Los impostergables desafíos del capitalismo

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El capitalismo, en su forma actual, no encuentra respuestas para problemas que condicionan su futuro y que son fuente de inestabilidad política y social a lo largo del planeta. Son asuntos clave en el mundo de hoy que se repiten con diferentes matices en sociedades subdesarrolladas pero también en economías más avanzadas: la creciente desigualdad, la pobreza, los dramas migratorios producto del atraso económico y social y la insatisfacción de aquellos que ven cómo se reproducen intergeneracionalmente condiciones extremas de vulnerabilidad y ausencia de oportunidades para prosperar.

En una reciente entrevista en La Nación el fundador de la marca Patagonia, Yvon Chouinard, hizo hincapié en la necesidad de reinventar el capitalismo. Advirtió que la inmensa cantidad de pobres afecta la capacidad de compra del sistema y sentenció que si no hay quien pueda adquirir bienes y servicios el capitalismo perderá su clientela.

En efecto, casi dos tercios de la humanidad vive en distintos grados de pobreza, con limitada capacidad de consumir. Por otro lado, en esta fase del desarrollo capitalista, caracterizado por la globalización, los avances tecnológicos y la digitalización masiva permitieron aumentar exponencialmente la productividad.

Cada vez se producen más bienes con más eficiencia. El horizonte de la ciencia y la tecnología tiende a dar respuestas novedosas y veloces a las renovadas necesidades humanas. Pero esta abundancia en la oferta tiene como contracara restricciones y distorsiones en la capacidad de consumo hacia el interior de las sociedades. Las sucesivas crisis que enfrentan los países subdesarrollados, a la vez, alimentan el círculo vicioso de la pobreza y el desamparo.

El mundo ha ingresado en una fase de estancamiento. Las economías de nuestra región muestran números negativos en materia de crecimiento, algo que también ocurre en muchos países europeos. Y las tensiones comerciales entre los principales actores del sistema contribuyen a profundizar los desequilibrios. Los términos de intercambio para las naciones que exportan con escaso valor agregado retomaron su tendencia secular al deterioro.

Al mismo tiempo, las enormes ganancias generadas por la mayor productividad incentivan procesos de valorización financiera, al no encontrar alternativas en la economía real, afectada cada vez más por expulsiones del sistema de amplias capas poblacionales.

Estos excedentes financieros se desplazan por todo el mundo en busca de maximizar sus rendimientos, produciendo fuertes turbulencias cuando entran y salen de los mercados domésticos, especialmente de aquellos con bajas defensas regulatorias.

Este contexto genera inestabilidad, fuertes reclamos y conflictos permanentes. La situación de miles de personas, que enfrentando inéditas adversidades abandonan sus países en búsqueda de mejores condiciones de vida, así como el surgimiento de focos de violencia que desafían a los Estados constituyen caras de una misma moneda acuñada en los graves problemas sociales y económicos que provoca la desigualdad y ausencia de horizontes.

Queda claro, entonces, y coincidiendo con el mencionado Chouinard, que la superación de la pobreza y la inclusión social no son sólo imperativos morales, sino que suponen un requisito indispensable para la supervivencia del sistema.

¿Pero cómo generar demanda solvente en el contexto actual, con conflictos que se espiralizan si se los pretende atender sólo con respuestas convencionales? La clave está en pensar el desarrollo de aquellas economías con retraso estructural, movilizando simultáneamente recursos para estimular a la vez el consumo, las exportaciones y la inversión, con un papel del Estado que resulte central en la orientación del proceso. No serán las fuerzas del mercado las que limitarán el impulso a la financiarización.

Para la Argentina, una amplia ofensiva exportadora que nos permita superar progresivamente la restricción externa, incentivos para la inversión en sectores clave como infraestructura y energía, dinamización de las economías regionales, diversificación de la matriz productiva y fuerte énfasis en la innovación tecnológica son desafíos por abordar con amplios grados de consenso político y social.

Pensar el desarrollo y la integración más allá del corto plazo, como décadas atrás lo hicieron Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, es el primer paso para imaginar un salto cualitativo en nuestra condición estructural, que genere más empleo, equidad, inclusión y mejoras sostenidas en las condiciones de vida de la sociedad.

El autor es senador nacional, jefe del bloque PRO