Un gobernador de verdad

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Facundo Quiroga
Facundo Quiroga

Esta es la historia de un jefe provincial que calzaba botas de potro. Porque era así y también por aquel dicho: “No es pa’ todos la bota e potro”.

El lector debe evitar hacer una traspolación mecánica de hechos que no son comparables. Lo que sí es cotejable es la voluntad de defender su provincia del ataque de un poder nacional centralista y arbitrario.

Corría el año 1823, el país no existía, en el sentido republicano y constitucional del término. Las provincias eran gobernadas por caudillos que a veces más y otras veces menos buscaban la consolidación de la nación. La provincia de Buenos Aires era gobernada por el general Martín Rodríguez y su ministro de gobierno Bernardino Rivadavia y la de La Rioja por Silvestre Galván y la sala de Representantes, pero el poder real estaba en manos de Juan Facundo Quiroga. El 24 de noviembre de ese año Rivadavia se dirigía por carta a la casa Hullet Hnos y Cia, con asiento en Londres, de la cual formaba parte, en la que les rogaba “lleven a efecto la formación de una Sociedad que se emplee en la explotación de las minas situadas en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata”. Observe el lector que un ministro de Buenos Aires ofrece riquezas que no se hallan en su provincia. La empresa se creó y se denominó Río de la Plata Mining Company. Vendió acciones y se hizo de un capital. Y se largaron no más para estos pagos.

En paralelo a esta empresa, aquí en Buenos Aires y con el visto bueno de Facundo Quiroga y la Sala de Representantes de La Rioja, se funda otra empresa la Famatina Mining Company con socios criollos e ingleses, Braulio Costa, Ventura Vázquez, Guillermo Robertson, Facundo Quiroga y varios más. También emiten acciones. El objetivo de ambas era explotar la riqueza aurífera del cerro de Famatina. Las dos empresas en la montaña no cabían. Además la fundada a instancias de Rivadavia no tenía autoridad para disponer de riquezas de otras provincias. Excepto…y siempre hay un excepto. ¿Qué pasó?

Que don Bernardino por medio de una maniobra artera que sería larga de explicar en este corto artículo se hizo nombrar Presidente de la Nación puesto que al hallarse reunido en Buenos Aires un Congreso General Constituyente y sancionada la Constitución de 1826 lo que faltaba era el Presidente y él lo logró. Inmediatamente nacionaliza las riquezas mineras, esto es, pasa a poder de la Nación las riquezas provincianas, por lo tanto la empresa fundada por Rivadavia sería la dueña del negocio. El gobierno de Rivadavia le propuso un arreglo económico por la expropiación que fue una burla, pagarle con papel moneda. Naturalmente Facundo se opuso y se levantó en armas, ajustado a derecho, contra un Ejecutivo usurpador y centralista.

Hoy no es necesario alzarse en armas para defender la riqueza asentada en una provincia: con hablar claro y en público alcanza. Pero, como dice el dicho, no es pa todos la bota e potro.