Una imagen. Leonardo Di Caprio y Kate Winslet se arrojan al vacío desde el Titanic moribundo a las aguas heladas del mar, instantes antes del colapso final del barco. En la turbamulta de gritos y desesperaciones, encuentran a su paso una puerta flotando. Ella sube. Se coloca en el centro del salvavidas de madera. Él intenta también compartir aquel trozo de esperanza, una, dos y hasta tres veces. En cada ensayo, la puerta se tambalea y su única tripulante pega pequeños gritos de terror.
Argentina, 2018. Luego de perder sucesivamente las elecciones primarias y generales en 2015, empatar en las PASO y resignar las legislativas en 2017, el peronismo o el Partido Justicialista, en todas sus expresiones, manifestó su deseo de entablar una nueva relación con la sociedad. Parecía haber entendido que una brama silenciosa, algunas veces más perceptible que otras, había ido transformando la noción colectiva sobre el futuro y le exigía que, si quería formar parte de él, debía adaptarse rápidamente a esa idea.
Con el diagnóstico adoptado, un pequeño grupo de dirigentes del movimiento fundado por Perón trazó un nuevo camino crítico de comunicación, estableció ciertos parámetros de convivencia con el nuevo Gobierno y con la opinión pública.
Una de aquellas revelaciones fueron las declaraciones de algunos de sus líderes informando a la opinión pública, a manera de concesión, que el Gobierno "debía terminar su mandato" y que el peronismo iba a "garantizar" el cumplimiento de dicho proceso.
Esa comunicación de "racionalidad" fue confrontándose con otras expresiones, surgidas del mismo partido, aunque con significados opuestos, y generó una crisis de representatividad y de liderazgo que ofreció, hasta no hace mucho, una imagen desordenada de dirigentes peronistas "de amplio espectro". Sobrevivían los que pensaban que debían contribuir a la gobernabilidad del país, aunque cada vez lo expresaban con menos énfasis, y los que, directamente, generaban un clima de convulsión, se expresaban claramente por la opción del caos y la salida anticipada del presidente Mauricio Macri. Quizá la expresión más cabal de esta opción peronista fueron las violentas manifestaciones de fin de año, donde, dentro del Congreso, representantes del Poder Legislativo daban noticias de muertes inexistentes, aunque muy probables por cierto, casi como si las desearan.
No menos cierto es que el Gobierno nacional ha hecho grandes aportes al avance de las posiciones más radicalizadas dentro del PJ, versus aquellas opciones más republicanas y respetuosas de la institucionalidad.
Sin embargo, un viejo axioma dice que "todo comunica". Y es cierto. El peronismo —en todas sus expresiones, que son finalmente una— está comunicando a la opinión pública que aquellas concesiones otorgadas a un Gobierno en 2015, que "garantizaban" el cumplimiento de un mandato constitucional, han sido canceladas. Que el republicanismo que todos debiéramos exigir y ejercer, es, para el PJ, una opción solo en caso de que no exista otra.
Y lo está comunicando de una manera brutal, sin disimulos. Como siempre lo ha hecho. Dirigentes políticos de muchos años, que han ganado su propio territorio, están siendo empujados por una estrategia —comunicacional, primero, y electoral, después— que pone en riesgo la futura existencia del Partido Justicialista tal como muchos lo hemos conocido.
La caída de la imagen del Gobierno parece haberles generado un súbito apuro por saciar ese síndrome de abstinencia en el poder que finalmente nunca han podido soportar.
Será interesante observar cómo evoluciona la imagen del Gobierno. Porque en la hipótesis de que Macri regenere una confianza en la opinión pública que hoy parece debatirse y vuelva a los niveles de aprobación que tuvo tan solo hace cuatro meses, les será muy difícil a muchos dirigentes del peronismo moderado volver a "conectar" con una sociedad que los ha visto merodear los arrabales más decadentes de la desestabilización.
En todo caso, deberán conformarse con mantenerse aferrados a la puerta flotante del Titanic. Con una sola ocupante que se salvará del naufragio.
El autor es consultor, MPR Comunicación.