Preguntas (¿sin respuesta?) sobre el coronavirus en la Argentina

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“Pregunta lo que no sepas y pasarás por tonto unos minutos; no lo preguntes, y serás tonto la vida entera”. Proverbio chino.

Los médicos somos por definición preguntones. Es parte de nuestro ADN, nuestra identidad. Las preguntas muchas veces no solo sirven para respondernos, sino para generar otros interrogantes que nos lleven a una búsqueda continua, porque las preguntas suelen actuar como generadoras y organizadoras del saber. Es uno de los rasgos de la inteligencia que, por otro lado, es una propiedad que no solo atañe a las personas, sino que debería ser una competencia de las instituciones. Especialmente aquellas que tienen entre sus responsabilidades la política pública que le confiaron sus ciudadanos. Por ello, la inteligencia institucional permite entre otras cuestiones, anticipar escenarios. Son principios básicos, pero no por ello universales. Por eso, cuando se trataba de analizar las oportunidades de nuestro país en un escenario de COVID-19, las referencias de Asia y Europa eran realidades obligadas que no debían pasarse por alto. A los Estados Unidos la ola epidémica llegó semanas más tarde, pero también podría haber sido útil mirar, aunque sea de reojo, ese país.

En esos momentos mis preguntas eran: ¿por qué si en Argentina no tenemos el sentimiento colectivo que en Asia presupone pensar más en el otro que en uno mismo? ¿Por qué si no contamos con la solidez institucional de los sistemas sanitarios europeos y si carecemos de los recursos de la principal economía del mundo como es Estados Unidos? ¿Por qué en nuestro país la situación con el COVID-19 debería ser diferente?

Desde los primeros momentos se habló de lo relevante de los testeos. Esta importancia radica en que es un indicador confiable de cómo se comporta el brote en un determinado grupo o sociedad. Además, no solo sirve para detectar, sino para poder identificar y hacer seguimiento de los contactos de aquellos que hayan resultado infectados, pero también para aislarlos y poder brindarles un mejor cuidado. Pasaron varios días para que haya datos confiables sobre el número de pruebas realizadas en el país. En el sitio Ourworldindata.org, uno de los sitios de referencia sobre la pandemia, recién aparece el día 9 de abril como el primer día en que se tiene registro de testeo en Argentina. Ese mismo sitio informa que al 23 de abril se han realizado un total de 41.786 test, mientras que en Uruguay 14.532 y en Chile cerca de 130.000. La relación de pruebas realizadas por cada 1000 personas, según el mismo sitio, es en Argentina es de 0.06, en Uruguay 0.17, en Ecuador 0.07 y en Chile 0.34. Es claro que estamos testeando poco. ¿Será que esa pobreza en testeo nos muestra un estado de situación que no es la real? ¿Por qué será que no se busca testear más cuando es un indicador para considerar en la reducción de las medidas de confinamiento?

Los datos de Europa sobre las muertes en las residencias de personas mayores son espeluznantes. Según la OMS, más del 50% de los 110.000 fallecimientos producidos en esa región ocurrieron en residencias geriátricas… ¿Por qué no debería ocurrir algo parecido en Argentina donde es de conocimiento público el descontrol en la acreditación y gestión de esos establecimientos?

También supimos que los centros hospitalarios y los profesionales de la salud, además de ser focos de contagio han sido de los mas afectados con mas de 80 profesionales muertos en Italia, más de 30 en España, y cerca de 30 en Estados Unidos al 14 de abril. ¿Por qué en Argentina donde los profesionales de la salud estamos mal remunerados, donde cuesta encontrar equipamiento y recursos adecuados, y donde hacemos gala del pluriempleo debería ser diferente?

Argentina tiene una oscura y poco confiable historia de registros. Desde la inundación de la ciudad de Santa Fe durante el fenómeno del niño en 2003 donde nunca se supo la cifra real de muertos, hasta la inundación de la ciudad de La Plata en 2013 donde el número de fallecidos oficiales nunca se creyó cierta. Eran tiempos donde el recurso mas confiable que tiene el país en términos de registro, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, estaba intervenido. ¿Por qué ahora la realidad debería ser diferente?

Nuestro país registró 146 casos de COVID-19 el 30 de marzo, el 11 de abril 167, otros 166 el 14 y 146 el 23 de este mes. Un registro parejo que poco tiene que ver con un crecimiento exponencial como se registran en otros países de la región. ¿Acaso no llama la atención que frente a esto, desde hace días hay contagios masivos en geriátricos que obligan a evacuaciones? Lo mismo ocurre entre profesionales de la salud que lleva a que se cierren salas, servicios y hasta centros como el hospital Felipe Glasman de la Asociación Médica de Bahía Blanca.

Hace tiempo que se habla de aplanar la curva, pero ¿no será que debemos preguntarnos por qué no se curva la línea?

Thomas Sowell, economista y pensador norteamericano, decía: “La gente te perdonará por estar equivocado, pero nunca te perdonará por estar en lo correcto, especialmente si los eventos prueban que tienes razón al mismo tiempo que demuestras que están equivocados". Hacerse preguntas tiene sus riesgos, pero a veces vale la pena asumirlos.

Doctor en Medicina, Universidad de Salamanca, España. Profesor Titular de Medicina, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. Profesor Titular de Postgrado, Fundación Barceló, Buenos Aires, Argentina.

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