo no implicará grandes cambios en el comercio de servicios por dos motivos. Por un lado, tanto Argentina como la UE ya cuentan con niveles significativos de apertura. Por otro lado, algunos de los principales obstáculos que existen actualmente (doble imposición, reconocimiento de formaciones profesionales, regulación migratoria) no se abordan en este tipo de acuerdos sino que requieren negociaciones complementarias.

Dentro de este contexto, el Acuerdo consolida avances en comercio electrónico, servicios postales y telecomunicaciones, roaming, transporte marítimo internacional y prestación de algunos servicios a través del movimiento de personas físicas, entre otros. Adicionalmente, las precisiones sectoriales sobre prestación de servicios mediante presencia comercial (inversión extranjera directa) se suman a la promoción y protección recíproca de inversiones que Argentina mantiene con la mayoría de los países de la UE. Las posibilidades de crecimiento en esta modalidad se asocian a la radicación de inversiones, lo cual a su vez depende del clima de negocios en general. También es positiva la adopción de un entendimiento de compras gubernamentales. Esto abriría nuevas oportunidades para que las empresas argentinas participen en las contrataciones de bienes, servicios y obra pública en la UE y permitirá una mayor competencia de precios en el mercado argentino a través de la participación de empresas europeas, sin que esto impida continuar utilizando esquemas de preferencias para los proveedores nacionales, principalmente Mipymes.

A manera de apreciación general sobre el acuerdo desde la perspectiva de Argentina, la conclusión es favorable, especialmente cuando se observan los escenarios futuros. Sin embargo, el acuerdo es esencialmente un “trabajo en progreso” y no un menú que está servido. Es necesario adecuar la agenda doméstica de política -especialmente en la dimensión macroeconómica y de políticas productivas- que tomen nota de este nuevo marco. Además, exige una profundización del Mercosur: se requiere una mayor coordinación interna del bloque para aprovechar mejor las posibles ventajas. En ausencia del mismo, la dinámica de aplicación podría devenir en una dinámica bilateral de la UE con cada uno de los países del bloque del sur. Existe también otro riesgo: la aplicación con velocidades diferentes. Posibles retrasos respecto de los demás socios podrían traer aparejadas desventajas muy difíciles de superar en el futuro.

Además de Carciofi, este artículo lleva la firma de Rosario Campos y Romina Gayá. Los autores son economistas, Investigador principal y Consultoras del programa de Desarrollo Económico de CIPPEC, respectivamente