Voluntarismo del Gobierno y letargo de la oposición

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Una de las máximas de la comunicación política moderna indica: "Gobernar es también comunicar", lo que da cuenta de la creciente toma de conciencia de la vital importancia de sostener una comunicación permanente con la ciudadanía, más allá de los tiempos electorales, como si se estuviera en una suerte de campaña permanente.

De esta forma, se entiende que el objetivo central de la comunicación de gobierno ya no se reduce meramente a informar sobre acciones, iniciativas y políticas de gobierno, sino que es fundamental el establecimiento de canales permanentes de comunicación con los ciudadanos a partir de los cuales construir consenso y generar confianza.

Todo gobierno se esfuerza, en este marco, por comunicar noticias positivas. Algo que se torna casi imprescindible ante un clima de pesimismo generalizado como el que embarga hoy a la sociedad argentina.

Argentina, país "emergente"

En sus dos primeros años de gestión, el Gobierno les pidió a los ministerios y las secretarías que generaran, periódicamente, noticias positivas que comunicar. Esta semana las buenas noticias elegidas para comunicar no se originaron en el seno del gabinete nacional, sino en la calificadora internacional Morgan Stanley Capital International (MSCI).

La noticia fue que la Argentina pasó de ser calificado "mercado de frontera" a "mercado emergente". Dentro de un contexto de recurrentes noticias negativas como las que vienen dominando la agenda mediática los últimos dos meses, cualquier atisbo de positividad es un oasis para una sociedad sedienta de optimismo, y un gobierno necesitado de recuperar confianza.

Sin embargo, sería arriesgado que el Gobierno se aferrase a dicha noticia, porque, como suele decirse, es un tema con poca elasticidad: si bien resulta positivo, su ámbito de impacto no deja de estar limitado al sector financiero.

Un paño frío para el dólar

El debut de Luis Caputo al frente del Banco Central logró concluir la semana colocando paños fríos a un dólar que le venía generando intensos dolores de cabeza al gobierno nacional.

La divisa estadounidense bajó 1,09 pesos desde el máximo histórico alcanzado hace apenas unos días, lo que es, sin dudas, un respiro para el termómetro social y mediático. Una relativa calma cambiaria producto del efecto combinado del primer desembolso del FMI, la liquidación de divisas del campo y el mejor clima financiero fruto de la recategorización del país como "emergente", que da oxígeno al Gobierno y que podría prolongarse al menos por un par de meses.

Sin embargo, la estabilidad cambiaria, aunque necesaria, no es el final de los problemas económicos del país. Las Lebacs no dejan de ser una bomba de tiempo siempre a punto de estallar. Basta que se aproxime cada martes de vencimientos para que este instrumento financiero se convierta, nuevamente, en sinónimo de tensión y miedo.

Pero, más importante aún, el entusiasmo del Gobierno choca con las difíciles perspectivas económicas para el segundo semestre del año. Si bien el acuerdo con el FMI le permitió al Gobierno desactivar la corrida cambiaria, el ajuste exigido por el organismo financiero internacional augura un escenario recesivo que seguramente se extenderá hasta fin de año.

Además, es sabido que la evocación del FMI, a la luz de las malas experiencias del pasado, remite a un marco de negatividad en la opinión pública, como los significantes "ajuste", "condicionamientos", "deuda externa" y "pérdida de soberanía". Algo que seguramente será muy difícil de revertir comunicionalmente, más aún cuando se pongan en marcha las revisiones trimestrales de las metas pautadas en el acuerdo que realizarán funcionarios del FMI en el país.

A ello habrá que sumar los "costos sociales" derivados de los compromisos con el organismo financiero internacional, que, en el marco de un escenario recesivo y de alta inflación, podrían seguir horadando la confianza en el Gobierno, con el agravante de que ello ya ocurriría en el marco de una campaña electoral presidencial.

Respiro de confianza

Un indicador interesante que agrega algo de valor al análisis coyuntural es el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) que elabora mensualmente la Universidad Di Tella. Si bien la última medición del mes de junio da un aumento en la confianza en el Gobierno del 5,4% respecto al mes de mayo, la luz roja de alerta sigue encendida en Balcarce 50: esta medición es el segundo peor registro en toda la gestión de Mauricio Macri.

Para aquellos de Cambiemos que ven el vaso medio lleno, resulta un consuelo ver cómo aun en un momento delicado Macri supera positivamente (por 0,24 puntos) la marca del ICG correspondiente al último mes de gestión de la ex Presidente. ¿Resulta significativa dicha diferencia? Ciertamente no. Pero lo que marca es que, incluso en una situación tensa y de desánimo, el Gobierno tiene en un sector de la sociedad un crédito de credibilidad que lo sostiene.

ARIAS 1 (3)Fuente: Universidad Di Tella

El optimismo gubernamental se complementa con la difusión de algunas encuestas que en los últimos días mostrarían que la imagen del Gobierno de Mauricio Macri habría dejado de caer, estabilizándose tras alcanzar su piso en mayo pasado.

Una oposición fragmentada, principal sostén del Gobierno

Según el último sondeo realizado por el Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano (COPUB), una mayoría significativa de los porteños (42%) afirma no creer que Macri vaya a ser candidato en 2019.

Si bien lo que ocurre en la Ciudad de Buenos Aires no necesariamente es representativo del resto del país, resulta interesante analizar cómo ven los porteños —un electorado que desde hace más de 10 años se inclina mayoritariamente por el PRO— las perspectivas reeleccionistas de Mauricio Macri.

Como señala un reciente estudio realizado por la Universidad de San Andrés, es en la Ciudad de Buenos Aires donde el oficialismo cuenta con mayor apoyo (56%), lo que permite dimensionar el potencial impacto que tiene la percepción de los porteños sobre el futuro de Cambiemos.

Aun en este escenario difícil que venimos describiendo, Macri lidera la intención de voto a presidente frente a una oposición que se muestra fragmentada, y que sigue sin aprovechar las oportunidades que tras las elecciones legislativas de 2017 parecían improbables y que la coyuntura actual se encargó de revivir.

Así las cosas, está más que claro que mientras la oposición no logre articular un nuevo liderazgo capaz de representar para amplios sectores del electorado una alternativa de poder, la figura de Cristina Fernández de Kirchner mantendrá un protagonismo que seguirá siendo funcional a los intereses del oficialismo.

Sin embargo, frente a la debilidad y la fragmentación opositora, la incógnita es cuánto impactará el desfavorable escenario económico que se espera para el segundo semestre en un ánimo social ya dominado por el escepticismo.

Estabilizada por el momento la situación cambiaria, el Gobierno parece ser consciente de ello y discute posibles medidas para "reconquistar" a la clase media, franja en la se ve más afectada la imagen del Gobierno.

Por estas horas el Gobierno parece suscribir a la máxima gramsciana que reza: "Pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad". Habrá que ver si este voluntarismo es suficiente, no solo frente al escenario económico en ciernes, sino también ante los movimientos estratégicos de una oposición que todavía no logra salir del letargo.

El autor es sociólogo y consultor político. Autor de "Gustar, ganar y gobernar" (Aguilar, 2017).