Relatos que permiten gobernar

Las naciones organizan a sus habitantes en torno a mitos fundadores, banderas, símbolos y metas. El papel de los mitos y las creencias no es menor

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"En el este de China, el Monte Paektu alojaba una precaria cabaña, donde un joven guerrillero estaba luchando contra los invasores japoneses. En la fría mañana del 16 de febrero de 1942 dos arcoíris se cruzaron en el cielo al mismo tiempo que una nueva estrella resplandeciente brilló sobre el viejo volcán. Los astros y la tierra rindieron homenaje al nacimiento de Kim Jong-il. Unos 69 años pasaron cuando un 17 de diciembre una furiosa tormenta de nieve se detuvo para dar lugar a un cielo carmesí que sangraba sobre el mismo Monte Paektu. El hielo en el lago volcánico de esta montaña sucumbió con un estremecedor rugido. El líder había fallecido".

Este relato podría parecer una interpretación mística del origen y el descenso de uno de los líderes norcoreanos más importante de la historia del país, junto con su padre y su hijo, el actual gobernante de Corea del Norte. Sin embargo, ambos relatos son parte de la biografía oficial, así como de expresiones textuales de la prensa norcoreana. Un mito que legitima el gobierno. Un relato que permite gobernar.

En la historia del desarrollo humano existieron tres grandes revoluciones, que cada una en su tiempo y a su medida, nos cambió para siempre: la revolución cognitiva, la revolución agrícola y la revolución industrial. Con interés, pero por escaso margen de extensión aquí, el lector podrá abordar las dos últimas de la mano de Yuval Harari en De animales a dioses. Sin embargo, la primera, la revolución cognitiva, nos da algunas respuestas posibles de nuestro interrogante inicial: ¿para qué sirven las campañas?

Hace 70 mil años ocurrió algo que nos diferenció para siempre del resto de los animales. Los Homo sapiens no somos los únicos seres que se comunican unos a los otros. El ladrido intimidante, la danza de cortejo de las aves o los cambios en la pigmentación de los anfibios. Lo que nos diferencia es la capacidad de pensar y transmitir un mundo inteligible. Desde hace 70 mil años, entonces, creamos un mundo que, junto al mundo real, nos influye y condiciona. Esta capacidad de pensar en situaciones, objetos o sujetos que no están físicamente derivó en la formación de mitos, religiones, naciones y ciencia. En definitiva, hace 70 mil años que nos podemos organizar masivamente.

La religión, en todas sus variantes, organiza a millones de feligreses (1.254 millones de católicos, 1.500 millones de musulmanes, 16 millones de judíos, 1.100 de hinduistas, etcétera) a partir de un mensaje, un relato y una institución. Las naciones organizan a sus habitantes en torno a mitos fundadores, banderas, símbolos y metas. El papel de los mitos y las creencias no es menor. No existe otra forma por la cual desconocidos de una misma nación pueden saber cómo actuar, qué valores defienden (libertad, igualdad y fraternidad) o hacia dónde están yendo sin nunca haberse visto antes.

En campaña

La campaña electoral plantea un gran acto de cooperación humana a gran escala. En columnas anteriores definimos el proceso electoral como una gran batalla comunicacional. Entonces bien, podríamos decir que lo que inclinará el resultado de dicha batalla es cuál de todos los relatos en disputa es el que mayor conexión emocional logre con el electorado. La campaña, si es efectiva, sirve para crear un relato, que congregue las voluntades y las aspiraciones de los electores. Si no, sólo tenderá a revalidar lo que el sociólogo Paul Lazarsfeld, uno de los investigadores referidos a temas de opinión pública más influyentes desde el siglo XX, descubrió en el condado de Erie (Estados Unidos): los efectos de las campañas políticas no hacían más que reforzar o cristalizar preferencias previas de los electores, quienes, a su vez, estaban influidos por factores como la familia, la religión, su nivel socioeducativo, etcétera.

Una campaña exitosa tiene como desafío congregar en torno a un candidato a la mayor cantidad de electores necesarios para triunfar. Está claro que digo "triunfar" y no "ganar", porque hay elecciones que no se plantean ganar (salir primero), sino triunfar (lograr una banca, mantener número de diputados, posicionarse en la agenda pública, etcétera). A la hora de sumar voluntades y de emocionar los corazones, la campaña apelará a horizontes comunes, ideales motivacionales (pero inclusos) con el objetivo de ampliar las mayorías.

El autor es sociólogo, autor del libro "Gustar, ganar y gobernar".